Nuestros pensamientos dan paso a emociones relacionadas y estas a un movimiento neuroquímico asociado que influye en las hormonas. Por eso, un pensamiento negativo puede traducirse en un malestar físico.
El alfabeto emocional del Dr. Hitzig ayuda a gestionar este estado, evitando lo que se denomina “mala sangre”.
Se divide las conductas en R y S y las actitudes en D y A. Los pensamientos negativos llevan a conductas con R, que son:
Rabia
Rencor
Resentimiento
Recazo
Reproche
Represión
Resistencia
Todas ellas generan estrés; un cambio que tiene su correlato a nivel fisiológico en el hormona cortisol. Cuando estas conductas se mantienen en el tiempo, el cortisol permanece en altas concentraciones en nuestra sangre. Y, por tanto, daña los tejidos arteriales y las células cerebrales. Todo esto conlleva un aumento en el riesgo de padecer enfermedades vasculares.
Las citadas conductas R, hacen que se produzcan actitudes D:
Depresión
Desesperación
Desolación
Desánimo
Por el contrario, los pensamientos positivos producen conductas S, que son:
Serenidad
Sociabilidad
Sabiduría
Sueño
Sexo
Seducción
Sonrisa
Sabor
Silencio
Generan serotonina, con S, un neurotransmisor que mejora la calidad de vida. De hecho, regula el estado de ánimo, evita la depresión, reduce la agresividad, regula el ciclo del sueño, etc.