Se trata de un avance más en el proceso de apertura de la Argentina al comercio internacional, después de la barrera que interpuso el kirchnerismo en los últimos años.
BUENOS AIRES (Especial de NA por Javier Alvarez).- El Gobierno anunciará en los próximos días el regreso del «puerta a puerta» para compras en el exterior, con un tope de 1.000 dólares por operación y 50 kilos de peso en cada envío, lo que pondrá fin a una caótica situación en el Centro Postal Internacional en Retiro.
Si bien seguirá habiendo restricciones en dinero y operaciones (sólo se podrán hacer 5 por año por persona), es un avance más en el proceso de apertura de la Argentina al comercio internacional, después de las barrera que interpuso el kirchnerismo en los últimos años.
Hasta ahora, la Aduana de Retiro es un caos: unas 2.000 personas asisten a diario para retirar encomiendas internacionales y deben soportar tediosos trámites y colas interminables que demandan entre dos y cuatro horas.
Retirar un producto comprado en el exterior o un obsequio enviado por un conocido es complejo, incluso cuando el interesado llegue a la Aduana con los papeles que se deben presentar y el dinero para pagar el canon fijo, el costo por los días de estadía del producto allí o los impuestos.
Una vez que el paquete llega a la Aduana, el Correo Argentino envía un telegrama al domicilio del destinatario, quien debe presentarse dentro del mes corrido con DNI, el telegrama y la declaración jurada ante la AFIP, que se realiza por internet con clave fiscal, llenando el formulario 4550.
Quienes realizan compras inferiores a 25 dólares no deben pagar nada más que la estadía (50 pesos por los primeros cuatro días y luego 10 pesos por jornada), pero si el precio supera ese monto, tendrán que abonar un impuesto aduanero del 50% sobre los excedentes, determinado por AFIP al momento de realizar la declaración jurada con el F4550.
Es así como entre 2.000 y 2.500 personas llegan todos los días hábiles hasta el viejo edificio del Correo en Letonia y Antártida Argentina, frente a la terminal de ómnibus, para buscar sus correspondencias, donde deben armarse de paciencia para hacer el trámite.
Consultado por NA, el jefe de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), Abeto Abad, confirmó que su equipo está «trabajando en forma acelerada, para encontrar rápidamente una solución a este problema» y habrá anuncios la próxima semana.
Abad precisó que «ya está trabajando un equipo integrado por técnicos de la AFIP, el Correo Argentino y la Secretaria de Comercio para dictar cuanto antes las medidas que pondrán fin a este problema».
Aumentaron las compras
Los encargados de atención al público indicaron a NA que hasta enero se atendían en la Aduana entre 400 y 500 personas, pero tras las mayores facilidades de compra al exterior por la apertura a importaciones, hizo que la asistencia explotara.
«La atención se multiplicó por cinco y nosotros seguimos siendo diez. Yo tengo la misma computadora que hace siete años y cada vez es más lenta. Encima, el desgaste es mucho mayor y la gente no entiende que nosotros no tenemos la culpa», dijo un empleado del Centro Postal Internacional a NA.
La infraestructura evidencia años de desinversión durante la administración kirchnerista, que veía en las importaciones un enemigo directo por la erogación de divisas que ocasiona y a la cual combatió con mayor dureza en sus últimos años de gestión.
En enero del 2014, el kirchnerismo impuso una serie de restricciones -principalmente sobre el mercado electrónico- porque los bajos precios en dólares de sitios como Amazon, Ebay, Alibaba, Dealextreme, Rakuten y Focalprice, estaban multiplicando los envíos hacia el país.
Para poner fin a ese problema, el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner impuso un límite de dos compras anuales por usuario por un máximo de 50 dólares en total libre de impuestos y se eliminó el sistema de entrega a domicilio de los productos adquiridos, obligando a los compradores a hacer trámites en Aduana.
Entre la desorganización y el fastidio.
La odisea inicia en una primera cola para sellar el telegrama y la DDJJ de importación; si la persona no cuenta con el aviso del Correo, tiene que llevar el número de seguimiento y la DDJJ, y allí una persona se encargará de confirmar que el paquete esté disponible.
Sólo tres guardias de seguridad ordenan a las cientos de personas que buscan desorientadas iniciar el trámite, tres mujeres atienden para el sellado, una sola persona verifica si está el producto y otras seis cobran en las cajas.
El trámite continúa en una segunda hilera que puede llegar, como una interminable serpiente, a tener 150 metros para pagar la tasa de resguardo del producto en las instalaciones: si no hubo aviso del correo, el cargo fijo es de 50 pesos.
Una vez que los cajeros cobran, una persona recolecta los comprobantes al voleo, los junta y los manda para arriba en una caja de madera terciada atada a unas alambres y cadenas que al subir, por contra peso, baja otra igual. Muy rudimentario.
El cajero otorga un comprobante de pago con un número de seis cifras y el interesado debe esperar que ese indicador aparezca en los monitores para recién después de eso formar una tercera fila, que también puede llegar a 100 metros y pasar allí al sector de Aduanas para retirar el bulto.
Debido a lo colapsado de la obsoleta infraestructura, las colas inician en el recinto y continúan -mayoritariamente- afuera por más que el termómetro marque 35 o 5 grados, llueva o alumbre el sol, siempre de 12:00 a 16:00.
En la sala hay una 50 sillas, grandes ventanales sin cortinas, unos peculiares ventiladores con aspas de 30 centímetros y no existen carteles de señalización para la organización, excepto los que prohíben el uso de celulares y cámaras de foto.