El veterano de Guerra Héctor Pereyra recuperó el casco que usó durante la guerra de Malvinas. Héctor Pereyra desplegó tareas profesionales como enfermero militar, asistiendo a heridos durante los bombardeos navales y aéreos del 1º de mayo de 1982. El caso lo tuvo durante 37 años el soldado inglés Andy Damstag, quien consideró oportuno devolvérselo.
BUENOS AIRES.- El 18 de octubre, durante la ceremonia por el Día del Servicio de Sanidad se produjo un acto muy significativo, el jefe del Ejército, teniente general Claudio Pasqualini, entregó al suboficial principal (R) VGM Héctor Pereyra el casco que usó en la guerra de Malvinas.
Pereyra se encontraba cursando la Escuela de Suboficiales para Apoyo de Combate “General Lemos”, cuando se produjo la recuperación de las Islas Malvinas, fue promovido al grado de cabo “en comisión” y destinado a la III Brigada de Infantería (hoy III Brigada de Monte), formando parte de la compañía comando y servicios del comando de la gran unidad.
Llegó a Malvinas el 25 de abril y prestó apoyo a los elementos desplegados en proximidades del aeropuerto hasta que fue redesplegado en proximidades de un antiguo puerto, allí enfrentó sus primeras tareas profesionales como enfermero militar, asistiendo a heridos durante los bombardeos navales y aéreos del 1 de mayo.
El día 15 de junio y luego de varios cambios de posición, el combate lo encontraría en un pozo de tirador en las posiciones de Monte Harriet, lugar donde fue herido por una granada antitanque disparada por tropas de la Compañía L del 42° Commando de los Royal Marines, siendo asistido por elementos de la sanidad británica y custodiado como prisionero de guerra por el entonces soldado Andy Damstag quien, lo guareció detrás de un montículo rocoso. Antes de ser evacuado, el inglés tomó el casco de Pereyra y se lo llevó como recuerdo de aquel momento. Ahora Damstag creyó conveniente que, luego de 37 años, el casco vuelva a su dueño, el ahora suboficial principal (R) VGM Héctor Pereyra.
¿Qué nos puede contar de la ceremonia?
-Nos congregamos por un motivo muy especial. Primero, porque es el día de la Sanidad Militar y me invitaron a esta formación. Aparejado a esto, ocurrió también la entrega del casco que yo utilicé en el año ’82 durante el conflicto de Malvinas. Pasaron 37 años en manos de quien en ese momento era enemigo y que al despojarme de todos los elementos una vez que fui tomado prisionero, y antes de ser evacuado por haber estado herido, toma mi casco y se lo lleva durante esta cantidad de años. Sin embargo, este año tomó la decisión de devolvérmelo. Ese soldado veterano inglés era quien me estaba custodiando cuando estaba como prisionero y, al mismo tiempo me cuido al estar herido.
¿Qué recuerdos tiene de aquel momento cuando le da el casco?
-Yo había caído herido porque las líneas británicas nos estaban sobrepasando. Nosotros hacíamos una defensa en el Monte Harriet y, en el fragor del combate, cae una granada dentro de la posición. Ahí caímos dos heridos: un suboficial, que me acompaña hoy, y yo; los dos caímos heridos. A mí me saca de la posición un soldado de nuestra sección, que es quien me salva la vida. Yo tenía una herida muy profunda, tenía una fractura expuesta de tibia y peroné con una hemorragia muy profunda, así que prácticamente me estaba desangrando.
Una vez que los británicos se dan cuenta que estábamos vivos, tanto yo como el soldado que me sacó de la posición, nos curaron, nos asistieron, nos colocaron morfina, nos dieron agua, etc. El soldado inglés que hoy me devolvió mi casco, Andy Damstag, me estaba custodiando. Cuando a mí me bajan del cerro, ya herido, él agarra mi casco que había quedado cerca mío y se lo lleva a su país cuando finalizó la guerra. Ahí lo tuvo durante 37 años.
Ahora con él se ha entablado una amistad a partir de septiembre cuando nos comunicamos por primera vez. Somos amigos de diferentes ideologías, de diferentes países, de diferentes idiomas, pero somos amigos.
¿Pensó en algún momento, durante estos 37 años, cuándo iba a ser el día que recupere su casco?
-¿Vos sabés que no? nunca me pregunte por la existencia de este soldado al que nos referimos cuando a mí me bajan herido del cerro. En ese entonces le di la mano y nos saludamos. No me acordaba ni del nombre ni de la cara; era un soldado que me estaba controlando. Se va y nunca más supe nada hasta hace un mes atrás.
¿Cómo tomó la noticia del retorno de su casco?
-Fue grandioso por un lado y lo primero que pensé fue: “¡Pucha! ¡Caramba! ¿Cómo? Después de esta guerra también hay actos heroicos, nobles como este”. Porque él pudo habérselo quedado tranquilamente y, aparte, a él no le interesaba lo que pasó. Sin embargo, y gracias a que acá adentro de este casco están las inscripciones con mi apellido, nombre, grado y número de documento, él entró a rastrearme y gracias a Marta Ransanz, una mujer malvinera de corazón, yo logré reunirme con mi casco.
En este mes y medio a partir de que se comunicó con el soldado inglés, ¿qué se le pasaba por la cabeza?
-Muchísimas cosas. Fue una cuenta regresiva. Gracias también al coronel (R) VGM Jorge Zanella, que intervino junto con Marta, hicieron todo esto para que el casco llegara. Arribó hace dos semanas y lo tuvieron hasta esta ceremonia, donde me lo podían entregar de una manera más formal.
¿Qué sintió su familia cuando se enteraron de esta historia?
-Estaban todos muy emocionados, sobre todo mi señora. Tengo dos hijos adultos que viven por su lado y yo vivo solo con ella. Era hablar todos los días de lo mismo: del casco, de esta ansiedad que hasta hoy existe. Venía manejando para acá y te puedo asegurar que venía temblando porque no sabía cómo iba a reaccionar. Esto ya dejó de ser un objeto metálico de protección del soldado y pasó a ser un símbolo de que hay actos buenos y nobles después de una guerra.