Un grupo de biólogos con asiento en Puerto Deseado estudia la conducta migratoria y alimentaria de esta especie. El conocimiento es la clave para poder elaborar una política de protección adecuada.
USHUAIA.- El pingüino de Magallanes es una de las 17 especies de aves marinas que nidifica a lo largo del litoral marítimo argentino. Su distribución se extiende desde el sur de la provincia de Río Negro hasta Tierra del Fuego en el canal Beagle.
Hace menos de una década la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) determinó que la especie se encuentra en el estado de conservación denominado «Casi Amenazada».
Diversos estudios demuestran que sus poblaciones en la Argentina han tenido una tendencia errática con comunidades en declinación y otras en crecimiento. La provincia de Santa Cruz, por ejemplo, es un sitio vital para su subsistencia ya que allí nidifican unas 20 colonias que albergan cerca de 80 mil parejas reproductivas.
Las amenazas más importantes del pingüino de Magallanes son la crisis climática, la voracidad de la actividad pesquera que depreda su alimento y la contaminación por hidrocarburos.
El objetivo principal es realizar el estudio más amplio y completo posible sobre la ecología del pingüino de Magallanes
En la Reserva Natural Provincial Ría Deseado, en la provincia de Santa Cruz anidan unos 110 mil pingüinos junto a sus parejas. Es decir, unos 220 mil individuos distribuidos en distintas costas e islas. Allí, en la isla Quiroga, un grupo de científicos desarrolla un trabajo de investigación que busca conocer mejor los hábitos de estas aves y poder desarrollar así un programa de protección de su población.
Su distribución se extiende desde el sur de la provincia de Río Negro hasta Tierra del Fuego en el canal Beagle.
La herramienta más eficiente que han encontrado para cumplir este objetivo es el «anillado», es decir la colocación de un dispositivo que acompaña al animal durante todo un año y va registrando las rutas migratorias de estos animales día por día.
Cada año los investigadores realizan meticulosamente una tarea de pesaje, censo y marcación de nidos. Una vez hallados los ejemplares más saludables se los aparta y se les coloca los receptores. Carina Righi, directora de Wildlife Conservation Society Argentina, cuenta ese proceso: «Al comienzo de la temporada se revisan los animales, se toman muestras de sangre y se realiza un registro de peso. A los mejor nutridos, que son los que tendrán más posibilidades de sobrevivir a la travesía migratoria, les colocamos anillos y sensores que nos van a permitir estudiarlos y monitorearlos en la siguiente temporada», señala la investigadora.
La crisis climática, la contaminación por hidrocarburos y actividad pesquera son los principales enemigos de estas aves.
El trabajo que lleva adelante Righi es parte de un proyecto conjunto entre la WCS, la Fundación Temaikén y la Universidad Nacional Patagonia Austral, que a su vez cuenta con el apoyo de la empresa Pan American Energy.
El objetivo principal es realizar el estudio más amplio y completo posible sobre la ecología del Pingüino de Magallanes, esto es conocer su biología reproductiva, su comportamiento alimentario, sus tendencias poblacionales y la detección de sus principales riesgos y amenazas.
A los pingüinos se les colocó un anillado, que monitorea todos sus movimientos, para poder estudiar en detalle a la especie.
Todo ese conocimiento podría usarse para desarrollar políticas de protección que permitan estabilizar la población de pingüinos y generar conciencia acerca de la importancia de esta especie en el ecosistema de nuestro litoral marítimo.