En plena ciudad de El Calafate, provincia de Santa Cruz, los miles de visitantes que recorren comercios, bares y restaurantes o visitan lugares emblemáticos tienen, en la Reserva Urbana Municipal Laguna Nimez, la oportunidad de conocer una importante área de conservación de aves -unas 100 especies- que tomaron ese gran humedal como hábitat para anidar o migrar.
SANTA CRUZ (TELAM).- Cecilia Lorenz, guía de la provincia, del Parque Nacional Los Glaciares y Nacional Monte León, y secretaria de la Asociación de Guías de Santa Cruz, es una apasionada del trabajo con la naturaleza y lo demuestra con creces al acompañar a los grupos de visitantes.
“Esta reserva municipal es un área para la conservación de las aves y lo más importante es que es de zona urbana, es decir, se hacen solo 800 metros de la avenida y llegan a este humedal increíble, una esponja gigante que nos ayuda a purificar el agua, es decir, hace el traspaso de agua que viene bajando de los cerros, y en este caso también el agua de una planta potabilizadora cercana, pasa por acá y después se va al lago”, explicó.
En el lugar se mezclan así las aguas con el Lago Argentino, que es de deshielo, con mucho sedimento, y la de la laguna, ofreciendo una singular paleta de colores que caracteriza a esta reserva creada en 1986, pero que tomó relevancia después del año 2000 cuando empieza el furor por la observación de aves.
“Nosotros tenemos turistas de todo el mundo que vienen a observar aves, y todo lo demás pasa a ser secundario, es decir, es un público muy específico que está creciendo y cada vez hay más personas, mas visitantes que simplemente pasan por acá a hacer avistamientos”, agregó Cecilia.
La guía aseguró que “donde hay agua hay vida, y por eso es tan importante la protección de los humedales que son fundamentales para la biodiversidad de un lugar”.
El humedal tiene muchas oportunidades de comida, de alimentación, de refugio para que las aves aniden y se reproduzcan.
La particularidad de Laguna de Nimez es que la ciudad de El Calafate fue creciendo y rodeando el humedal.
“El humedal tiene muchas oportunidades de comida, de alimentación, de refugio para que las aves aniden, se reproduzcan, y por eso tenemos tanta diversidad en un lugar tan pequeño, de más o menos 35 hectáreas, que hay que proteger frente a ese avance”, señaló.
Además de enfatizar sobre esa importancia, Cecilia Lorenz resaltó que “es necesario destacar que el humedal es parte de nuestra cultura como calafateños, como santacruceños”.
Y lo ejemplificó con la visita de los chicos de los jardines o las escuelas “que muestran una conexión a nivel cultural, porque a través de las aves conocen también de conservación, de preservación”, subrayó.
“Estando al lado de la ciudad nos unimos a la naturaleza muy rápido, inclusive es un lugar donde conocer las leyendas por ejemplo de la planta del Calafate o de la Loica, que es el pechito colorado, y entonces tenemos una unión con nuestra cultura ancestral a través de las aves, de las plantas que están protegidas en esta reserva”, aseveró.
Pese a los peligros que subsisten por encontrarse junto a la ciudad, como la de los perros sueltos que ingresan a la laguna y atacan a las aves, o la basura, el impacto sonoro, Cecilia sostiene que se ha “crecido un montón en materia de conciencia ambiental”.
“Antes, en este mismo lugar, la gente venía a patinar en hielo en invierno cuando se congelaba, y hasta pasaba un rally! La gente se divertía viendo cómo los autos pasaban y algunos se atascaban, pero por suerte todo eso fue cambiando y se evolucionó mucho”, describió.
Actualmente está la Universidad Nacional de la Patagonia Austral, que es la que trabaja en el lugar, provee los programas de estudio, la organización de la laguna -todo viene de Río Gallegos- y los chicos que trabajan en la Reserva reciben su colaboración de ahí, sus sueldos y los programas de voluntariado.
También funciona en el sitio el COA (Club de Observadores de Aves) que está organizado por Aves Argentinas -hay en todo el país- donde se reúnen y realizan censos a nivel nacional e internacional.
“Eso sucede una día al año y nosotros lo tuvimos una semana antes de que ustedes llegaran”, comentó al grupo; agregó que “son un montón de personas en el mundo que salen a contar aves para ver cuántas hay, en qué lugar, etcétera”.
Turistas de todo el mundo viajan a observar aves en esta bella reserva.
“Entonces -continuó- tenemos ese tipo de días de celebración, como el 5 de octubre, que es la otra fecha grande porque es nuestro Día Nacional del Ave donde conmemoramos al hornero como ave nacional”.
El sendero bien definido de la Reserva, que tiene diversos puntos de observación, cuenta con una señalética donde se explica cada especie de flora y aves.
Así, se puede ver in situ la Loica -elegida en un concurso en las escuelas como ave emblemática de El Calafate- y gran cantidad de flamencos, que recortan su estilizada figura en el horizonte con el Lago Argentino como fondo.
Se trata del flamenco más austral de los tres que hay en el continente y es autóctono. Migra en la época de invierno, pero como estos son cada vez más suaves, no tienen fuerza o energía para volar, entonces se empiezan a quedar.
“Es como una casa de retiro de flamencos. Nos está pasando que hemos contado hasta 200 ejemplares en pleno invierno en la zona de la Bahía Redonda cuando se congela, y les puedo asegurar que es una cosa muy rara ver a los flamencos caminando en el hielo”, comentó risueña.
Las reservas urbanas, más allá de la conservación de los humedales, de las aves, tienen también una función social, porque al estar cerca a una localidad la gente va a tomar mate, leer libros, aprender de la naturaleza o solamente a descansar del movimiento urbano.
“Son los chicos los que ya saben que, cuando por ejemplo llega la bandurria al techo de la casa, significa que empieza la primavera, es decir, ya lo relacionan con el indicio de un cambio de estación. Son ellos los que critican cuando algún adulto no cumple con las reglas del lugar y así nos van enseñando a nosotros, los adultos”, destacó por su parte Pablo Hernández, de Tobiano Expediciones.
Los turistas que llegan a El Calafate visitan bastante la reserva, sobre todo los internacionales, algo que es notable cuando se pasea por el sendero y se adivinan idiomas diferentes, gorros y sombreros de otros países.
La entrada tiene un valor de 3.000 pesos para extranjeros y 1.200 para personas que residen en Argentina y hay también descuentos para estudiantes; mientras que los menores de 18 tienen ingreso gratuito.
Un detalle importante es que el ingreso de la entrada que se utiliza para la reserva se paga por única vez, porque no es lo mismo visitarla a la mañana que a la tarde, ya que el movimiento y comportamiento de las aves va a ser diferente, y hasta el clima difiere de un día a otro.