El 24 de febrero, por orden del presidente Vladimir Putin, fuerzas de Rusia acumuladas en la frontera asaltaron el país desde tres frentes. Desde entonces el conflicto se ha vuelto familiar para todo el mundo gracias a su omnipresencia en los medios y a efectos económicos que trascienden a Ucrania.
BUENOS AIRES.- La guerra de Rusia en Ucrania cumple este jueves su primer mes convertida en la invasión terrestre más grande y la peor crisis humanitaria en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, y en la mayor amenaza en décadas a la paz y la economía del planeta.
El 24 de febrero, por orden del presidente Vladimir Putin, fuerzas de Rusia acumuladas en la frontera con Ucrania asaltaron el país desde tres frentes, bombardeando blancos militares en las ciudades más grandes del país, incluyendo Kiev, la capital.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, impuso la ley marcial y decretó la movilización general de las fuerzas armadas.
Desde entonces, el conflicto se ha vuelto familiar para todo el mundo gracias a su omnipresencia en los medios y a efectos económicos que trascienden a Ucrania, ejemplificados por un aumento exponencial en los precios de la energía y los alimentos.
Tras cuatro semanas, Rusia controla la periferia noreste, este y casi todo el sur de Ucrania, y rodea Kiev, la oriental Jarkov y sobre todo, la sureña y portuaria Mariupol, convertida en símbolo de la destrucción y el padecimiento causados por la invasión.
Ucrania ha mostrado una mayor capacidad de resistencia que la esperada, al menos por Occidente, y todavía mantiene en pie gran parte de sus defensas antiaéreas y no ha perdido control de su espacio aéreo frente a la más poderosa aviación militar rusa.
En tierra, ante un Ejército mucho mayor y mejor equipado, su estrategia se basa en ataques relámpago estilo guerrilla, o de “guerra asimétrica”, a las columnas acorazadas rusas, con misiles antitanques, artefactos explosivos improvisados y armas ligeras.
La táctica de Rusia replica la que usó recientemente en Siria: una guerra de desgaste con asedios y ataques de artillería y aéreos a los que ha sumado el disparo de misiles de largo alcance desde barcos en el mar o desde el espacio aéreo ruso.
A falta de información oficial, las bajas militares son un misterio, aunque se calculan en por lo menos varios cientos por bando, e incluso algunos miles para el caso de las fuerzas rusas, sobre todo las terrestres, más expuestas a los ataques.
Reacciones internacionales
Estados Unidos y otros países que apoyan a Ucrania se han abstenido de intervenir militarmente y han optado por aplicar sanciones económicas a Rusia, pero el riesgo de una conflagración paneuropea, o mundial, crece cada día de guerra, y ya van 29.
Las sanciones pusieron de rodillas una economía rusa ya de por sí vapuleada por otras previas, por su anexión de la península ucraniana de Crimea, por la represión de la disidencia interna, la guerra en Siria o sus vínculos con Venezuela o Corea del Norte.
El sistema bancario-financiero de Rusia y su vital sector energético están entre los más golpeados, y también se han congelado bienes y prohibido viajes a funcionarios y empresarios cercanos a Putin y su Gobierno.
Algunas de las mayores compañías del mundo se han ido de Rusia o han limitado sus actividades allí.
Pese a no mandar soldados a pelear, Estados Unidos, la Unión Europea (UE), el Reino Unido y otras naciones de la OTAN han enviado toneladas de armas ligeras a Ucrania para que se defienda de la invasión.
Las sanciones y los envíos de armas indignaron a Rusia, que respondió con sus propias penalidades y amenazó con bombardear cualquier cargamento extranjero de material bélico dirigido a Ucrania, realzando el peligro de una conflagración más amplia.
Esta semana, Rusia advirtió que sus relaciones con EEUU estaban “al borde de la ruptura”, luego de que el presidente estadounidense, Joe Biden, calificara a Putin de “criminal de guerra” tras numerosos ataques contra objetivos civiles en Ucrania.
Impacto humanitario
Aunque imposible de cuantificar, el sufrimiento humano resultado de la guerra encuentra cierto pálido reflejo en las estadísticas: más de 10 millones de personas abandonaron sus hogares en Ucrania en un desesperado intento de preservar la vida.
Más de 3,5 millones se fueron de Ucrania, y 6,5 millones tuvieron que asentarse en otras partes del país de 44 millones de habitantes, según la ONU.
La mayoría de los refugiados fueron a la vecina Polonia, y en menor medida a otros países europeos cercanos.