El 1 noviembre de 1974 abría sus puertas en Río Grande el Hogar San Vicente de Paul, que lleva el nombre de “Purísima Concepción”. Al inaugurarse, estaba a cargo de la hermana superiora de la Virgen Niña. Ese día ingresaron 6 personas y hoy la institución cuenta con 14 residentes. Es un ejemplo de solidaridad, trabajo y de continuidad de un camino tan interminable como el amor hacia el prójimo.
RIO GRANDE.- Un día como hoy pero del año 1974 abría sus puertas en esta ciudad el Hogar San Vicente de Paul, más precisamente en calle Ameghino 666. Esta es una institución que, día a día, y en silencio, realiza una noble labor al servicio de las personas mayores quienes, por diversas circunstancias, no cuentan con un hogar propio.
El Hogar San Vicente de Paul forma parte de la Sociedad de San Vicente de Paul de la República Argentina, asociación civil sin fines de lucro, con sede en Capital Federal y fue fundado en 1912.
Está formada por laicos y tiene por objeto el ejercicio de la caridad.
En Río Grande, esta entidad cuenta con un comisión administrativa que está integrada por su presidente quien es Rachel de Apolinaire. Diego Navarro es el vicepresidente primero a cargo de la comisión y Rogelio Antista el vicepresidente segundo. Mabel Yacobs es la secretaria, Pedro López revisor de Cuentas y el Dr. José Miguel González es el tesorero. Todos ellos están acompañados por siete vocales que son Alejandra Castellón Arrieta, José Nani Finocchio, Teresa de Antista, Cristina de Rogers, Emilio Sanz (de Tolhuin) y Miguel Caro, actual presidente del IPV.
Hoy hay 14 personas quienes pasan allí sus días, asistidas por personas especializadas entre los que se encuentran enfermeros, médicos, psicólogos, kinesiólogos y trabajadores sociales quienes se ocupan del bienestar de sus residentes.
Los 14 integrantes
David Cohin (95), residente desde que se inauguró el hogar
Luis Cotidiano (95)
José Ricardo López (93)
Juan Bautista Llauquen (89)
Azucena Lidia Ripoll (88), la única mujer
Avendaño Contreras Iroldo (88)
José Rupertino Quiñel (82)
Baldomero Oyarzo (79)
Cheuquemán Guerrero (79)
Juan Pedro Antiman Antiman (79)
Cuñuecar Manuel Antonio Güenel (79)
Pedro Godoy Anduncen (78)
Andrade Juan Segundo (78)
Valentín José Almonacid Olavarría (74)
Elba Nimer es trabajadora Social y es, además, quien hace que el hogar funcione en representación de la comisión administradora, recibió a El Sureño y explicó el funcionamiento y contó detalles de la cotidianeidad de la residencia. “Acá los abuelos pasan sus días de júbilo de manera natural y tratamos de que esos días transcurran de la mejor manera”. Nimer contó que “esta es una pensión de abuelos sanos y cada uno tiene una función dentro del hogar. Gracias a esa acción son individualizados y ellos sienten que ese lugar es propio y es su responsabilidad dentro de la casa. Ellos quieren sentirse útiles y con una actividad individual, lo logran. Eso los hace sentir bien. Entre las diversas tareas que realizan los abuelos.
El Sureño pudo apreciar que el espíritu es el mismo que tiene cualquier casa de familia donde la dignidad es el objetivo primordial.
Mucha gente trabaja para el hogar y conforman un equipo de nivel incomparable. Según explicaron quienes trabajan en el lugar, hay gente como Enrique Struzynski quien es una de las personas que repara casi todo dentro del San Vicente de Paul. “También está Néstor Arias que se dedica a mantener el equipo de calefacción junto a al Tano Sifalá”. Por otra parte este hogar cuenta con un asador oficial y esa función pertenece a Julio Rissopatrón. Con respecto al asado es un manjar que se les da a los abuelos de manera periódica y se incrementa en verano cuando el asado se transforma en corderos a las brasas o al asador.
Según Elba Nimer, “a los abuelos les gusta disfrutar de su casa y, esta es su casa. Ellos la cuidan, y colaboran con mantenerla en perfectas condiciones. De cualquier manera ninguno está encerrado y, muy por el contrario, ellos salen cuantas veces quieran y estamos muy tranquilos; siempre regresan porque este hogar es su nido y es donde se sienten cómodos”.
Todos los días visitan este hogar diversas personas quienes pasan un rato con los abuelos; “eso nos reconforta y se lo agradecemos a la sociedad riograndense”.
Al contrario de lo que el común de la gente podría suponer, el Hogar San Vicente de Paul no necesita nada y los abuelos viven una vida digna y muy tranquila.
De cualquier manera, quienes quieran colaborar con algo para los abuelos pueden hacerlo pero, los trabajadores del lugar recalcaron y recomendaron a esas personas que si tienen la necesidad de hacer algo por el hogar, que lo hagan ya que las puertas siempre están abiertas para recibir la visita de la comunidad, “pero les pedimos continuidad en esa acción que van a realizar porque los abuelos siempre se quedan esperando lo que se les promete y no las olvidan y si no se les cumple se entristecen.
La picada de los viernes
Elva Matoski es una exempleada de la firma Carrefour. Desde hace tres años, cada viernes a las 18:00 lleva una picada para compartir con los abuelos. “Esto de traer una picada para los abuelos fue un compromiso que tomamos con mis compañeros de Carrefour de traerles una canasta navideña. El 23 de diciembre de 2013 trajimos esa canasta. Pero nos enteramos que, por distintos motivos se habían quedado sin la picada de los viernes. El grupo de mis compañeros de la sucursal 142 nos comprometimos a traer una picada cada viernes. Al cabo de tres viernes me habían dejado sola pero lejos de enojarme, lo tomé como algo propio, como una iniciativa mía y como algo que yo tenía que hacer”.
Elva le confió a El Sureño que ella donó durante mucho tiempo a Unicef y en un momento dijo basta y cambió esa donación a Unicef por la picada de los viernes para el San Vicente de Paul. “Tengo el compromiso personal de traerles una picada a los abuelos cada viernes y me encanta hacerlo”, aseguró Matoski.
Finalmente aclaró que “esto lo haré hasta que Dios me dé vida porque yo me comprometí y no voy a dejar de hacerlo”.
Valentín: El huertero
Valentín José Almonacid Olavarría es uno de los abuelos más jóvenes que vive en el hogar San Vicente de Paul. El tiene 74 años y desde hace tres años es el encargado de la huerta que existe en el lugar.
“Me gusta sembrar, me gusta estar entre las plantas. En el campo trabajé mucho en las quintas y me gusta trabajar la tierra y mantener las plantas”.
La huerta se llama Bernardo Ñanco en honor al primer abuelo que trabajó en esa huerta. “Bernardo estuvo como 10 años con esta huerta y cuando falleció me quedé yo”, expresó Valentín, quien mostró orgulloso las plantas de frutillas, acelgas y lechugas, entre otras plantas y flores. “Realmente la pasamos muy bien”, dijo.
“El Chule”
Baldomero Oyarzo (79), más conocido como “el Chule”, hace 9 años que está en el hogar y, al hablar con El Sureño, dijo que en el lugar se vive muy tranquilo. “Esta es mi familia y acá tengo a mis compañeros. Realmente estoy muy contento de estar acá”. Contó además, que “acá no nos podemos quejar de nada porque nos cuidan, nos dan de comer, y nos protegen todo el tiempo. Yo estoy muy agradecido y en especial con la señora Elba porque ella siempre nos ayuda.
Contó que fue trabajador de pintura y soldadura en distintos lugares de la provincia. Hoy es el encargado de ir hasta el supermercado a buscar el pan. “Todos tenemos asignada una tarea acá y lo hacemos con muchas ganas”. Indicó además que “acá tenemos la libertad de hacer lo que nos dé la gana. Yo salgo todos los días pero siempre vuelvo a mi casita”, dijo finalmente el abuelo.
José Ricardo, uno de los más viejitos
José Ricardo López (93) es uno de los abuelos más viejitos que integra el plantel de los 14. El llegó desde Chile a la provincia, cuando era territorio. “Trabajé en el pueblo y luego en las estancias. Trabajé muchos años hasta que me puse un poquito viejo. Luego me dieron mi jubilación y el patrón no quería que yo me quede en la estancia porque tenía miedo de que sufriera un accidente. Luego me fui a Tolhuin. Al poco tiempo me consiguieron la oportunidad de estar en este lugar y acá me quedé hace aproximadamente 7 años. En el hogar nos lavan la ropa, nos planchan, nos dan de comer, estamos calentitos y limpios; qué más queremos”, se preguntó José. La función asignada para José es la de mantener algunas plantas de interior y mantener limpia la pecera. “Es muy lindo que a uno le den una tarea porque así uno se siente útil”. Finalmente aseguró que “en este hogar estoy tranquilo y feliz, creo que a mi edad, mejor no podemos estar”.