Alunizaje histórico

Livio Gratton, doctor en Ingeniería Aeroespacial, relata los desafíos que debió atravesar la misión del Apolo XI para lograr llegar a la Luna. Destaca el profesionalismo de sus tripulantes, el carácter científico de la expedición y refuta teorías que afirman que el viaje nunca se realizó.

En la llamada Carrera Espacial, la llegada a la Luna fue, sin dudas, el hito más importante.

BUENOS AIRES (Nicolás Camargo Lescano y Magalí de Diego-Agencia CtyS-UNLaM).- ¿Sabías que en el mítico Apolo XI, responsable del primer alunizaje, a toda la tecnología de punta producida por la NASA se le sumaron un sextante y un telescopio, para hacer una navegación al estilo de los barcos? ¿Y que, una vez llegados a la Luna, se pasaron del lugar donde tenían que descender, lo que terminó permitiendo que la misión sea un éxito?
Estas y otras curiosidades son parte de la charla de divulgación que Livio Gratton, doctor en Ingeniería Aeroespacial, realiza por estos días en distintas instituciones, con motivo de los 50 años de la llegada del Apolo XI a la Luna. Allí, Gratton realiza un recorrido por la misión, desde el lanzamiento de Cabo Cañaveral hasta el amerizaje en el océano Pacífico, con todos los detalles de la tecnología y habilidades de sus integrantes.
“En la llamada Carrera Espacial, la llegada a la Luna fue, sin dudas, el hito más importante. Además, a nivel científico fue trascendental, porque se definieron cuestiones que se venían debatiendo hace cientos de años- asegura el investigador, Decano del Instituto Colomb de la CONAE y la UNSAM-. “Y si bien fue una misión hecha con mucho profesionalismo y muy seriamente, la cantidad de cosas que podía salir mal era innumerable”.
Cuenta Gratton que, en esa famosa Carrera Espacial, la ventaja la tenía claramente la Unión Soviética. “Los soviéticos habían sido los primeros en todo: en el primer satélite, en el primer animal en el espacio, el primer hombre en órbita, la primera mujer, la primera caminata espacial…tenían la delantera- narra el científico-. Es por eso que el por entonces presidente John Kennedy habla con la NASA y les pregunta en qué podía ganar Estados Unidos. Y la NASA, con una intuición técnica asombrosa, indican que creen posible que en diez años podría poner a un hombre en la Luna y traerlo de vuelta”.
Claro que el camino estuvo plagado de obstáculos enormes, tanto a nivel científico como técnico. “Para empezar- enumera Gratton- la mecánica orbital no se conocía del todo bien, por lo que hacer encontrar a dos vehículos en el espacio era un desafío muy complejo. Y si bien al principio se había pensado en un cohete gigantesco que despegara, alunizara y volviera a la Tierra, luego se dieron cuenta que lo mejor era cambiar de plan y hacer que una parte del vehículo descendiera a la Luna para luego volver a unirse”.
Otro de los ejes estuvo en el software de vuelo, porque el equipo científico, cuenta Gratton, se da cuenta que no podía ser totalmente automatizado. “El vuelo termina teniendo un sextante y un telescopio, para hacer una navegación al estilo de los barcos. Los astronautas tenían que ver astros, medir los ángulos e introducir los datos en las computadoras, que analizaban la orientación que tenía la nave”, asevera el investigador.

Drama, piedras y mitos
“Cuanto más leo sobre todo el proceso de alunizaje, más entiendo el dramatismo, el profesionalismo y la confianza mutua que había entre todos los actores involucrados”, relata Gratton, quien cuenta que, al momento de descender a la Luna, Neil Armstrong tomó una decisión trascendental.
“Armstrong ve unas piedras enormes en el supuesto lugar donde tenían que alunizar. Se da cuenta que si descendían allí iba a ser un completo desastre. Entonces pone la nave en modo manual y sigue de largo- narra el investigador-. Ni siquiera su compañero, Buzz Aldrin, sabía bien qué sucedía, pero se comportó con un profesionalismo extremo: no se pone a preguntar qué está pasando, sino que sigue leyéndole las velocidades y los instrumentos, que era su función”.
Gratton comenta también que Armstrong “no era una persona que se sintiera cómoda en el centro de la escena. Hay personas que tal vez hubieran expresado una mayor intensidad en el momento, pero cuando él relata que ha alunizado, lo cuenta como si acabara de estacionar el auto en la vereda de su casa”, recuerda el especialista.
Consultado por las teorías conspirativas que giran en torno a si verdaderamente hubo alunizaje, Gratton es contundente. “No tengo ninguna duda que fue real. Los argumentos que intentan ponerlo en duda pueden ser pintorescos, ingeniosos y hasta algunas preguntas pueden ser válidas, pero la prueba fundamental de que fue real es que el bloque soviético nunca lo negó. Incluso hubo científicos rusos que felicitaron a sus pares estadounidenses por el logro”.
Respecto a los principales mitos que rondan a la llegada a la Luna, Gratton dice que la bandera no flamea, sino que tenía un poste con un alambre horizontal, del cual cuelga el estandarte. Y, en relación a la falta de estrellas en las imágenes, explica que la falta de atmósfera en el satélite terrestre hace que el suelo lunar sea mucho más reflectivo. “Los rayos del Sol tienen un efecto mucho más fuerte del que tenemos acá en la Tierra, lo que mata la tenue luz de las estrellas”.
En lo estrictamente científico, recuerda el investigador, los 10 kilos de piedra que trajeron los tripulantes del Apolo XI –material de enorme valor para la comunidad científica- se vieron opacados por los cientos de kilos que se fueron trayendo en las misiones posteriores. “Gracias al estudio de ese material se pudo estudiar la composición de la Luna o develar si había actividad volcánica o no. Los siguientes viajes de otros Apolo tuvieron carácter más científico, pero los programas se terminaron cortando porque eran extremadamente caros”, concluye Gratton.
El Programa de charlas de la CONAE seguirá el 23 de Julio en Plaza Cielo-Tierra (Córdoba) desde las 18.30 y el 26 de Julio en el Auditorio CONICET de Bariloche desde las 18.00.
Livio Gratton es miembro de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) desde el 2011.Fue responsable de Propulsión para el Desarrollo del lanzador “Tronador II”. Es Director del Instituto de Altos Estudios Espaciales “Mario Gulich” y Responsable de la Unidad de Formación Superior de CONAE, donde dirigió la creación de tres nuevas Maestrías en temática espacial.