Flora y «Conono»

Amar el Amor

Por Marcia Angélica Uribe Vivar*.- El principio de esta historia, me la contaron. Es la historia de mis padres.

Mi papá se llamaba Santos Segundo Uribe Torres, más conocido como “Conono”. Llegó a Río Grande a los 8 o 9 años, allá por el 1940/41. Nació en Punta Arenas, Chile. Su mamá era Doña Clorinda Torres y su papá Santos Uribe. Estudió en la Misión Salesiana. Hincha fanático de Boca Juniors. Jugó en el equipo de Club Belgrano y Club San Martín.

Comenzó a trabajar en el Supermercado “La Anónima” (el que fuera su primer trabajo); en esos años estaba ubicado en la 11 de Julio esquina San Martín. Luego empezó a viajar al campo con su padrastro, Don Santiago Ojeda. Diariamente traían el camión cargado de troncos para abastecer de leña a la población.
Otra parte de la historia es: Flora, Florentina Vivar.

Claudia, mamá Flora y Marcia en el patio de casa.

La vida los unió en matrimonio en junio de 1957. Formaron una familia numerosa: Raúl (primogénito) Renán, Ricardo, Marcia y Claudia. Todos fueguinos. Ellos conocían del trabajo duro, del trabajo diario casi sin feriados. Había que darle “a la pega” porque había que “parar la cuchara” (así decían refiriéndose a que no debía faltar la comida).

Con el tiempo papá comenzó a trabajar en Vialidad Nacional, donde se desempeñó, mayormente, en los campamentos, yéndose los lunes por la mañana y regresando a casa los viernes a la tarde.

A veces papá traía del campo: huevos de caiquén, conejos, cordero y centollas (a las que recuerdo caminando por la cocina).

Las tareas y quehaceres del hogar eran muchos, aún así, mamá elaboraba tremendas prietas que nosotros vendíamos en el barrio.

Debido a que papá no se encontraba en la semana, ella acarreaba el agua en baldes y en tambores enormes, que hacía llegar a casa rodando desde la canilla comunitaria, ubicada en la esquina de 11 de Julio y Perito Moreno.

Todos sus trabajos fueron como empleada doméstica y maestranza. Trabajó en varios hoteles como el Hotel Argentino con Doña Caty Delich y en el Hotel Miramar con Doña Jovita Barrientos. También se desempeñó en Casa Fuegia y en la casa particular de sus dueños, Doña Irma y Don Vicente Stanic. Igualmente trabajó en Transporte Pampeano, limpiando las oficinas y la casa del gerente; Atma Fueguina, y en el Colegio María Auxiliadora en donde limpiaba las habitaciones de las hermanas y el lavadero de la Escuela.

Renán, Ricardo y Raúl en el día de su cumpleaños con sabor a hogar, a barrio…

En sus escasos tiempos libres remendaba la ropa para estirar su uso; amasaba el pan, las tortas fritas, cocinadas en aceite y grasa. El famoso churrasco de pan, hecho sobre la estufa a leña, con ese aroma tan característico ¡imposible de olvidar! A los rajones de leña los cortaba con el hacha y a los troncos los montaba sobre un caballete y con una sierra de dos puntas, los trozaba.

Se criaban gallinas que después nos proveían de huevos para el consumo familiar. No podía faltar su pequeña huerta que brindaba: nabos, acelga, rabanitos, acelga y la gran vedette: La lechuga.

Todo su esfuerzo se vio reflejado cuando levantaron sus cuatro paredes (así le decían al comenzar la construcción de la casa). Levantada a pulmón, con la ayuda de algún familiar que venía de Chile, por lo general para la faena y se convertían en carpinteros, aunque algunos sí lo eran.

Los inviernos eran crueles, hirientes y ventosos. Y así nos crecieron, con el mejor calzado que podían pagar, con varios pares de medias y el abrigo que mamá nos tejía.

Flora rodeada del amor de sus hijos.

Papá falleció a los 45 años, un 17 de mayo de 1977. Mamá fue y sigue siendo “súper”. “La Flora” aún teje, con la fragilidad de sus manitos arrugadas y sus doloridos huesos. Teje para sus nietos, hijos, bisnietos, familia y amigos de sus hijos. Pulóveres a rayas, agarraderas, patitas para niños y adultos, a su manera, a ojo.
Siento orgullo de mis padres, con sus virtudes y defectos, con su tesón y responsabilidad. No existe escuela ni libros que nos enseñen a ser padres. Se aprende con la experiencia diaria. Cada uno como le salga, siguiendo la antigua manera, desamorada, poco demostrativa en cuanto a abrazos, decir “te amo hijo/a”. Yo la entendí, y la entiendo ahora más.

“La Flora” cumplió 89 años este 20 de octubre. El legado: cinco hijos, 12 nietos y doce bisnietos.

Amor del bueno según mi experiencia con mi mirada de niña, mujer, madre y abuela que hoy soy. * (Fueguina, hija de antiguos pobladores y nieta de pioneros).

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