La historia de una chica desprotegida, totalmente abandonada a su suerte, que llega al mundo del trabajo en una fábrica de Río Grande, es el eje de la ópera prima de Micaela Gonzalo con Mora Arenillas, que se estrena este jueves.
BUENOS AIRES (Télam).- La historia de una chica desvalida, totalmente abandonada a su suerte, que llega al mundo del trabajo en una fábrica en el sur argentino, es el eje de “La chica nueva”, la ópera prima de Micaela Gonzalo protagonizada por Mora Arenillas, que se estrena comercialmente este jueves.
La película sigue a Jimena (Arenillas), una joven fuera del sistema que como último recurso viaja a la ciudad de Río Grande en Tierra del Fuego en búsqueda de Mariano (Rafael Federman), un medio hermano que le consigue trabajo en una fábrica que ensambla teléfonos celulares, un lugar que aún con la inestabilidad que define de manera feroz las reglas del mercado en el presente, también es un lugar de contención para la protagonista.
“Yo vengo de una familia de clase trabajadora. La mayoría de las personas pasamos más tiempo en el trabajo que en cualquier otro ámbito, por eso me interesan los vínculos que surgen allí”, explicó la directora a Télam.
“La chica nueva” entonces explora las relaciones que se dan en ese complejo fabril pero sobre todo, confronta la soledad y las estrategias de supervivencia a las que debe recurrir el personaje interpretado de manera precisa por Mora Arenillas.
“Basta correrse un poquito de eje para darse cuenta que estar adentro del sistema es difícil y son cada vez más los que se caen. Para peor, terminamos agradeciendo ser parte de la rueda. El mundo laboral me interesa, la desocupación me preocupa”.
“Me interesa cómo se juega la propia individualidad en el trabajo y el esfuerzo que hacemos por pertenecer a este mundo”, completa la realizadora.
Télam: ¿Cómo nació el proyecto de “La chica nueva”?
Micaela Gonzalo: Hace muchos años fui a conocer Río Grande en Tierra del Fuego y me sorprendió la cantidad de personas de distintas latitudes que se instalaban allí y me pregunté qué hacía ahí. Después hablé con Lucía Tebaldi, la guionista y me dijo “investiguemos qué hacen” y así, como dos detectives, nos pusimos a entrevistar trabajadoras y trabajadores de las fábricas. Nos pareció increíble que como plan de soberanía en ese lugar se sembrara industria. Yo vengo de una familia de clase trabajadora, mi papá trabajó mucho tiempo en parques industriales y mi mamá es docente de nivel inicial. A la hora de la cena mi papá hablaba mucho del trabajo y tengo la sensación de que las preguntas de mi mamá sobre el tema eran muy didácticas, orientando a que mis hermanos y yo tuviésemos entendimiento del tema. Una vez recuerdo que mi papá se puso a llorar porque habían echado a un compañero por robar, así que ahí se me armó un mundo emocional y moral del cual me va a ser difícil salir. Por otro lado, yo misma comencé a trabajar muy chica y no puedo imaginar una primera película de otra cosa que no sea la inserción laboral.
T: ¿Y qué es lo que te interesa específicamente del mundo laboral?
MG: La mayoría de las personas pasamos más tiempo en el trabajo que en cualquier otro ámbito, por eso me interesan los vínculos que surgen allí. Y es interesante reflexionar sobre la importancia de que los trabajos nos vinculen con otras personas, porque son estas asociaciones las que nos hacen cambiar de paradigma. Otra cosa que me interesa es cómo se juega la propia individualidad en el trabajo y el esfuerzo que hacemos por pertenecer al mundo. Basta correrse un poquito de eje para darse cuenta que estar adentro del sistema es difícil y son cada vez más los que se caen. Para peor, terminamos agradeciendo ser parte de la rueda. El mundo laboral me interesa, la desocupación me preocupa.
T: La película trabaja entre el deseo individual y las necesidades del conjunto, como una síntesis de las tensiones del capitalismo. ¿Coincidís con esa mirada?
MG: Coincido, pero creo que es una tensión que aparece con las necesidades básicas cubiertas. Es una tensión para incluidos en el sistema, no para marginales. Por eso cuando el personaje de Jimena logra salir del estado de supervivencia puede atravesar la tensión, el dilema. Cuando estábamos filmando la película también se jugó un poco esto: hubo una corrida cambiaria y la película se quedó sin fondos. Yo quería seguir filmando pero no había para pagar sueldos. Fue como una puesta a prueba de si había entendido o no el dilema argumental de “La chica nueva”.
T: El camino de la protagonista va desde el desamparo absoluto al encuentro de una pertenencia posible. ¿Este rumbo puede ser leído como una toma de posición política frente al liberalismo y el discurso individualista?
MG: Creo que la posición sería: podemos discutir todo, pero con un piso asegurado. Ese piso lo da el trabajo. El personaje de Jimena comienza como un animalito, tratando de sobrevivir, buscando un lugar donde dormir, algo para comer. Ese desamparo la mantiene en silencio y comienza a hablar una vez que la capa de supervivencia está atravesada.
T: ¿Por qué elegiste a Mora Arenillas como protagonista? ¿Cuáles son sus principales méritos como actriz?
MG: Porque vi que podía resolver con las manos y no con la palabra, como su personaje. En la película trabajan mitad actores y actrices y mitad trabajadores y trabajadoras de la Cooperativa ex Audivic de Tierra del Fuego, personas de esa misma fábrica donde filmamos, que nos mostraron cómo funcionaba todo y lo que les había sucedido como fábrica. Mora supo escuchar muy bien. En el cine todos trabajamos con todos y es muy importante el compañerismo que surgió entre Mora, Jimena Anganuzzi y Rafael Federman.
T: La puesta tiene una luz fría, como un personaje más del paisaje. ¿Cuáles fueron las principales decisiones que tomaste en cuanto a la puesta?
MG: Pensamos mucho el color de la película. El lugar es frío, así que decidimos pegarnos a eso, queríamos que quede claro que Río Grande no es un lugar sencillo para vivir, pero que aún así mucha gente se traslada allí. Las decisiones más importantes fueron desde la puesta de cámara, que debía quedarse pegada a la protagonista, como si estuviese documentando lo que le pasaba. Hubo mucho criterio de todas las áreas en mantener un cierto verosímil, dentro de la fantasía que es el cine una siempre cree que puede hacer algo parecido a la verdad. Eso me da ternura, porque es imposible, pero para mí el cine es el ejercicio de intentarlo. Es como contar un sueño.