Así se vive el carnaval en el fin del mundo

En el Barrio Kaupén comenzaron los festejos que apoya el Ministerio de Cultura a través del programa Festivales Argentinos. Con bailes andinos, puestos de comida, serpentina y niños jugando con espuma empezaron los carnavales, que continuarán el sábado 18 en el barrio Felipe Varela.

USHUAIA.- El pasado fin de semana, el barrio Kaupén fue el escenario de los primeros festejos de carnaval que apoya el Ministerio de Cultura a través del programa Festivales Argentinos, de la Secretaría de Gestión Cultural. Con bailes andinos, puestos de comida, serpentina y niños jugando con espuma comenzó el Carnaval del Fin del Mundo, que continuará el sábado 18, en el barrio Felipe Varela y seguirá hasta el 21 de febrero con un gran cierre en el centro de la ciudad más austral.

Kaupén -que en idioma selk-nam significa “estar en casa”- está ubicado en una zona boscosa y rocosa del sector alto de la ciudad. Se trata de un barrio popular que en 2005, a través del Programa de Mejoramiento en Barrios del Gobierno nacional, logró mejorar la calidad de vida de sus habitantes, a través de la urbanización de la zona y del desarrollo comunitario. Como parte de este proceso nació el Centro Comunitario del Barrio Kaupén, que es llevado adelante por los vecinos.

En las inmediaciones del Centro se organizaron estos primeros festejos, como parte de una iniciativa municipal de descentralizar el carnaval y acercarlo a los barrios más humildes. “Seguimos trabajando en fortalecer este festejo popular acercándolo a las y los vecinos en sus barrios, generando espacios para visibilizar la gran labor que llevan adelante las expresiones de carnaval a lo largo de todo el año. Gracias al acompañamiento del Ministerio de Cultura de la Nación, continuamos el trabajo articulado, trabajamos para volver posible este gran festejo popular, descentralizándolo y volviéndolo accesible para todos y todas”, explicó Belén Molina, secretaria de Cultura y Educación de Ushuaia.

Justamente, dentro del Centro Comunitario comenzaron desde temprano los preparativos para el festejo. El clima estaba inestable, con lluvias intermitentes, pero en la sala principal del Centro había adolescentes jugando juegos de mesa, un niño disfrazado de dinosaurio pidiendo que le compraran una espuma y un grupo de mujeres vestidas con ropas bordadas y coloridas, cubiertas con camperas y chalecos, aun en zapatillas deportivas, pero arreglándose para salir a bailar en breve. Carolina, una de las bailarinas, era la encargada de hacer las trenzas cosidas para las mujeres de su grupo, Caporales Corazón de Fuego. Mientras ella se dedicaba a trenzar, otras de las mujeres ensayaban los pasos de Caporales, una danza urbana y folklórica que se practica principalmente en Bolivia. “Me encanta bailar en el carnaval acá en el barrio, no me lo quería perder. Estoy muy contenta de compartir con los vecinos estos festejos”, contó Carolina que, desde hace 17 años baila también otros ritmos como tinkus y morenadas, danzas típicas del folklore boliviano.

Jorge Maciel tiene 53 años, el pelo canoso y una energía que desborda. Está al frente de la Asociación Civil Estar en Casa, que lleva adelante el Centro Comunitario, el lugar por el que pasa gran parte de la vida cultural y social del barrio. Maciel llegó a Ushuaia desde La Matanza en el año 2000, junto a su familia. Trabaja en el Centro desde 2016 y desde ese lugar -junto con los vecinos que forman la comisión directiva del lugar, y con otros voluntarios y beneficiarios del Plan Potenciar Trabajo- lleva adelante una serie de actividades para los vecinos del barrio, como talleres para niños, capacitaciones, apoyo escolar, catecismo, ciclos de cine y festejos de todo tipo. También allí intentan fomentar la lectura en los más chicos y enseñan a leer y escribir a adultos no alfabetizados.

Con bailes andinos, puestos de comida, serpentina y niños jugando con espuma comenzó el Carnaval del Fin del Mundo.

Además, el centro asiste con comida a 45 familias del barrio. Los martes y los jueves se cocina con alimentos recibidos a través de donaciones. Los vecinos y vecinas retiran la comida en ollas y la llevan para compartir en sus casas. Esta iniciativa nació durante la pandemia por el covid-19. Le pidieron a los hoteles que estaban cerrados los alimentos que no les iban a servir por el cierre del turismo. Primero repartieron bolsones con esa comida y luego comenzaron a cocinar. “Estos son barrios muy carenciados y hay chicos y grandes que necesitan mucho el apoyo del gobierno, de la municipalidad y nosotros somos un eslabón más en la cadena. Lo importante es que le llegue a la comunidad lo que necesita ya sea comida o despejarse por eso celebramos también la llegada de los carnavales”, contó Maciel.

Música y baile para todos

Mientras en el escenario montado en la calle frente al Centro Comunitario una banda probaba sonido, la lluvia se ponía cada vez más intensa. Los vecinos, sin embargo, seguían llegando, con camperas y sin paraguas, como es habitual en la zona; algunos con mate, otros con botellas de agua. El puesto de choripan a beneficio del Centro aromatizaba el ambiente. Decenas de chicos corrían por las calles tirándose espuma entre ellos. El niño vestido de dinosaurio ya habia conseguido su espuma y era uno de los que corría a los otros, a las carcajadas.

Los festejos comenzaron oficialmente con la música de Q’! descontrol, una banda de cuarteto de la ciudad fueguina de Río Grande. Luego se presentaron los grupos de baile Morenada TDF, Caporales Corazón de Fuego, Caporales San Valentín y el Ballet de Danza Mi tierra. Los grupos de Caporales mostraron danzas enérgicas con vestimentas muy vistosas con bordados, canutillos, pasamanería y mucho color.

Carolina, que poco antes de entrar en escena estaba arreglando el cabello de sus compañeras, se lució con una coreografía dedicada al diablo del carnaval.

Los grupos de Caporales mostraron danzas enérgicas con vestimentas muy vistosas.

Margarita, Tania, Primitiva y Alicia, cuatro señoras de alrededor de 60 años, con polleras coloridas y abultadas bailaron morenadas, con una coreografía que ensayaron para las festividades de la Virgen de Copacabana y la del Socavón, de Oruro, Bolivia. Se lucieron con ropas traídas especialmente de ese país. La morenada es una danza folklórica cuyos primeros antecedentes se encuentran en la etapa de la colonia y en la que uno de los personajes principales es un esclavo africano que padece en las alturas. Las señoras bailaron juntas, la coreografía ensayada desde hace meses. Movieron las faldas de izquierda a derecha y derecha a izquierda, desde los hombros hasta los pies. “Estamos muy nerviosas por tener que bailar nosotras solitas porque somos un grupo bien grande, pero es un honor estar acá, que nos hayan convocado para participar de los carnavales con nuestras danzas típicas”, había dicho Margarita antes de empezar a bailar. Pero en la pista improvisada en la calle, los nervios no se notaban. Solo había alegría y orgullo en sus gestos y movimientos. El público, igual de alegre, aplaudía contento y grababa los pasos, como habían hecho con cada uno de los grupos anteriores.

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