Se trata de un largometraje de terror que es coproducción argentino-uruguaya, dirigido por Gustavo Hernández y protagonizado por Paula Silva y Daniel Hendler.
El largometraje de terror uruguayo “Virus: 32”, dirigido por Gustavo Hernández y protagonizado por Paula Silva y Daniel Hendler, se estrena mañana en cines transitando el subgénero de apocalipsis zombie con ritmo vertiginoso, tensión y gran despliegue visual apoyado en la destreza de su dirección de fotografía y ambientación.
La cinta sigue a Iris (Silva), una joven de vida desordenada y descontracturada que trabaja como guardia de seguridad en un gigantesco, sombrío y deshabitado club deportivo de Montevideo.
Un día, Iris decide que la acompañe a su jornada laboral su hija de ocho años, con quien no convive, tras olvidar que esa tarde recibía su visita. El lúgubre espacio se torna más escalofriante al desatarse en el exterior del complejo una masacre a manos de zombies que van filtrándose hacia dentro del club.
Con la ayuda del personaje encarnado por Hendler, que busca refugio dentro del lugar, Iris debe encontrar a su hija en el inmenso club y llegar hasta el contiguo puerto montevideano para escapar del apocalipsis zombie a través del Río de la Plata.
Si bien la película es una coproducción con Argentina, los modos coloquiales uruguayos y la localización montevideana se imponen, además de que el elenco y equipo detrás del filme también es de Uruguay, al igual que el tradicional y centenario Club Neptuno, que es un protagonista más del largometraje.
“En el casting hice una composición chiquita pero cuando me confirmaron me puse de lleno a componer a esta mujer y a empezar a meterme en el género del terror.Paula Silva
La cinta tiene gran ritmo y tensión sustentado por un esmerado trabajo de cámara del director de fotografía Fermín Torres Echeguía y muy logrados planos secuencia extendidos que no buscan artificios sino que están bien aplicados a los fines narrativos.
Ese aspecto sea seguramente la mayor cualidad de la película: Hernández termina narrando y avanzando la historia a través de planos y no de diálogos, como indican los manuales, y no se apoya en los cortes de montaje rápidos que hoy en día predominan en las producciones que entrelazan terror y acción, sin dejar de brindar el necesario efecto electrizante que el subgénero exige.
“El guion lo teníamos escrito hace siete años. Después de que quedó vacío el Club Neptuno, que está pegado al Puerto y es un ícono dentro de la ciudad de Montevideo, trasladamos la película al lugar y empezamos a filmar en pandemia. O sea que habíamos escrito hace años una película de pandemia pero la vivimos en la realidad”, contó Hernández en una entrevista con Télam en la que también participó Silva.
En ese sentido, explicó que “por lo que todos sufrimos a partir de la pandemia mundial de coronavirus, quisimos también trasladar a la película algunas sensaciones y se reescribieron algunos pasajes” para tal fin.
Respecto del trabajo de ambientación del lugar, el director sostuvo que “hubo mucho que ya estaba dado y se tuvo que intervenir un poco con la dirección de arte, pero el lugar ya tenía su propia personalidad; la locación tiene de todo: oficinas vacías, llenas, gimnasio, piletas, corredores”.