Un día como hoy, 3 de marzo, fallece Albert Sabin, creador de la vacuna oral contra la polio, la cual ha salvado a millones de niños de la muerte. Renunció a sus derechos de patente con el fin de facilitar la difusión mundial de su descubrimiento lo antes posible.
El Dr. Albert Sabin, nacido en Baylistok (Polonia) el 26 de agosto de 1906, fue microbiólogo polaco de origen judío que se vio obligado a huir de su país por el antisemitismo en 1921, año en que emigró con su familia a Estados Unidos.
Nueve años después obtuvo la nacionalidad estadounidense y en 1931 se licenció el Medicina por la Universidad de Nueva York. Fue en sus años universitarios cuando comenzó a investigar sobre la polio. Entre 1935 y 1937 trabajó como profesor asociado en el Instituto Rockefeller y a partir de 1939 se convirtió en profesor pediátrico en la Universidad de Cincinnati.
Revolucionó la medicina a finales de la década de 1950 al descubrir la vacuna contra un mal que cobraba la vida de millones de personas: la poliomelitis.
La poliomelitis es una enfermedad viral, que se contagia entre las personas a través de sustancias contaminadas con excrementos humanos, que históricamente ha causado estragos en la población mundial. El virus de la polio ataca el sistema nervioso y puede causar parálisis temporal o permanente e incluso la muerte, y especialmente se ceba en niños, mujeres embarazadas y ancianos.
La polio, su lucha.
Como es de dominio público, la lucha constante del Dr. Sabin estuvo encaminada a combatir la polio. La poliomielitis ha sido la causante de la parálisis infantil en las latitudes más dispares. Incluso en la Argentina, en los comienzos de los ’50, tuvo una fuerte incidencia en nuestra niñez. Cabe recordar que sus estudios en este tema se iniciaron en 1931 (cuando era apenas un joven de 25 años de edad), y continuaron durante 30 años. Hasta que en 1961 pudo llegarse al uso masivo de la vacuna que él descubrió y que lleva su nombre: ‘la vacuna Sabin oral’. Y así se pudo eliminar casi totalmente esa terrible dolencia en todo el mundo.
El Dr. Sabin no quiso patentar su vacuna, ni aceptó dinero alguno por ella. Pidió que fuera gratuita y universal. “Quiero que mi investigación esté al alcance de todos”, dijo.
Sabin, al igual que Salk, se negó rotundamente a patentar sus vacunas o ganar dinero por ellas.
“No hay patente. ¿Se podría patentar el sol?”, respondió alguna vez ofendido el profesor Salk, mientras que, frente a la misma pregunta, Sabin señaló que “un científico no puede descansar mientras el conocimiento que podría usarse para reducir el sufrimiento permanece en un estante”.
Combatiendo la polio
El descubrimiento de la vacuna oral para combatir la polio, que se comenzó a impartir a los niños diluida en un terrón de azúcar, ha permitido erradicar del planeta prácticamente ese mal, considerado desde la antigüedad como una lacra de la humanidad.
Desde su descubrimiento, la incidencia de esta enfermedad en el mundo se ha reducido en más del 99 por ciento y se ha erradicado de occidente.