Eduardo Olivero, el científico argentino que descubrió los restos del primer dinosaurio en la Antártida durante la campaña de verano de 1986, fue distinguido por el gobernador de Tierra del Fuego, Gustavo Melella, durante un acto oficial donde se destacó la importancia del descubrimiento.
USHUAIA.- Eduardo Olivero, considerado una de las eminencias de la investigación antártica y fueguina, recibió una plaqueta recordatoria del hallazgo paleontológico que puso a la geología antártica argentina en el mapa mundial.
Olivero es doctor en geología, investigador superior del Conicet (a través del Centro Austral de Investigaciones Científicas con sede en Ushuaia) y profesor titular de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego (UNTDF).
Hace 35 años encontró en la Isla James Ross, en el nordeste de la península antártica, los restos de un Anquilosaurio, un dinosaurio herbívoro de 11 metros de largo por 2,5 metros de alto y 4 toneladas de peso.
El descubrimiento ayudó a demostrar que alguna vez la Antártida estuvo unida al resto de las masas continentales, algo que hasta ese momento se suponía, pero no podía ser comprobado.
El Gobierno fueguino premió al experto “por su invalorable contribución al conocimiento geológico y paleontológico de la Península Antártica y de los Andes Fueguinos, así como también por haber desarrollado en nuestra provincia bicontinental una labor científica reconocida internacionalmente”, indican los fundamentos de la distinción.
“Para nosotros es un orgullo que en Tierra del Fuego existan científicos de esta magnitud, sobre todo porque representan un impulso para que otros especialistas se sumen a este trabajo tan importante”, afirmó Melella durante el acto realizado en la Casa de Gobierno fueguina.
El Gobernador llamó a “poner en valor” a los protagonistas de este tipo de acontecimientos que “son parte de nuestra historia y aportan a la construcción de soberanía en la región”.
Por su parte, Olivero agradeció la distinción y dijo que el reconocimiento lo “llena de honor”, después de casi medio siglo de trabajo dedicado a reconstruir la historia geológica, oceanográfica, climática y de los recursos naturales del continente antártico.
El científico recordó que durante la campaña en que se produjo el hallazgo se cruzaron con un contingente de investigadores británicos, que llegó a estar a 20 metros del sitio exacto donde fue descubierto el dinosaurio.
Sobre ese momento, Olivero dijo que había “un sol radiante con reflejos dorados que me hicieron recordar el paisaje del parque de Ischigualasto o Valle de la Luna, donde yo había estado hacía poco y que es un lugar clásico de dinosaurios en la Argentina”.
“Por eso hice la conexión. Caminé 500 metros al lado de la huella del cuatriciclo de los británicos y encontré parte de la mandíbula y un diente del dinosaurio”, rememoró el geólogo que vive en Ushuaia desde 1992, durante una entrevista con Télam.
El hallazgo tomó trascendencia mundial cuando se publicó en el suplemento científico de The New York Times, mientras que el esqueleto fue reconstruido y se exhibe todavía en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata donde, además, dos especialistas lo bautizaron con el nombre de “Antarctopelta Oliveroi”, en alusión final al apellido de su descubridor.