Hoy, 7 de febrero, se cumplen 66 años del primer vuelo desde América del Sur con descenso en las aguas de la Antártida Argentina, con dos aviones anfibios PBY-5A Catalina de la Aviación Naval Argentina; los cuales hicieron escala en Río Grande.
RIO GRANDE.- En lo que fue un hito de la aviación mundial, el 7 de febrero de 1952 se efectuó el primer vuelo con descenso desde América del Sur a la Antártida. Gracias a él, se estableció el servicio aeropostal naval entre la Argentina y las bases antárticas.
El Consolidated PBY-5a Catalina; fue el avión de patrulla marítima bimotor más fabricado de todos los de su tipo de la II Guerra Mundial, lo que da cuenta de su eficacia y operatividad. El primer PBY-5A Catalina de la Aviación Naval argentina fue adquirido a un particular, quien arribó con este avión al país en 1946.
Se crearon durante 1949 dos Escuadrillas de Patrulleros con asiento en las bases aeronavales de Punta Indio y Comandante Espora.
La disponibilidad de una aeronave relativamente moderna y de gran radio de acción, permitió encarar tareas de exploración, salvamento y patrullaje costero, permitiendo el adiestramiento de gran cantidad de tripulaciones de vuelo.
Con los PBY Catalina se instauró la política de los aviones de «estación» en Ushuaia y Río Grande así como efectuar de manera casi rutinaria las operaciones de aeronaves en territorio antártico.
En el marco de esa política, el 22 de enero de 1952 se creó la primera Estafeta Aeronaval argentina, a instancias del Ministerio de Marina. Su finalidad era la de transportar correspondencia entre las bases antárticas argentinas y el continente de manera regular.
Rápidamente, el 29 de enero, se designó como encargado ad honorem al Capitán de Fragata de la Aviación Naval Pedro Iralagoitia.
Inmediatamente la escuadrilla conformada por los aviones Catalina, matrículas 3-P-5 y 2-P-3 (más un tercero de reserva y apoyo) decoló de la Base Espora rumbo a Río Grande. Allí se estableció la base de operaciones; integraban el grupo, además de los aviones citados, las fragatas ARA Hércules y ARA Sarandí, ubicadas en el Pasaje de Drake y encargadas de proveer informes meteorológicos y emitir señales de radio para los radiocompases de los Catalina.
El vuelo
Las dos Catalinas partieron el 5 de febrero para cumplir su misión, pero por el mal tiempo imperante, tuvieron que volver a la base. Por eso aguardaron hasta el 7 de febrero, a las 10 de la mañana, cuando decolaron al fin.
Eran las 3 y media de la tarde cuando acuatizaron en el Puerto Foster de la isla Decepción, ante la algarabía de la dotación de la base antártica. Allí se hizo la ceremonia de inauguración de la estafeta, cuando con el matasellos correspondiente se empezó a sellar la correspondencia.
El día 10 de febrero se emprendió el viaje hacia el continente. Los aviones, cargados como estaban de combustible, necesitaban potencia extra para trasponer rápidamente las montañas que rodeaban la bahía sin chocar contra ellas. A su auxilio vinieron los jatos.
En vuelo tranquilo, las aeronaves se dirigieron directamente a Buenos Aires, previa escala en Río Grande para reabastecerse de combustible.
La capital argentina recibió a la tripulación con el calor húmedo del verano porteño.
Fuente: Fundación Marambio