La vida animal, dotada de movimiento autónomo, se caracteriza por cambiar de lugar, forma y aspecto infinitas veces a lo largo de una generación, y los cambios en las frecuencias de luz, sumados al continuo cambio de lugar y posición de nuestros cuerpos, hacen que los datos brutos de todo lo que percibimos sea un caos imposible de entender.
La Pareidolia como forma de encontrar significados
Por suerte, nuestro cerebro está equipado con algunos mecanismos para reconocer patrones y continuidades en medio de todo ese desbarajuste sensorial. Las redes neuronales son el medio perfecto para crear sistemas que se activen siempre igual ante estímulos aparentemente distintos. De ahí, que podamos reconocer a las personas próximas a nosotros a pesar de sus cambios físicos y psicológicos. De ahí también que podamos aplicar estrategias similares en diferentes contextos, aplicar lo aprendido a situaciones diferentes e incluso reconocer un plagio en una pieza musical. Sin embargo, esta capacidad tiene también un efecto secundario muy llamativo que recibe el nombre de pareidolia.
La pareidolia es un fenómeno psicológico consistente en el reconocimiento de patrones significativos (como caras) en estímulos ambiguos y aleatorios
Giro fusiforme: nuestro radar de rostros
Nuestros cerebros están dotados de unos circuitos específicos que se activan para procesar la información visual relativa a las caras de manera distinta al resto de datos, y la parte del encéfalo que contiene estos circuitos es también la responsable del fenómeno de la pareidolia.
Esta estructura se llama giro fusiforme, y en cuestión de centésimas de segundo nos hace ver caras allí donde las hay, pero también allí donde no las hay. Además, cuando ocurre esta segunda posibilidad no podemos evitar tener la fuerte sensación de estar contemplando a alguien, aunque ese alguien sea en realidad un grifo, un peñasco o una fachada. Ese es el poder subconsciente del giro fusiforme: lo queramos o no, se activará cada vez que veamos algo que recuerda vagamente a un rostro. Es la contrapartida por haber diseñado un cerebro que está preparado para enfrentarse a gran cantidad de estímulos cambiantes e imprevisibles.
Así que, aunque por culpa de estas pareidolias a veces nos sintamos vigilados… y aunque a veces notemos que nos hemos perdido un chiste…
es bueno recordar que estos fenómenos tienen su razón de ser en el trato especial que nuestro cerebro dispensa a los patrones que pueden leerse en pleno ir y venir de imágenes confusas. Nuestros cerebros nos hacen sabios, pero la naturaleza hace útiles a nuestros cerebros.