Con un nombre poético y claras reminiscencias orientales, en “Kintsugi” la escritora chilena María José Navia narra la descomposición de una familia a partir de retazos de la historia de sus integrantes: “Es una novela sobre personajes rotos y el libro está narrado como si fuesen pedazos”, dice a propósito de la obra que presentará mañana en la Feria del Libro.
TELAM ((Por Eva Marabotto).- Desde el título mismo, el texto publicado en Argentina por el sello Concreto evoca una técnica japonesa que busca reparar las grietas con materiales que embellecen y acrecientan el valor de cada objeto, fragmentado. Eso es lo que les ocurre a los personajes de Navia que buscan recomponerse después del dolor, el abandono, la pérdida, como el caso de Marcela, que busca dejar de pensar en el “innombrable”.
“Innombrable porque ya había aburrido a todos mis amigos con sus historias. Innombrable también porque solo pronunciar su nombre y ya el corazón empezaba a pesarme, lleno de avispas”. Pero también de su hermana Caro, que disimula su angustia después de que su esposo la abandona: “Todos en la familia sabemos que no va a volver. Pero nadie se atreve a preguntarle. En nuestra familia las preguntas son de mala educación, indican que hay algo que no sabemos, algo que podría estar mejor”.
María José Navia nació en Santiago de Chile en 1982. Es magíster en Humanidades y Pensamiento Social de la Universidad de Nueva York y doctora en literatura y Estudios Culturales de la Universidad de Georgetown.
Publicó “Sant”, “Instrucciones para ser feliz” y “Una música futura”. En 2022 fue finalista del Premio Internacional Ribera del Duero por su libro “Todo lo que aprendimos de las películas”, mientras que “Kintsugi” fue publicado en Chile, Colombia y México y se presentó en la Argentina en el marco de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires ayer a las 20.30 en la Sala Pizarnik con la participación de la autora, Adriana Riva y la narradora peruana Katya Adaui.
“Es una novela sobre personajes rotos y el libro está narrado como si fuesen pedazos”, sintetizó Navia en la presentación de su libro en la Universidad Nacional de los Andes de Colombia. Allí también describió a su novela como un “conjunto de cuentos que pueden funcionar de modo independiente” y su concepto de la lectura de cada lector que va conectando las historias. “Me gusta ese conjunto del lector y el autor armando ese Kintsugi”, describe la autora en una conversación con Télam en la que también habló de los géneros literarios y la influencia de la tecnología en la familia.
-Télam: Desde “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez a “La caída de la Casa Usher” de Edgard Allan Poe, muchas historias cuentan el apogeo y la caída de una familia, ¿en qué te inspiraste para narrar la de “Kintsugi”?
– María José Navia: La verdad, mis referentes vienen en su mayoría de la literatura en inglés. En el caso particular de este libro mis referencias/guías eran “Olive Kitteridge” de Elizabeth Strout, A “Visit from the Goon Squad” de Jennifer Egan (publicado en español por la editorial Minúscula como “El tiempo es un canalla”) y “Fight No More” de Lydia Millet (que todavía no ha sido traducido al español). Me interesaba escribir una colección de cuentos conectados o novela-en-cuentos, jugar con la idea del kintsugi (la técnica de reparación japonesa) con una novela escrita en pedazos (más grandes, más pequeños) que luego la lectora o lector va armando con el hilo de oro de su lectura. También era importante para mí, en este retrato de la familia, la prominencia de las mujeres, especialmente el eje tías-sobrinas, que son los capítulos que están contados en primera persona.
-T.: En la estructura está muy presente el concepto de kintsugi que viene del arte japonés y se relaciona con la historia de esa familia.
-M.J.N.: Es una novela rota (una novela en pedazos, una novela en cuentos) sobre personajes rotos. El kintsugi “repara” remarcando las fracturas, entendiéndolas como partes de la belleza de un objeto. Aquí quien lee va uniendo los pedazos con el hilo dorado de su lectura.
-T.: Venís de escribir cuentos, ¿es por eso que la novela puede verse como una serie de cuentos que enfoca distintos miembros de una familia?
-M.J.N.: Para mí fue un libro que partió de un cuento. Yo nunca me propuse “voy a escribir una novela”. Escribí el cuento “Rebajas” (el primero del libro) y por primera vez me pasó que quise saber más de mis personajes. Yo en general, en un relato, siempre cuento lo que quiero contar y luego cierro ese universo y dejo de pensar en él. Pero con “Rebajas” fue distinto. Quería saber qué pasaba con los niños de esa historia hacia el futuro y qué pasaba con esos padres en el pasado. Y así fui escribiendo un cuento tras otro, en orden, siguiendo mi curiosidad, hasta que se fue armando esta constelación mayor o novela-en-cuentos. Yo soy muy admiradora de la tradición del cuento en inglés y en ella se ve mucho esto de las colecciones de cuentos conectados o “linked stories” y este libro es un poco eso para mí.
-T.: ¿Cuál es la definición de familia en la actualidad?
-M.J.N.: Trato de escapar de las definiciones, cada vez más me interesan los vínculos que se escapan de las relaciones o “cajitas” de siempre. En mi último libro, “Todo lo que aprendimos de las películas” (publicado este año por Páginas de espuma) profundicé más en eso con lo que llamo las “relaciones del casi”: casi familias, casi padres, casi madres, casi parejas. Lo momentáneo y elegido y no lo para siempre e impuesto por la sangre.
-T.: Aunque hay personajes masculinos, la historia parece descansar en los hombros de las mujeres y tematizar la violencia, los problemas de inserción laboral, el abandono, la maternidad… ¿quisiste focalizar en el universo femenino?
-M.J.N.: Siempre. Lo hago en todos mis libros. Casi siempre son las narradoras o protagonistas. Son los mundos en los que me interesa indagar, sus mentes, sus cuerpos. En este libro en particular, me interesaba fijarme en un vínculo que veo menos en la literatura que es el de tías (que no han sido madres) y sus sobrinas. Por eso en esta novela son los capítulos que se cuentan en primera persona.
-T.: ¿Cuál es el papel que tiene la tecnología en la vida de los personajes?
-M.J.N.: La tecnología está siempre transformándonos y entrometiéndose en nuestras relaciones afectivas de una forma u otra. Aunque no tengas redes sociales, el hecho de no tenerlas crea un ruidito, pero también el teléfono, el email, o en el pasado el telégrafo, todo nos va cambiando… Me interesaba ver esa contraparte virtual de la familia. Cómo van apareciendo de a poco las interrupciones tecnológicas: los mensajes del Innombrable en el primer capítulo y luego más pantallas y voyerismo y redes hasta que la tecnología se come un poco a la familia en ese último capítulo: Blanco familiar.
-T.: Santiago de Chile es la ciudad invitada a la Feria del Libro ¿Cómo está la producción literaria en tu país?
-M.J.N.: Hay muchos mundos e imaginaciones muy interesantes en la literatura de Chile. Las editoriales independientes, especialmente, están haciendo un trabajo increíble.
-T.: Desde tu punto de vista, hay puntos de contacto entre la literatura chilena y la argentina ¿nos preocupan las mismas cosas?
-M.J.N.: Creo que siempre está la preocupación por la memoria, de una forma u otra. Familiar, histórica, personal. Pero sí veo una diferencia grande en la forma de contar: hay un desenfado y un humor que cuesta más encontrarlo en la literatura chilena. Hay también más libros: la literatura argentina es una literatura que lee, una literatura con más bibliotecas, con súper lectores, con más referencias a esos universos de otros escritores. Eso me encanta. Mi escritor favorito es argentino, de hecho, Rodrigo Fresán. Y en su obra se ve mucho eso. La abundancia feliz de referencias literarias, cinematográficas, musicales; todo con un estilo único.