Almacenes de campo, gastronomía típica y un flamante viñedo son algunas de las opciones que se pueden disfrutar en la localidad de Altamira, un pueblo ubicado a 10 kilómetros del municipio bonaerense de Mercedes, donde sus habitantes han hecho de la tranquilidad un eslogan y de los paseos por la estación de trenes y la antigua fábrica de ladrillos, una propuesta turística diferente.
BUENOS AIRES (TELAM.- «Altamira, pueblo lento» es un lema y también la característica que le da identidad a este caserío de poco menos de 300 habitantes.
Desde hace algunos años esta localidad forma parte del Programa Pueblos Turísticos, una propuesta del Gobierno bonaerense que fomenta el turismo comunitario y pone el foco en el valor del patrimonio natural, cultural, social, arquitectónico y gastronómico de pequeñas localidades, y donde la comunidad local tiene control sustancial y participativo en su desarrollo y manejo.
Y desde mayo, Altamira recibe el primer tren turístico de Buenos Aires, una formación que comienza su recorrido en Mercedes, hace una parada en esta estación y continúa hacia Tomás Jofré, un pueblo que se ha tornado popular por su oferta gastronómica.
La recuperación de la estación de trenes es un hito en este pueblo que en los ’90 cambió su fisonomía no sólo con la cancelación de los servicios ferroviarios sino con el cierre de la fábrica de ladrillos y tejuelas Corinema, que provocó la migración de muchos de sus habitantes.
«Hace 20 años creamos la sociedad de fomento para reflotar el pueblo, cuidarlo y defenderlo», señala a Télam Mariela Sirello, una vecina que nunca abandonó Altamira y que, junto a otros vecinos, se propuso reactivarlo.
Primero la organización se dedicó a ordenar necesidades primarias como reparar caminos y dotar de luz la plaza, y luego apareció la necesidad de rescatar algunos espacios como la estación de tren.
«Recuperamos un sector del predio del ferrocarril, limpiamos el terreno y construimos una capilla», enumeró la mujer, y luego agregó: «Peleamos por la recuperación de la estación porque una persona la había usurpado y la tenía como casa de fin de semana».
Hoy el edificio antiguo de la estación luce como en los años de su mejor esplendor y los pasajeros aprovechan la parada del tren para comprar artesanías, dulces caseros, y pastelería local.
La promoción de la producción local también es fruto del trabajo de la sociedad de fomento que encontró en plena pandemia el punto para reactivar la economía del pueblo mostrando lo que se hacía.
«Altamira produce chacinados, miel, dulces, tenemos huerta urbana, huerta clásica», señala Sirello y destaca que de visita por el pueblo se pueden recorrer los almacenes camperos, degustar de la gastronomía típica y disfrutar el paisaje rural.
El pueblo celebra su aniversario cada 25 de enero con un festejo en el que reúne a vecinos y turistas en torno a una celebración con entrada libre y gratuita donde las destrezas, las comidas típicas, las danza y la venta de productos locales son las estrellas; y vuelve a encontrarse en febrero en torno a la fiesta Altamira Rural Rock.
«Son todos bienvenidos, fuimos los impulsores de que se genere turismo, pero queremos que sea ordenado», destaca la mujer y es aquí donde el eslogan «Altamira, pueblo lento» cobra sentido.
«Detrás de esa frase está la idea de respetar la tranquilidad, el ritmo distinto que tiene Altamira; queremos que el turismo se adapte al pueblo, y no que el pueblo se adapte al turismo», subraya y agrega que se cuida que los promotores turísticos sean locales para que «el dinero se quede en el pueblo».
Este sábado, el pueblo se vestió de fiesta en un escenario recuperado y renovado: la exfábrica Corinema, donde se encuentra de pie uno de los dos hornos Hoffman que existen en Argentina. Se trata de un sistema de horno de ladrillos de calor continúo patentado en Alemania en el siglo XIX.
El de esta exfábrica, con su chimenea de 25 metros de altura y dos túneles de ladrillo de 75 metros de largo de la década del 40, fue declarado Patrimonio Cultural y Natural por la municipalidad de Mercedes, y ahora restaurado con un fin turístico.
«Hace un año mi papá nos propuso comprar este lugar que estaba muy venido abajo, con el objetivo de recuperar la fábrica pero darle otro fin», indica a esta agencia Ariel Achilli, un mercedino que junto a su familia trabaja en un proyecto hotelero gastronómico.
La primera etapa de limpieza les llevó un año, y si bien aún restan dos años para completarlo decidieron mostrar con un evento lo que se hizo hasta el momento: el viñedo.
«Se comenzó la forestación del lugar con la plantación de 1.300 plantas de uvas para vinificar con el objetivo, de acá a tres años, cuando esté funcionando el proyecto gastronómico, de servir nuestro propio vino», destaca Achilli.
La inauguración oficial contó con un festival de arte, música y gastronomía, y paseos por el lugar.
Qué Bendición para los Mercedinos contar con está bella estructura y saber aprovechar el espacio cuidando y manteniendo el ambiente para beneficio de las actuales y futuras generaciones Jesús Salas desde Mérida Venezuela