Endiosado solo después de haber muerto, hoy probablemente el humor de Olmedo sería considerado cosificador, misógino y homofóbico.
BUENOS AIRES (NA).- El cristal del tiempo modifica las ópticas y puede llenar de luces o sombras la visión con una subjetividad que asusta. Así, nada es para siempre.
Tras ser menospreciado por muchos durante años por su carácter decididamente popular, al humor de Alberto Olmedo se lo reconoció recién en forma generalizada una vez muerto el cómico.
Pero esa aceptación tardía difícilmente pueda tomarse como definitiva.
Hoy, el humor del cómico rosarino muy probablemente sería calificado por más de uno como misógino, cosificador, acosador, homofóbico y hasta discriminatorio si se lo analiza con una óptica actual, así como en algún momento fue considerado chabacano, burdo, grosero.
Hace años, en uno de sus tantos programas televisivos, Olmedo hacía un sketch en el que encarnaba a un nene travieso.
– «Me quiero morir», le dijo un día ese personaje de Olmedo a una amiguita.
– «¿Y para qué te querés morir», le dio el pie ella.
– «Para ser bueno. ¿No viste que todos los que se mueren a partir de ahí son buenos?», remató el nene.
Y como si ese guión televisivo hubiese sido premonitorio, a Olmedo recién lo reconocieron como bueno después de muerto quienes hasta entonces lo habían denostado confundiendo popular con grasada o pícaro con guarango.
«En la Argentina cuestionamos todo. Decíamos que Olmedo era chabacano, soez… Se tuvo que tirar de un balcón para que lo reconozcamos. Y hoy lo extrañamos», me dijo hace poco en una nota Martín Bossi, quien en los últimos años viene encarnando personajes del rosarino en sus exitosos espectáculos.
Y tiene razón. Los mismos críticos que destrozaban las películas de Olmedo y que no entendían cómo sus personajes televisivos pegaban tanto en la gente común, de un día para el otro, once pisos más abajo, pasaron a incluirlo en el olimpo de los dioses cómicos argentinos.
Pero toda percepción es permeable a modificaciones de acuerdo con el momento en que tiene lugar y hoy, a luz de los cambios en la sociedad, el humor de Olmedo posiblemente volvería a ser aniquilado desde varios sectores.
Analizarlo treinta años después con una óptica actual es sin dudas injusto, tan injusto como era aquel menú de críticas para las que solo su muerte logró una amnistía temporaria. Pero claro, nada es para siempre. Especial de NA, por Osvaldo Marzullo.