Este ritual se celebra desde épocas ancestrales y en medio de una pandemia que afecta a todo el planeta sigue sin perder su devoción. Víctor Ataliva y María Lorena Cohen, del Instituto Superior de Estudios Sociales, describen la antigua ceremonia de la Pachamama.
RIO GRANDE.- La Pachamama se considera una de las entidades sagradas más importantes, a ella se acude y se la venera en los más diversos contextos.
El 1° de agosto constituye una fecha clave en el calendario ritual y agrícola-ganadero con una ceremonia ampliamente difundida desde puestos y corrales en los valles altoandinos y puna, pasando por hogares urbanos y rurales del Norte grande argentino hasta las barriadas del Gran Buenos Aires.
Ese día se la agasaja de diferentes maneras pero, en esencia, el ritual involucra algunas prácticas pautadas. Entre las más extendidas, en el noroeste argentino, se realiza un pozo en la tierra –en ocasiones se reactiva el empleado anteriormente– que representa la boca de la Pacha. A modo de agradecimiento se alimenta a la Madre Tierra con las producciones locales y aquellas que no son del territorio pero que son valoradas, se le ofrece agua, bebidas, coca y cigarros, ofrendas presentadas en una mesa ritual armada cerca de la boca. Todo lo anterior se efectúa en un marco celebratorio donde suenan cajas y se escuchan coplas, las que son acompañadas por el sahumado con vegetales aromáticos recolectados.
Agosto, alerta y cuidado
Agosto es un mes complejo: Acechan las enfermedades, la muerte y el frío invierno en las alturas. Por ello se consume té de ruda, para fortalecer las defensas (en el NEA, particularmente, con caña). Agosto es tiempo de siembra y a la vez escasean las pasturas naturales.
Pasado el mes, de a poco, comienzan a reverdecer los campos y montes (categorías que remiten a lugares con menor o mayor vegetación). Pero antes se debe atravesar agosto, el mes de la Pacha. Y esto se logra ofreciéndole lo que ella misma brindó durante todo un año; por ello ese mes la reciprocidad adquiere una gran valoración y es constitutiva de la relación entre humanos y la Pachamama. En este mes se renueva el valor de la gratitud y el gesto de brindar. Dar de comer a la tierra implica una entrega y la intención de ofrecer lo mejor. La preparación de la mesa ritual –y también de las comidas por parte de aquellas familias anfitrionas– y de las ofrendas para saciar a la Pacha, posibilita la protección y evita que esas bocas en el territorio traguen gente, producciones y hacienda. Por ello las ofrendas deben ser lo suficientemente generosas para eludir enfermedades y evitar pérdidas.
La Pacha no solo es tierra, también es tiempo. Y un tiempo duro, por ejemplo, en Antofagasta de la Sierra (puna catamarqueña). En agosto el paisaje y el tiempo se tornan peligrosos. La forma de contrarrestar o eludir ese tiempo es con ciertas materialidades –y el significado que portan– como las textiles. Así, se puede “engañar” al tiempo empleando un cordel confeccionado con hilados torsionados a la izquierda (una torsión opuesta con la que se elaboran la mayoría de los cordeles), esto es, cordeles reservados para el mundo ritual y ceremonial (al que denominan “zurdo” o llok’e) brindarán protección y serán colocados en las muñecas de puneñas y puneños, más aún, el efecto es mayor cuando es “overo”, es decir, si se emplean hilados de dos colores contrastantes (por ejemplo, blanco y negro).
De las alturas de la puna regresamos al Valle de Yokavil. Una comunera de Talapazo, Comunidad India Quilmes, expone las formas que adquiere la Pacha: “Nos alimentamos de nuestra Madre Tierra, como decimos nosotros, de nuestra Pachamama que nos guía… Vivimos de ella, creemos en ella… hasta la fecha se la ve que se transforma en un chivito overo, que salta entre las peñas, salta y salta… y juega ahí, cuando uno la va a ver, ya no está… no hay nada… y es la Pachamama; a veces se la ve como una señora con trenzas largas”. Mientras que en la Comunidad Indígena Solco Yampa –en el bosque montano al pie y en las laderas orientales del Aconquija– una comunera advertía que la Pacha es la responsable de que los cazadores furtivos y los leñadores desaprensivos se desorienten y extravíen en el “monte”, (testimonios en el marco de la Ley 26.160, Tucumán, 2012-2013).
Pacha en pandemia
Por segundo año consecutivo esta conmemoración se realizó en el marco de la pandemia que transitamos a escala planetaria. Durante la celebración del año 2020 llevada a cabo en El Remate (Los Zazos), en la Comunidad Indígena Amaicha del Valle (Tucumán), el comunero Humberto Andrade reflexionaba sobre esta situación mundial y recordaba que todo aquello que nos rodea como el agua, las plantas, el viento, los animales, “tienen un espíritu” y que “así como la humanidad tiene derechos, ellos también”; remitiendo a los vínculos estrechos entre humanos y no humanos bajo el amparo de la Pacha. Por eso también todo abuso en el territorio no puede ser permitido, se debe recolectar y cazar lo que se necesita (como advertía la comunera de Solco Yampa); no se puede maltratar la hacienda –todo lo contrario–; mantener la armonía entre las personas y entre éstas y todos los seres es clave para resguardar la integridad de los vínculos en el territorio y con la Madre Tierra.
Durante esa ceremonia, Eva Arréguez, del Consejo de Ancianos durante la gestión del cacique Eduardo Lalo Nieva, también agradecía a la Pacha por la protección y ayuda a cada comunera y comunero de Amaicha, como así también por guiar al gobierno indígena. Aquí también puede valorarse la dimensión política de la Pachamama en los territorios: el Buen Vivir (Sumaj Kawsay) en Amaicha –como en otras comunidades y pueblos indígenas– solo puede ser posible en un marco de armonía entre los seres que habitan el territorio, humanos y no humanos, relaciones que inciden en las decisiones de su dirigencia política.
El 1° de agosto del 2021, en el puesto de Mario Reyes, y con los recaudos adecuados, la celebración nuevamente convocó a comuneras y comuneros del territorio amaicheño. Como lo registra el documental Pachamama en pandemia (2020-2021) las familias renovaron su compromiso con la Madre Tierra, la que se manifestó bajo la forma de lagartija. Ésta apareció en la propia boca de la Pacha. Se trata de un ser valorado por su capacidad de transitar por dos dimensiones (por debajo y por encima de la tierra), por estar tanto en las partes bajas del territorio como en las cumbres de los cerros. Como señala el excacique Lalo Nieva, “hoy se quiso manifestar así la Pachamama, que la veamos como algo vivo, que está viva… que convive con nosotros y que se puede mostrar de distintas maneras…”.
La Pacha, entonces, se revela de diversas formas, incluso durante pandemia. Tal vez allí radica uno de los secretos de su milenaria vigencia… a pesar de los imponderables, de tanta muerte y dolor arreciando, ella continúa presente cuando se la invoca y también, a veces, se presenta para quienes le agradecen y honran.