Rosa Vidal y Alfonso González Rodríguez

“Predicaron con el ejemplo”

Por Alfonso Eduardo González.- Toda historia tiene un principio y este relato, inicia el 5 de agosto de 1964, en horas del mediodía, cuando mi mamá, Rosa Vidal (Rosita), arriba a Río Grande por primera vez, conmigo en brazos, envuelto en tres mantas, tratando que no nos arrastre el viento mientras bajaba del avión. Mamá, traía además de su hijo, su título de maestra normal nacional, de la segunda promoción de maestras de Río Gallegos. En el viejo aeropuerto de la Armada, la esperaba mi papá, Alfonso González Rodríguez, quien era el Agente Consular y luego Cónsul Honorario de la República de Chile.

Transcurrieron tres años en los que llegaron mi hermana Rosana y mi hermano Carlos. En esos años, mis padres se integraron a la pequeña comunidad de Río Grande. Papá desde lo protocolar y mi mamá, desde el oficio que más satisfacciones le dió en su vida: tejer y coser; ella nos hizo la ropa de pequeños, “a dos agujas” y lo hacía también para otras familias (luego a sus nietos y bisnieto).

Nuestro primer hogar, estaba en la calle Lasserre casi esquina Estrada, una zona ya bastante poblada. Cuando veo fotos, me imagino lo difícil que era vivir en aquellos años, pero nunca los escuche quejarse del clima, del viento, de los cortes de luz, de las cañerías congeladas en invierno. Era el lugar donde estaba la familia y el trabajo.

Para mis padres siempre fue importante la escuela, con la convicción de que la educación nos prepara para ser personas útiles y capaces para la sociedad. Ellos se involucraron con la comunidad educativa, los recuerdo integrando la Cooperadora de la Escuela N° 2, trabajando para y por la escuela, mamá incluso fue maestra de aula y luego seguía siendo maestra cuando regresábamos a casa, velando porque realicemos nuestras tareas, leamos libros, tengamos cultura musical. Además, nos enseñó que el hogar es tarea de todos, tanto de varones como de mujeres. Es por ello, que cuando salimos a la vida, estábamos preparados para dichas tareas.

Exposición de 2018 en el Centro de Antiguos Pobladores, Rosa y su pasión por el patchwork.

A papá le gustaba el básquet, deporte que jugó e incluso integró una comisión del mismo. Tuvo dos hobbies: el primero la fotografía y así nació una amistad de muchos años con Juan Zorjan y el segundo, la pesca deportiva. Fue uno de los primeros socios e integrante de la comisión del Club de Pesca John Goodall; ellos organizaban anualmente el evento “La Fiesta de la Trucha”, un suceso que convocaba a todos los amantes de la pesca deportiva.

Al inicio de la década del setenta, mamá comenzó a trabajar en Autosur, como administrativa de la misma durante más de una década. Por esos años, nosotros empezamos nuestros estudios secundarios en el Colegio Don Bosco, que, junto a la Misión Salesiana, eran la única oferta de ese nivel educativo en Río Grande.

Llegamos al año 1978, donde tuvo lugar el conflicto con Chile por las Islas Lennox, Picton y Nueva. Fue un momento difícil para mis padres, para nosotros y también para la comunidad. De pronto, dos personas muy vinculadas a la sociedad local, se encontraron aisladas. Luego primó la cordura en los dos países y la vida continuó; nosotros fuimos terminando el secundario y mamá se dedicó exclusivamente a la moda, de manera independiente y con mucha clientela. Las razones de su éxito, fueron la innovación y el perfeccionismo. Siempre pendiente de los detalles de la buena confección.

Mamá Rosa con sus hijos Alfonso, Rosana y Carlos, momento de comunión en la Iglesia Don Bosco. Con la compañía de Eduvina Vda. de Cuesta «Lela».

Unos años más tarde, en 1986, culmina la tarea de mi padre como Cónsul Honorario y regresan con mi hermano menor a Río Gallegos. Mientras tanto, aquí en la ciudad, nos quedamos mi hermana, que ya se había casado y yo, me encontraba trabajando en el Banco.

Pocos años más tarde, mamá regresa a la ciudad de Rio Grande, y gracias a su profesión docente, trabajó en diversas áreas educativas, jubilándose en la Junta de Clasificación y Disciplina de nivel medio. Pero ella, no nació para quedarse quieta y decidió aprender patchwork. Esta técnica de costura, que consiste en la unión de trozos de tejidos o tela para formar una nueva prenda. Gracias a ella, hoy puede volcar su creatividad y su precisión con la geometría al armar los diseños haciendo uso del quilting. Como en esencia es maestra, también lo enseña.

He llegado al final de esta breve historia y a modo de epílogo, tengo que expresar el agradecimiento a mis padres. Nos dieron la vida, educación, predicaron con el ejemplo, y en el mejor lugar, la pequeña ciudad de Río Grande.

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