BUENOS AIRES.- Ni melancólicos con tendencias depresivas, como sugiere nuestra cultura tanguera. Ni narcisistas sin remedio, tal como tantas veces nos catalogan observadores de otras latitudes. Ante todo, los argentinos somos ansiosos. Nos sudan las palmas de las manos, se nos cierra el pecho de angustia, vivimos con un temor atragantado, el tiempo nunca nos alcanza, las preocupaciones por el futuro nos convierten en fugitivos perpetuos del presente.
Las estadísticas lo confirman: el último Estudio Argentino de Epidemiología en Salud Mental que se realizó en las ciudades más grandes de siete regiones del país dice que los trastornos de ansiedad representan la patología mental más frecuente en los argentinos. Más del 16 por ciento padece de este mal contemporáneo cada vez más extendido en las vertiginosas sociedades occidentales.
La investigación incluyó casi 4 mil participantes mayores de 18 años, representativos de aproximadamente un 50,1% de los adultos residentes en el país: los resultados determinan que lo más prevalente son las fobias específicas (6,8%), luego la ansiedad generalizada (3,9%), los trastornos de ansiedad por separación (3,1%) y el trastorno obsesivo-compulsivo (2,9%), seguidos por el trastorno por estrés postraumático, la fobia social, los trastornos de pánico y la agorafobia. Los estudios también demuestran que las mujeres son más proclives a sufrir de este mal. Ellas tienen casi el doble de probabilidades de padecer trastornos de ansiedad que los varones, pero también son más propensas a buscar un tratamiento porque no consideran a las enfermedades mentales ni a la asistencia terapéutica como un estigma.