Juntos para todo…
Por Carmen García.- Mi papá, Ramón García y mi mamá, Carmen Torres emigraron a la Argentina desde España siendo muy jóvenes, con una hija de 3 años y un hijo, que nació en el barco donde venían. Llegaron a Buenos Aires, donde los esperaban unos parientes que le dieron alojamiento, mientras esperaban el próximo barco, que los traería hasta Río Gallegos. Luego tomarían el avión que los trasladaría a Río Grande, en julio de 1952.
Ya en nuestra ciudad, estaba instalada parte de la familia materna, junto a Casimiro Torres, mi abuelo, quien residía desde los años treinta.
Eran tiempos muy duros. No había gas ni agua potable. Los vecinos tenían en sus patios un pozo del que extraían agua, se calefaccionaban con leña y, la electricidad, se proporcionaba hasta las diez de la noche. Luego debían encender los faroles.
Como mi abuelo tenía un camión, papá se dedicó a eso. Trabajaba los meses de verano, atendiendo a las estancias que se encuentran en la ruta de María Behety, Flamenco y San Julio, a las que les llevaba insumos como víveres, leña, etc. Durante la temporada, bajaba al pueblo con corderos para faenar en el viejo frigorífico, y, finalizada la esquila, traía los fardos de lana que eran enviados al norte en barcos.
Eran épocas difíciles. Con caminos precarios, inviernos muy crudos y vehículos sin calefacción. Muchas veces, tenían que parar en la ruta para desempañar los vidrios.
A pesar de todo esto, papá siempre decía que esta ciudad, era un paraíso por la abundancia de recursos naturales que tenía.
También, Ramón y Carmen, se dedicaron algunos años a la pesca con un bote en el río Chico. En esa época, echaban las redes y traían la embarcación llena de róbalos. Lo que no se vendía, se ponía en el secadero para consumir en el invierno.
Además de criar pollos y algún cerdo, mi papá, tenía la famosa quinta de Don Ramón, en la que cosechaba y vendía lechuga. Hasta el día de hoy muchos vecinos la recuerdan.
Era amante del futbol, hincha fanático de Independiente. Disfrutaba de jugar con sus nietos en el campo.
Mamá, era ama de casa. De igual manera, era duro para las mujeres ya que no existía ni el lavarropas ni la plancha eléctrica, tal es así que, les llevaba todo el día realizar los quehaceres domésticos. Además, ella ayudaba en la quinta con el riego, que tampoco era como ahora, sino que, había que sacar agua del pozo, ponerla en tambores y después, con la regadera, distribuir el agua en la quinta.
Algunas veces tenía que hacer de peón y acompañar en el camión a papá.
Mamá, trabajó también unos años en el recordado negocio de Castaño, que sería el multirrubro de la época. Ella también era amante del futbol, hincha de Boca y fanática del Prode, tanto que, una vez ganó un premio.
Carmen y Ramón ¡Toda una vida juntos! Llegaron a cumplir 59 años de casados. Cosecharon muchos amigos y vivieron rodeados de mucho cariño de sus descendientes: dos hijos, diez nietos y muchos bisnietos.
Siempre están entre nosotros, en el recuerdo de tantos momentos vividos y compartidos.