“Pretender ningunear y atacar el modelo exitoso que ha hecho de Tierra del Fuego una referencia global en el Atlántico Sur sería el mayor error estratégico en la historia reciente de nuestro país”, puntualizó el secretario de Asuntos Internacionales, Andrés Dachary.
USHUAIA.- El Gobierno emitió ayer un comunicado oficial con un análisis que hizo el secretario de Malvinas y Asuntos Internacionales, Andrés Dachary, sobre los reiterados ataques que soporta la provincia, principalmente al régimen de promoción industrial, poniendo en contraposición la importancia geopolítica de la presencia fueguina para la soberanía nacional en el Atlántico Sur. El comunicado señala:
“En 1992 durante la campaña presidencial en los Estados Unidos de América el por entonces candidato Bill Clinton popularizó la frase: “Es la economía, estúpido”, intentando captar la atención de la inmensa masa de personas que veían desatendidas sus necesidades más elementales. El resultado de situar esta dimensión con un elemento clave en la agenda pública quedó reflejado en las urnas logrando, a su vez, que dicho eslogan adquiriera trascendencia global.
En nuestro país esta mirada cosechó en el tiempo diversos adeptos, pero con una connotación que cambiaba por completo la esencia con la que fuera formulada. La “economía” no era aquel medio necesario para la construcción de un bien común sino, muy por el contrario, el mero mejoramiento de los indicadores de la macroeconomía sin la más mínima preocupación respecto a las consecuencias que esto aparejase.
Es en este contexto que el marco normativo que propone un régimen impositivo especial para la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur (Ley 19.640) ha sido hostigado en reiteradas oportunidades, pretendiendo imponer una lógica contraria a los más elementales principios respecto a la planificación estratégica de un Estado federal, que es la de subsumir un interés nacional por debajo de un mero objetivo político.
La Ley 19.640 nació y evolucionó como una herramienta geopolítica, procurando en sus inicios vencer una de las mayores debilidades que poseía nuestro territorio, como lo era su vacío poblacional, máxime en un marcado período de conflictividad regional en lo que refería a la determinación de los límites nacionales, para luego innovar en la construcción de un territorio pujante, en constante crecimiento y desarrollo y que, justamente, propiciase a las ciudades argentinas asentadas en la Isla Grande de Tierra del Fuego como polos de atracción hacia el resto de la provincia. Lo que quizás en otras latitudes tendría una impronta de planificación territorial clásica, en Tierra del Fuego se ha constituido en un objetivo vital, tanto para la reafirmación soberana sobre el departamento Antártida Argentina como principalmente para lo que refiere a la porción de nuestra provincia, que se encuentra invadida, expoliada y militarizada por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur).
Las políticas nacionales en torno a Malvinas han pecado a lo largo de la historia en creer que solamente el factor de política exterior ha sido, y será, la condición suficiente para el cumplimiento efectivo del objetivo establecido en la Disposición Transitoria Primera de nuestra Constitución Nacional. Es clara la importancia de la diplomacia y el apego al derecho internacional, pero ni en los más elementales análisis puede dotarse a una política del rango de “estratégica” y “de Estado” si no incorpora a todas las áreas que conciernen al poder en pleno siglo XXI (Política interna y externa, militar, económica, científico-tecnológica y psicosocial).
Pretender así ningunear y atacar el modelo exitoso que ha hecho de Tierra del Fuego una referencia global en el Atlántico Sur y quizás el factor de mayor trascendencia en la reconstrucción de nuestra integridad territorial, en favor del cumplimiento de metas económicas a corto plazo, impuestas, además, por actores externos, implicaría un retroceso insalvable y quizás el mayor error estratégico en la historia reciente de nuestro país, situando en una crisis sin precedentes a nuestra soberanía.
Son tiempos complejos lo que nos desafían, pero quienes ocupan espacios de decisión en la administración de nuestro país no deben caer en la interpretación mercantilista de “Es la economía, estúpido”. La economía debe importar, y mucho, pero entendida siempre como un medio para el cumplimiento de aquellos objetivos mayores que nos definen como Nación”.