Nadar en cueros en el canal Beagle

Walter Ruano dijo que esta pasión comenzó hace 15 años, cuando integró un grupo de cinco guardavidas que lograron cruzar el canal Beagle con trajes de neoprene.


USHUAIA.- Walter Ruano es uno de los nadadores de aguas abiertas más experimentados en el canal Beagle con la particularidad de que practica en traje de baño, sin utilizar ningún tipo de protección contra el frío. Hoy, con 52 años, sigue practicando este deporte con el sueño de poder nadar pronto en la Antártida. “Los médicos se asombran de cómo el cuerpo se va adaptando al frío”.

Llegó a Ushuaia en 1998, pero es de Quilmes, provincia de Buenos Aires. Su primer empleo en Ushuaia fue en el natatorio municipal donde trabajó durante 17 años como guardavidas; aunque es profesor de química y ahora trabaja en el Albergue Municipal. “La verdad, nunca se me ocurrió que terminaría haciendo esto” sostiene Walter sobre su afición por nadar sin protección térmica en las gélidas aguas de Tierra del Fuego.

Esta pasión comenzó hace 15 años cuando integró un grupo de cinco guardavidas que lograron cruzar el canal Beagle con trajes de neoprene. “De ahí en adelante seguí yo solo y me fui poniendo el objetivo de llegar a nadar en cuero. Comencé sacándome los guantes, después la capucha. Luego me puse traje de neoprene más fino, después uno más corto y más o menos quedé en cueros en 2013, que fue la segunda vez que crucé el canal Beagle. En esa oportunidad lo hice sin traje en un lugar que no lo hizo nadie, detrás del aeropuerto, desde la Isla H hasta el Islote Bartlett con una temperatura del canal de 3 grados y 2.200 metros de distancia. Fue el 2 de agosto de 2013, pleno invierno. Nadie lo había hecho hasta ese momento”.

Su desafío contagió a otros nadadores y desde el año pasado llegan a Ushuaia deportistas de todas partes del país a realizar la travesía, atraídos por la magia que rodea la isla. Entre otros requisitos que establece Prefectura Naval Argentina y la Armada Chilena para cruzar a nado el canal Beagle está la de ir acompañado por un gomón de apoyo, un médico y un rescatista. Hasta ahora, Walter acompañó a casi todos los nadadores que se impusieron ese desafío, porque es uno de los pocos guardavidas rescatistas preparados para ello.

Todos los cruces se hacen en el paso Mackinlay, el tramo del canal Beagle que separa el archipiélago argentino de la isla Gable, de la chilena isla Navarino. “La gente que viene a cumplir esta meta no es gente improvisada. Se ha preparado muchísimo, primero por las condiciones del frío y después porque saben que las corrientes te llevan para donde quiere la naturaleza y hay que luchar contra eso. Toda la gente que ha venido es gente súper entrenada y que hace esto a conciencia porque sabe que los peligros son muchos”.

Sin protección térmica

Acerca de la reacción del cuerpo en contacto con el agua helada, Ruano explica que cada uno tiene su propia experiencia y que no todos los casos son iguales; por eso es importante hacerse todos los controles médicos y nadar acompañado. “Cada vez que me sumerjo en el agua, siento un frío intenso y se contrae toda la parte muscular. La respiratoria no, pero con el tiempo cada vez va llegando menos flujo de sangre a las extremidades, a los dedos de los pies y de las manos y a partir de la hora de estar en el agua se me empiezan a separar los dedos de los pies y de las manos. Eso depende mucho de la adaptación que tiene cada uno. La gente que recién se inicia, suele sentir eso a los 15 o 20 minutos, pero es todo gradual”, explica a El Sureño. “A partir de los 15 minutos en el agua, uno no tiene más sensibilidad. Lo único que se sabe, es que no hay que dejar de bracear y patear porque se pierde la conciencia sobre el propio cuerpo”.

Walter no teme a las consecuencias físicas que podría traer consigo la práctica de este deporte extremo. “Cuando empecé con esto todo el mundo me decía que me iba a liquidar las articulaciones, que me iba a agarrar artritis o artrosis cuando sea viejo. Ya soy viejo y no me pasa nada. No me duelen los dedos, los huesos, ni nada. Capaz que dentro de 20 años si llego, me agarran todos los dolores, pero yo me siento rebién. La gente que nada conmigo, estamos siempre haciéndonos chequeos y todo sale bien. Y los médicos se asombran de cómo el cuerpo se va transformando para resistir el frío y eso te llena de un montón de defensas. Nunca tenemos un resfrío, una gripe, nada”, señala con alegría.

Hoy en día son alrededor de 10 las personas que practican la natación en aguas frías en Tierra del Fuego. “Nosotros formamos la NAF (Nadadores de Aguas Frías) y hemos ido a Calafate, por ejemplo, donde hoy ya están bien avanzados, tienen grupos grandes. Además, ellos tienen la ventaja de nadar en agua dulce, que alcanza temperaturas menores que el agua de mar, alrededor de cero grado. Las veces que he nadado en el Escondido o en Laguna de Los Témpanos, por ejemplo, en cada brazada vas rompiendo una capa de hielo finita. Es decir que el mérito de ellos es mayor, porque no tienen aguas menos frías como las nuestras para practicar”.

En cuanto a su deseo de nadar en cueros en la Antártida, Walter dice que habló con las autoridades reiteradas veces, pero hasta el momento no tuvo eco. “Espero poder cumplir pronto ese sueño”.