El Grupo Conservacionista de San Pedro identificó tres manuscritos en los que el general Lucio Mancilla*, el oficial de alto rango Francisco Crespo y Juan Manuel de Rosas aportan este dato sobre las baterías de cañones utilizadas durante la Guerra del Paraná.
BUENOS AIRES.- A pocos días de haberse conmemorado un nuevo aniversario de la Vuelta de Obligado, el Grupo Conservacionista de San Pedro reveló esta información que permite agregarle color a dicho momento histórico y a los futuros manuales.
Los tres documentos están depositados en el Archivo General de la Nación. El director del Museo San Pedro José Luis Aguilar comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que las tres cartas tienen una fecha posterior a la Batalla de Obligado y, en dos de ellas, le solicitan a la Comandancia de Rosas en Santos Lugares las partidas de pintura para pintar y repasar los soportes de su artillería.
Aguilar, también fundador del Grupo Conservacionista de San Pedro, relató la sensación que tuvo al realizar este descubrimiento sobre el color de la artillería: “Es como si la historia, de repente, cobrara vida”.
La recordada batalla en Vuelta de Obligado se produjo el 20 de noviembre de 1845, en tanto que la primera de las notas tiene fecha posterior, del 29 de diciembre de ese mismo año, y fue escrita en San Nicolás por el oficial de alto rango Francisco Crespo.
En esta primera nota, se solicita provisión de pintura para “pintarse y repasarse las cureñas y el armón de la artillería volante”. Crespo pide con urgencia pintura colorada, blanca y negra, junto a aceite de linaza, aguarrás, lona, tachuelas y los pinceles necesarios.
La segunda nota fue realizada en enero de 1846, desde Rosario, por el general Mancilla. Respecto a su apellido, se suele escribir “Mansilla”, en tanto que desde el Museo de San Pedro prefieren respetar la voluntad de quien firmaba sus mensajes con la letra “c”, iniciativa respaldada por la Ordenanza 6.027/12 del HCD de San Pedro.
En su carta, Mancilla solicita expresamente “los artículos que son necesarios para pintar los cañones nuevamente montados”. Que eran: dos barriles de pintura punzó (rojo fuerte); un barril de pintura negra, de una arroba; dos garrafones de aceite de linaza; un garrafón de aguarrás; dos arrobas de tiza para masilla y cuatro pinceles.
Desde el Grupo Conservacionista de San Pedro explicaron que la arroba equivale a unos 11 kilogramos como unidad de masa en el caso de la tiza solicitada. En tanto, para la pintura, equivale a unos 12,5 litros como unidad de volumen.
La tercera carta fue escrita en Buenos Aires y es la resolución del Gobernador Juan Manuel de Rosas respecto al pedido hecho por Mancilla, en la cual ordena al Edecán Antonino Reyes, en Santos Lugares, el envío de los materiales solicitados. “En este documento, se reiteran, uno por uno, los materiales pedidos por Mancilla”, describió Aguilar a la Agencia CyS-UNLaM.
A la guerra sin camuflaje
Habrá quien diga que guapos eran los de antes, capaces de ponerle el pecho a las balas o a los cañonazos. Porque, ahora, quienes van a las batallas, utilizan vestimentas que les ayudan a camuflarse con el entorno, mientras que, en aquel entonces, aquellos patriotas usaban colores llamativos y hasta furiosos.
El director Aguilar opinó que “indudablemente, el pedido de unos litros de pintura por parte de un oficial de alto rango y del comandante en jefe, y la respuesta del gobernador mismo, denota la relevancia que se le daba a los colores con los cuales se destacaban las fuerzas desplegadas en combate”.
“Al contrario de la lógica militar surgida en el siglo XX y perfeccionada en la actualidad, donde el camuflaje debe ser lo más perfecto posible, en la Guerra del Paraná, sin escapar a la usanza de la época, primó todo lo contrario”, analizó Aguilar.
No sólo los uniformes estaban confeccionados con colores fuertes y vivos (Patricios, Colorados del Monte) sino, como lo demuestran estas cartas, también las piezas de artillería emplazadas en el campo de batalla.
Aguilar consideró que en algunos casos, el rojo en la ropa de los soldados también servía para disimular la sangre de las heridas. “En este caso, el pintar de rojo, negro y blanco a la artillería utilizada, tal vez buscaba sobredimensionar el poder de fuego que se tenía haciéndolas bien notorias a los ojos de los enemigos”.
El equipo del Museo Paleontológico de San Pedro trabajó con el ilustrador Miguel Lugo de la ciudad de Ramallo para realizar una interpretación de cómo habría distribuido Mancilla esos colores en su artillería (ver galería de imágenes).
De acuerdo a esas estimaciones, el rojo, como color principal del ejército federal, habría sido utilizado en las cureñas o cuerpos de madera que poseían los cañones. Y el negro, recubriendo el cuerpo cilíndrico del cañón en sí.
El color blanco podría haber estado reservado para destacar accesorios metálicos de las piezas de artillería, como las masas de las ruedas, sus llantas, el gancho de arrastre y el calibrador de ángulo de tiro.
Esta interpretación brinda una imagen muy llamativa de la artillería que la destacaría entre el verde circundante de la vegetación presente en las barrancas de la Vuelta de Obligado.
Según indican desde el Museo de San Pedro, estas tres cartas representan un caso prácticamente inédito en la historia argentina donde se pueden conocer los colores utilizados para pintar las piezas de artillería en una batalla y son el primer registro, asociado a la Guerra del Paraná, en el que aparece expresamente documentado el uso de pintura para resaltar las baterías.