Llamado a tener una carrera política destacada desde la cuna, la astucia de Julio César y su determinación le permitieron convertirse en uno de los nombres propios de la historia de la Humanidad.
Inmersa en los conflictos de una República romana crepuscular, la juventud de Cayo Julio César es la etapa menos conocida de su biografía. Recogida en pocas fuentes, es de gran interés para comprender su carrera futura. Los conflictos políticos de estos años nos muestran la corrupción que asolaba Roma; las traiciones y asesinatos eran cotidianos.
En estos tiempos, el otrora más uniforme Senado romano se encontraba dividido en dos facciones irreconciliables. Por un lado, los optimates, muy relacionados con la vieja aristocracia senatorial, buscaban mantener el estado bajo su único control. Por otro lado, los populares, quienes contaban con el apoyo del pueblo.
No hay que pensar que estos populares fuesen ellos mismos miembros de la plebe, sino que trataban de utilizar sus asambleas a su favor. Entre sus miembros, abundaba el llamado ordo equester, una suerte de clase media.
La familia de Julio César
En gran medida, la carrera política de César vendría marcada por sus contactos familiares. La familia Julia era un linaje antiguo y prestigioso, pero venido a menos. Su padre era senador y estaba relacionado con el grupo popular por el matrimonio de su hermana con Cayo Mario. Mario, siete veces cónsul, el cargo más importante de la República, se había convertido en el hombre fuerte de Roma y aseguraba una buena posición para sus familiares.
El escaso patrimonio de su familia fue subsanado, rápidamente, con la promesa matrimonial que convino con Cosucia, la hija de un caballero adinerado. Toda su formación iba orientada a la vida política. Versado en los clásicos, parece que pronto mostró habilidades literarias y oratorias que luego plasmaría es sus escritos. Pese a no ser muy robusto, recibió un exhaustivo entrenamiento físico, convirtiéndose en un hábil jinete y un abnegado militar.
Una madre modélica
Además de sus influencias paternas, César fue en gran medida deudor de los consejos de su madre, Aurelia. Su familia, los Cota, era igualmente prestigiosa.
Su respeto por la tradición romana y severidad en las virtudes morales del momento fueron heredados por César, que gozó reconocimiento por ello. La prueba más grande de la admiración que sentía por su “matrona” fue el inusual cariño que le demostró en vida.
Convulsos inicios de una célebre carrera
En el año 84 a.C., moriría el padre de Cayo, convirtiéndose este en el pater familia según la tradición romana. Sería también su decimosexto cumpleaños y, por tanto, su acceso a la edad adulta.
En una ciudad dominada por Cinna, sucesor de Mario, repudiar a su prometida y casarse con la hija de este, Cornelia, le procuró un rápido ascenso. En medio de las purgas a los partidarios de los aristócratas, se le otorgaría el cargo sacerdotal de flamen dialis.
Pero no toda Roma apoyaba a Mario y Cinna, frente a ellos se alzaba Sila, un militar de equivalente éxito y poder político. En el 83 a.C., Sila volvió a la Urbe después de guerrear en las provincias. Exigió poderes dictatoriales y comenzó a depurar a sus adversarios, el propio entorno de Julio César. Tal vez fue por su juventud, tal vez por su cargo sacerdotal, tal vez por su apariencia inofensiva, tal vez por la poca riqueza que podían arrebatarle, pero el muchacho logró escabullirse.
Pero el matrimonio de César con Cornelia era un inconveniente; si quería la amistad de Sila debía repudiarla y casarse con su sobrina. Quizá más movido por amor que por inteligencia política, lo cierto es que César se negó.
Su única alternativa fue huir de Roma y vagar por el norte de Italia. Contrajo la malaria, sobornó a varios soldados para no ser entregado, e incluso fue capturado por piratas, pero nada quebró su determinación.
Parece que de cualquier adversidad se puede obtener un beneficio, y César obtuvo dos. Por una parte el dictador le arrebató su orden sacerdotal. Esta le otorgaba cierta inmunidad, pero también le prohibía explícitamente ocupar cargos políticos para ascender en su carrera o participar en acciones militares. Por otro lado, sus influencias en la provincia de Asia Menor le permitieron combatir en Lesbos.
Con la muerte de Sila en el 78 a.C., César regresó a Roma como un héroe militar y libre de trabas para comenzar su fulgurante carrera política. El resto de la vida del aparentemente inofensivo y frívolo joven es historia.