Pájaros carpintero, macás, pato biguá y el gran cóndor de los Andes, son algunas de las casi 300 especies tipicas de la región.
El avistaje de aves se convirtió en uno de los productos turísticos estelares de la Comarca Andina de Chubut, junto a los paseos por lagos y bosques y a la nieve en invierno, por ser una actividad de bajo impacto ambiental que cada vez atrae más turistas de buen pasar económico, atraídos por la variedad y singularidad de especies que pueden encontrar en la región.
Con epicentro en Esquel, la mayor ciudad de la Comarca -seguida de Trevelin-, los turistas parten con sus libros-guía, poderosos binoculares y cámara de potentes lentes, a recorrer bosques, cerros, lagos y diversos cursos de agua, en busca de la presa elegida para su caza incruenta.
Las posibilidades van desde un colorido pájaro carpintero, un macá, un pato biguá hasta el gran cóndor de los Andes, entre las cerca de 300 especies de la región, lo que determinará si recorrer prados, cerros, valles o ríos.
Esta actividad que demanda suma atención y mucha paciencia obliga a desplegar los sentidos y convertir a la observación en un arte para pasar horas caminando por atractivos paisajes o escondido en un observatorio hasta que lleguen las estrellas.
En las montañas puede aparecer el cóndor, estarán viendo al ave voladora más grande del planeta -si bien la envergadura es similar a la del albatros, lo supera en peso y volumen-, en el agua se puede ver una huala, la mayor de los zambullidoras macás, y en el bosque un pájaro carpintero gigante de la Patagonia.
Este último, que frecuentan los bosques de ñires y lengas en busca de alimento, también es el más grande esa especie en el mundo, ya que los de México y Estados Unidos, que inspiraron al dibujo del «pájaro loco», se consideran extinguidos.
Francisco Gonzalez Taboas, vocero de la organización Aves Argentinas, estimó que por año llegan al país cerca de 50.000 turistas extranjeros para realizar avistaje de aves, quienes se distribuye desde la selva tropical hasta el Fin del Mundo, atraídos por las más de 1.000 especies que habitan todos los climas y suelos.
La propuesta de Esquel, además del avistaje, es lograr la concientización del turista sobre la importancia de las aves para el mantenimiento del bosque como distribuidoras de semillas, consumidoras de insectos e indicadores ambientales.
La región recibe al año casi 35.000 visitantes, indicó a Télam, Diego Lapena, secretario de turismo local, quien señaló que el número de los interesados en avistaje de aves es creciente.
La ciudad que tiene una población de 32.000 habitantes -según el censo del 2010- y cuenta con 2.700 plazas, entre hoteles, hostels y cabañas, además de varios campings, agregó el funcionario.
El funcionario destacó además «la diversidad de la oferta gastronómica, en una comunidad con todos los servicios y una gran vida cultural».
Es que la zona también tiene una gran colectividad galesa, de los que llegaron a la costa de Chubut en la segunda mitad del siglo XIX, quienes mantienen la tradición del té galés -especialmente en Trevelin- y hasta reciben a jóvenes de Gales «para aprender el idioma que se puede perder en el Reino Unido», dijo.
Pero ahora las aves son las estrellas, además de los juegos de invierno en La Hoya, los recorridos en los bosques andinos, las cascadas y los lagos de Esquel, el Valle de Trevelin y el Parque Nacional Los Alerces.
La observación de aves en su hábitat natural no sólo permite reconocer la especie a partir de su plumaje y colores, sino también a través de sus cantos, la manera de volar solas o en bandadas, de vincularse con sus pares, los rituales de apareamiento o de cortejo o cómo cazan.
El ambiente generado por la gran cantidad de lagos de la zona y las lagunas que rodean a Esquel son ideales avistar una gran cantidad de aves acuáticas como patos, flamencos, biguás y los cisnes de cuello negro, junto al martín pescador, con colores azules y verdes metalizados en torno al pecho anaranjado.
Vayan agendando
Javier de Leonardis, miembro del Club de Observadores de Aves (COA) de Esquel, destacó que en «la región también viven las águilas moras, los gavilanes cenicientos, los jotes de cabeza negra y colorada, los aguiluchos andino, el milano blanco, el esparvero, y los halcones peregrinos, plomizos y los colorados».
La Comarca tiene lista su guía de aves propia de la zona, aunque todavía resta imprimirla, pero el lugar se puede recorrer con una guía de Argentina o de Chile, porque las especies son muy similares a ambos lados de los andes, dijo el especialista.
De Leonardis comentó que «en la zona de la Laguna La Zeta, armaron hace un año un observatorio sobre la laguna y ahora festejarán los seis años del COA con un gran festival que se realizará en ese lugar.
Pasión por el avistaje de aves
El avistamiento de aves es una de las actividades turísticas de menor impacto ambiental y con un creciente número de adeptos en los últimos tiempos en el mundo. La posibilidad de reconocer las distintas especies conlleva desplegar los sentidos y convertir a la observación en el arte de la expectación. La propuesta de Esquel en la Patagonia Argentina, además del avistaje, es lograr la concientización del turista sobre la importancia de las aves para el mantenimiento del bosque como distribuidoras de semillas, consumidoras de insectos e indicadores ambientales.
Adentrarse en los ambientes naturales y mimetizarse con la vegetación es una de las principales características del avistaje de aves o también llamado birdwaching o birding (en inglés), cuyo propósito consiste en lograr que las aves no adviertan presencia extraña, y de esta manera no ahuyentarse dejándose observar desde una distancia prudencial.