Escuela Nº7: Onofre Madero y un largo peregrinar

A sus 88 años, Onofre Madero le relató a El Sureño cómo fue esa notable hazaña de lograr la autorización del proyecto, poder contar con el terreno y comenzar una edificación que contó con la colaboración de mucha gente de la comunidad de Río Grande. El edificio fue resultado del sacrificio inquebrantable de un verdadero peregrino que nunca se dejó doblegar.

RIO GRANDE.- Pronta a cumplir 50 años desde su inauguración oficial, la Escuela 7 “El Abrazo de Maipú” cuenta en su origen con el enorme esfuerzo de un antiguo poblador de Río Grande quien se abocó durante años a lograr la nueva edificación donde actualmente funciona. Se trata de Onofre Madero, quien a sus 88 años relató a El Sureño todo el peregrinar que protagonizó en Buenos Aires, casi sin conocer a nadie, para poder conseguir el proyecto de obra, la autorización para la construcción y los materiales.

La construcción de la nueva Escuela 7 “El Abrazo de Maipú” que demandó casi tres años.

Madero relató que todo comenzó allá por el año 1976 con un pedido que le hizo su esposa, la directora de la Escuela 7, ya fallecida ella: Noemí Lamanna, para que devolviera un cheque por la suma de 400 pesos, que había sido asignado por las autoridades del Ministerio de Educación de la Nación para construir un nuevo edificio para la Escuela 7, de madera y para albergar solamente tres aulas.

Como Onofre tenía que viajar a Buenos Aires para atender cuestiones de su empresa personal, ya que era contratista de YPF, aceptó llevar el cheque, acercarse al Palacio Pizzurno para hacer entrega del dinero. Sin embargo, lo que parecía que era terminar un trámite, en realidad, fue el inicio de una verdadera cruzada que llevó adelante el esposo de la Directora de la Escuela 7.

Onofre Madero se embarcó en una verdadera proeza para que Río Grande tenga una Escuela primaria que es modelo.

Resulta que Madero, por su propia iniciativa, expuso ante las autoridades de Educación que Río Grande necesitaba una escuela de primera, es decir, que tenga los siete cursos de primaria, porque la ciudad estaba en pleno crecimiento. Y fue así como los directivos de Infraestructura Educativa, del Consejo Nacional de Educación, se interesaron en la iniciativa.

Por ese entonces la Escuela 7 funcionaba en la avenida Belgrano esquina Perito Moreno, donde hoy está el edificio del CPET. Ese edificio lo construyó el empresario Domingo Granja y tenía un enorme problema. Fue edificado por debajo del nivel de la acera, por lo tanto, siempre que llovía se inundaba. Y Madero era el encargado de desagotar el agua.

YPF donó caños de perforación que fueron colocados para el cerco del colegio.

El desafío de construir una nueva escuela no fue nada fácil para Onofre. Primero se encontró con el problema que el terreno que se le había asignado para construir el edificio lo había ocupado la Policía, por lo tanto, hubo que reclamar un nuevo espacio y así fue que surgió el terreno donde actualmente está la Escuela, el cual era del Correo Argentino y de Radio Nacional, por lo que hubo que retirar antenas que estaban allí colocadas.

La cruzada

En su viaje a Buenos Aires, tras la entrevista con las autoridades de Educación de Nación, Onofre Madero obtuvo una carta de presentación con la cual debía conseguir materiales y todo lo necesario para iniciar la construcción. “Le damos una carta de presentación autorizando para pedir colaboración, si consigue algo siga adelante”, le dijeron.

Y así, con ese documento, Onofre comenzó una verdadera cruzada, consiguiendo que la empresa de Fortabat le diera en donación el 75% de las bolsas de cemento que hacían falta y para conseguir las chapas para el techo debió viajar hasta San Nicolás, para gestionar ante Somisa esos elementos. También viajó a otras localidades de la provincia de Buenos Aires, como Wilde, para adquirir las aberturas. Pero una vez que pudo juntar todo eso se le generó otro gran problema: Cómo trasladar todo a Tierra del Fuego.

La estructura de madera que se confeccionó con material que fue donado por empresarios que tenían aserraderos.

Luego de tener la negativa de la empresa Expreso Fueguino para transportar tanto material; por consejo de un amigo fue hasta Casa Rosada para entrevistarse con las autoridades de ese entonces, que era un Gobierno de la dictadura. Fue allí donde un capitán de la Marina lo atendió, quien era director General de Transportes Navales. Este dispuso de un buque de la Armada para hacer el traslado de todos los materiales desde Buenos Aires hasta Río Grande.

Mucha colaboración

Madero relató que cuando se inició la construcción de la Escuela el zanjeo para construir las bases fue hecho por vecinos de la zona, casi todos chilenos, quienes lo hicieron a modo de colaboración porque querían tener la escuela para sus hijos. Después contó con la colaboración de una bloquera para hacer los bloques y, lo más importante: José Luis Dávoli fue quien le hizo el proyecto de obra, lo cual fue fundamental para lograr la escuela que se quería.

La Escuela 7 fue la primera en contar con una casa para la Directora y su familia; de una cocina con equipamiento y un sistema de calefacción que hizo que jamás se tuviera que cerrar el colegio por bajas temperaturas.

La Escuela 7 fue la primera en contar con una casa para la Directora y su familia; de una cocina con equipamiento y un sistema de calefacción que hizo que jamás se tuviera que cerrar el colegio por bajas temperaturas. Esto último fue una ayuda que consiguió Madero de quien le vendió el equipamiento en la localidad de Quilmes, provincia de Buenos Aires. “En una noche me dio un curso acelerado de cómo instalarlo”, contó.

La Escuela también pudo ser erigida por la colaboración que prestó la empresa encargada de construir el Puente General Mosconi. Resulta que el dueño le permitió a Madero presentarse a última hora del día para hacer una limpieza del depósito donde estaban las bolsas de cemento. De esa manera, juntaba todo el descarte que podía y todo ello se usó para hacer los bloques.

En el zanjeo para comenzar con la edificación colaboraron vecinos, muchos de ellos chilenos.

En cuanto a la madera, también recibió la colaboración desinteresada de Agustín Vidal quien tenía un aserradero en Punta María y también del empresario Mariano Viaña, quien fue ministro de Economía de los militares en ese entonces y también tenía un aserradero. La empresa YPF se sumó con la donación de los caños que se usan para la perforación de pozos, para la construcción del cerco.

Y así fue cómo Onofre Madero, de manera desinteresada y sin que nadie se lo pidiera, se embarcó en una enorme cruzada, logrando el objetivo de darle a la comunidad de Río Grande una escuela que es modelo en cuanto a edificación y que forma parte de la historia de estos 100 años de vida de la ciudad.

Hoy, a sus 88 años, Madero repasó para El Sureño una hermosa historia de vida que es imborrable. Fruto de su esfuerzo muchos antiguos pobladores vieron formar a sus hijos en los primeros pasos de la educación, entre paredes, pisos y techos que se lograron con el sacrificio inquebrantable de un verdadero peregrino que nunca se dejó doblegar.

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