Se cumplieron 52 años de la Base Marambio

El 29 de octubre de 1969 se gestó uno de los hitos más importantes de la Fuerza Aérea: la inauguración de una base antártica con pista de aterrizaje en una ubicación privilegiada que permitió romper con el histórico aislamiento de la Antártida.

USHUAIA.- En 1949 la Secretaría de Aeronáutica creó una comisión para estudiar y planificar vuelos sobre el sector Antártico que reclamaba la Argentina. Se apuntaba, principalmente, a consolidar el principio jurídico de ocupación del territorio y la reafirmación de la soberanía nacional del mismo.

En 1951 la Fuerza Aérea constituyó el Grupo de Tareas Antárticas con el fin de proyectar y ejecutar las operaciones aéreas de apoyo a una expedición científica a la Antártida que el Poder Ejecutivo Nacional había dispuesto; para ello, se le asignaron los aviones Avro Lincoln LV-ZEI, un Avro Lancastrian y el Douglas C-47 T-20.

A principios de diciembre de 1952 se creó la Fuerza Aérea de Tareas Antárticas (FATA) con el objetivo de agrupar en Río Gallegos todos los medios aéreos, técnicos y logísticos durante la Campaña Antártica de Verano y ejecutar las operaciones aéreas sobre la Antártida. Su primer jefe fue el vicecomodoro Gustavo Argentino Marambio.

En 1967 la Fuerza Aérea Argentina llevó adelante el operativo “Tierra de San Martín” con el fin de estudiar la factibilidad de un terreno apto para operar con aeronaves de gran porte, con ruedas. Se efectuaron vuelos de reconocimiento y aerofotográficos en distintas zonas, y se obtuvo un mosaico fotográfico de la isla Vicecomodoro Marambio (ex Seymour Island), que parecía la localización ideal para construir una base y pista de aterrizaje debido a la meseta que coronaba la isla, de 14 por 8 kilómetros, a 200 metros sobre el nivel del mar. Su ubicación, no muy alejada del continente, permitiría ejecutar rápidas evacuaciones médicas, traslado del personal de dotación y efectuar vuelos logísticos, rompiendo así el histórico aislamiento de la Antártida.

El 25 de noviembre de 1968 el Bell UH-1H H-11 de la Fuerza Aérea, despegaba del rompehielos ARA General San Martín y más tarde se posaba en la meseta de la isla Marambio.

En abril de 1969 se ejecutó la Operación “Skúa” en la que participó, entre otros aviones, el C-130 TC-62 que realizó lanzamiento sobre la Estación Aeronaval “Petrel”. Uno de los objetivos era probar el nuevo aparato (incorporado a la I Brigada Aérea el año anterior) en vuelos de reconocimiento, enlace, traslado de personal y adiestramiento de las tripulaciones. Por su parte, el DHC-6 Twin Otter T-85, efectuó un reconocimiento y relevamiento fotográfico de la isla Marambio.

Se conformaron dos campamentos, el “Beta”, en la playa de la bahía, que serviría de apoyo logístico al segundo; el “Alfa”, que se instalaría el 31 de agosto sobre la meseta ubicada al Noreste de la isla. Finalmente, ambos grupos se concentraron en la meseta para trabajar en la construcción de la pista, mientras el Beaver los abastecería por aire.

Instalados en una planicie desértica, en completa soledad, viviendo en carpas de reducidas dimensiones (con capacidad para dos personas) enfrentando tormentas de viento y nieve y bajísimas temperaturas, comiendo enlatados y tomando agua de deshielo, trabajando a destajo sobre un suelo pedregoso y de barro congelado o permafrost, avanzaron a pico, pala, barretas y voladuras de trotyl en la construcción de la tan ansiada pista durante cuatro meses.

El vicecomodoro (R ) Mario Licciardello recordaba las dificultades que los integrantes de la Fuerza Aérea tuvieron que afrontar para construir la pista: “Se cumplían los dos meses de permanente supervivencia y sudor, con voluntad y espíritu de equipo, rodeados de cientos de piedras, rocas, hielo, chorrillos y barro; sin noción del tiempo, en el frío que nos quemaba y el silencio del silencio, aislados, sin correspondencia, alejados del mundo exterior como presos picapedreros, con una pequeña radio galena y una antena precaria, con un mástil de caña coligüe donde se colgaba nuestra bandera estrujada por el vendaval, alcanzábamos a escuchar una emisora chilena de Punta Arenas”.

“Iniciadas las tareas sobre la meseta ininterrumpidamente por el mismo clima reinante, soportando tormentas de nieve y viento, se talló durante cuatro meses, sobre un terreno minado de rocas, milenariamente congeladas, seleccionando y volando pedazos con explosivos de los elementos más grandes, eliminando con picos, masas y barretas los obstáculos, montículos y piedras de superficie irregular, rellenando desniveles y sus vacíos con las herramientas más precarias, donde a los picos se les doblaban las puntas, sobre un terreno dificultoso de perforar, mezcla de hierro, rocas y pedregullo”, afirmó Licciardello.

El 25 de septiembre de 1969, cuando la pista había alcanzado 300 metros, el monomotor DHC2- Beaver matricula P-03 con el jefe del Grupo Aéreo de Tareas Antárticas vicecomodoro Mario Luis Olezza a bordo, realizó el primer aterrizaje con ruedas de un avión de la Fuerza Aérea Argentina en la Antártida.

Le siguió dos días después el C-47 TA-05, y el 14 de octubre, cuando llegó a 700 metros, aterrizó con ruedas el DHC-6 Twin Otter T-85; todos esos aviones procedían de la Base “Teniente Matienzo”.

Al llegar a 900 metros de longitud por 25 de ancho, se la señalizó con banderolas a ambos lados cada 50 metros y chapas de aluminio pintadas de rojo, y además, se despejó al costado un área de 100 metros por 30 metros para el estacionamientos de los aviones, señalizada con banderolas amarillas.

El 29 de octubre de 1969, en horas de la mañana, procedente de Río Gallegos, aterrizó en la pista semipreparada el Fokker F-27 Troopship TC-77, que inauguró oficialmente la Base “Marambio”. El aparato trasladaba una comitiva encabezada por el ministro de Defensa e integrada por autoridades civiles y militares.

La tripulación del TC-77 estuvo compuesta por el vicecomodoro Ervin Roberto Kern, comandante de aeronave; mayor Enrique José Sanzo, copiloto; mayor Elvio Eder Duval Vaira; mecánicos suboficiales ayudantes José Luis Altamiranda y Pedro Bessero, y el suboficial ayudante Héctor Tomás D’Onofrio como auxiliar de carga y despacho.

La ceremonia fue breve. Se izó el pabellón nacional, se cantó el Himno y el ministro de Defensa, Rafael Cáceres Monié, pronunció palabras alusivas.

Desde entonces, la Base “Marambio” cumple un rol fundamental, ya que permitió romper el aislamiento geográfico y climático del continente blanco, y abrió las comunicaciones vedadas por las condiciones de los hielos en el mar durante las épocas invernales.

A la vez, fue y es un punto de apoyo logístico fundamental para las expediciones y actividades científicas y técnicas nacionales e internacionales de paleontólogos, glaciólogos, biólogos, sismólogos, vulcanólogos y meteorólogos, entre otros. Finalmente, la Base “Marambio” contribuye a reafirmar la presencia argentina en la Antártida.

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