Viajes, amor y trabajo… Una Vida
Por Luz Alejandra Aguilar Obando.- No existen las coincidencias dicen, pero en lo que les voy a contar, creo que sí. Comenzaré por éste año, un dos de abril de 2022 mis padres cumplieron sesenta años de casados y quiero contarles su historia.
Papá, Néstor Ramón Aguilar Obando, nació en Chile en 1937, hizo el servicio militar y a los veinte años ingresó a la República Argentina, específicamente a Río Gallegos, provincia de Santa Cruz.
Mamá, Irene del Carmen Ovando Aguilar, nació en la isla Grande de Chiloé, teniendo 6 años su papá falleció. Es así que su mamá le escribió una carta a su abuela que estaba en Ushuaia y hacia allá partieron. Irene hizo la primaria en esa ciudad. A los dieciséis años tuvo que viajar a Buenos Aires acompañando a su hermano más chico, que nació con el labio leporino y debía operarse. Mi abuela no podía viajar porque era asmática. Mamá asumió su responsabilidad adolescente y se quedó con su hermano, más o menos por un año y medio. Luego regresó a Ushuaia.
Néstor, estando en Río Gallegos, conoció a los hermanos Domingo y Ramiro Granja, con los que viajó a Río Grande en busca de un futuro y, aquí, comenzó su aventura.
Mamá trabajó en muchas tiendas y mercerías en Ushuaia, también dio clases de corte y confección. Luego en 1962 vino a Río Grande y aquí conoció a mi papá. A los tres meses de noviazgo se casaron. En la ciudad no había mucho por hacer, salvo ir a ver películas al Cine Roca. Tuvieron varios hijos, Jorge, Gladys y su gemela (que falleció), ellos nacieron en la clínica San Jorge que estaba en la calle San Martín y 9 de Julio. Vivíamos en una casita en la calle Obligado, luego papá compró una mejora en Obligado y Rivadavia. Por razones de trabajo de mi papá se tuvo que vender la casa y viajamos a la ciudad de Comodoro Rivadavia. Allí, mientras papá Néstor trabajaba en una ferretería como vidriero, nacieron Ana y Sonia. Siguiendo la ruta laboral la familia se dirige a Puerto Mont, Chile, allí nacimos María Cristina y yo, Luz.
En marzo de 1973 se produjo el Golpe de Estado en Chile, teníamos que salir del país, pero como éramos hijos chilenos y argentinos se complicaba. Por fin, mi abuela hizo de todo y pudimos viajar en barco a Ushuaia, mamá y todos sus hijos. Papá se tuvo que quedar y tiempo después viajó. Finalmente nos reencontramos toda la familia, al cabo de un lapso nació Marta. Por situaciones familiares nos trasladamos a Río Grande y ya nos quedamos.
Más tarde comenzó a trabajar con Domingo Granja, en el depósito y al cabo de un plazo quedó efectivo como jefe del mismo, hasta jubilarse. Era muy querido y respetado por sus aprendices, les enseñó a organizar el depósito, a seguir las actividades en orden, con responsabilidad y así recogió mucho cariño, respeto y el renombre de “Maestro”. Ya apartado de la actividad decidió visitar a sus antiguos compañeros, lo recibieron con emoción y aplausos, diciendo lo estricto que era en su labor, cómo los tenía en regla y reconociendo que fue un guía importante en su quehacer diario.
Así estamos hoy, una familia grande, unida y muy querida, con siete hijos, más nietos y bisnietos, reconociendo la trayectoria de Irene y Néstor, orgullosos de lo vivido.