Los errores son parte de la vida. Todos tenemos que ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo. Alguien dijo que el camino al éxito está pavimentado de errores.
José Capablanca, el campeón cubano de ajedrez, decía: “Un partido perdido me enseña más que cien ganados”. No hay éxito sin fracaso y sin error. Por eso, el error es un proceso de aprendizaje y debemos amigarnos con él. Por supuesto, nadie quiere cometer errores, pero es parte del camino de la vida y no hay que temerle. Al error, podemos tratarlo de varias maneras. La primera es negarlo, lo cual es una posición infantil. “Yo no me equivoqué”, dice la persona y no le gusta que le marquen sus equivocaciones porque reacciona como un niño.
Otras personas se enojan frente al error porque tienen una especie de herida de narcisismo. “Me marcaste el error… ya te voy a pasar factura”. Esta actitud se debe a la creencia de que el error es signo de debilidad o porque el otro ha tocado la débil estima de quien se equivocó.
¿Cuál es la actitud madura de tratar el error? Saber que este es solo un dato que me enseña y yo puedo transformar en crecimiento. Así, le coloco al error un guardapolvo y lo convierto en mi maestro. No le vuelco estima, no me victimizo, diciendo frases tales como: “no sirvo para nada”, “soy un desastre”, “nadie me va a querer”. Cuando me equivoco, sencillamente escucho la corrección y mejoro hacia adelante.
Siempre las correcciones en nuestra vida deben ser para adelante. Recordá: todos nos equivocamos porque es parte de la vida. ¡Nadie es perfecto! Lo ideal es aprender porque todos podemos atestiguar que nuestros mejores éxitos son y fueron, ex errores de los cuales aprendimos una lección. A veces, aprendemos por enseñanza o revelación; y a veces, aprendemos por dolor. Por otro lado, nunca deberíamos apresurarnos en corregir los errores de los demás. Hay que tomarse un tiempo para analizar la situación y nunca hacerlo públicamente porque a nadie le gusta que le toquen su estima. Alguien dijo que hay que corregir en privado y felicitar en público. Cuando nos apresuramos a marcar los errores ajenos, cuando nos enojamos, cuando condenamos, cuando insultamos, nos estamos parando en un lugar de omnipotencia, pues sentimos que los únicos capaces de equivocarse son los demás.
Quien actúa de este modo suele ser una persona ansiosa que precisa construir en el otro una imagen idealizada de “no error”, como un gurú que no tiene falencias. Es por esa razón que algunos, al ver el error en el otro, no lo pueden creer y expresan: “Me falló, me desilusionó. No esperaba eso de él o ella”.
Para no sufrir frente a nuestros errores, tenemos que ser humildes, lo cual implica que uno siempre está dispuesto a aprender. Todos podemos desarrollar el hábito de decir: “No sé, me equivoqué, enseñame”. Dicha actitud hace que nunca caigamos en la burla ni el ataque ni la exageración frente a los errores de los demás. Todos hacemos bien ciertas cosas, más o menos otras y muy mal otras. Y todos portamos un cartel invisible que dice: “Estoy en construcción, sigo aprendiendo”.
Acerca de Bernardo Stamateas
Nacido en el barrio porteño de Floresta y de ascendencia griega, Bernardo Stamateas tiene habilidad para el ajedrez, el clarinete y el saxofón. Luego de cursar la secundaria en los colegios Larroque y Mariano Moreno, estudió Licenciatura en Psicología en la Universidad Kennedy. Es Sexólogo Clínico. Hace dos años que es Doctor en Psicología, recibido en la Universidad del Salvador, Buenos Aires.
Es Pastor de la Iglesia Bautista Ministerio Presencia de Dios, en el barrio de Caballito, Ciudad de Buenos Aires. Destacado escritor y conferencista a nivel nacional e internacional, recorrió seis veces el territorio argentino gracias a sus conferencias. Sus libros hoy son leídos por todos los sectores de la sociedad. Varias de sus obras se convirtieron rápidamente en best sellers del mercado argentino. Visitó todo el territorio argentino brindando asesoramiento y capacitación, como cientos de charlas abiertas al público en general en las ciudades más importantes de nuestro país. Su nombre es referencia obligada a la hora de hablar de liderazgo y superación personal.