Belmonte es uno de los pueblos más lindos de Castilla-La Mancha, su nombre primitivo fue Bellomonte por su belleza y la cercanía de un monte que rodeaba al pueblo. Villa Medieval y Ruta del Quijote, sus orígenes se remontan a la época visigoda S.VII, también existen vestigios romanos en su historia. El rey Pedro I de Castilla la convirtió en Villa de Realengo y le concedió el privilegio de Villazgo y se le nombró cabeza de Partida.
ESPAÑA.- Belmonte celebró en 2018 el 50 Aniversario Declarado Conjunto Histórico y pueblo mágico… villa de interés turístico desde 1968, lucha por encontrar un futuro gracias a su historia y a su patrimonio.
Los siglos XVI y XVII supusieron una época de gran esplendor para Belmonte, de ello son testigos las numerosas casas señoriales que se conservan, es una villa importante, económica y administrativamente. Belmonte es un lugar que ha quedado en la historia, por su impresionante Castillo Palacio Fortaleza, declarado Monumento Nacional de interés turístico artístico en 1931 y Bien de Interés Cultural, es de estilo gótico mudéjar, fue mandado construir por Don Juan Pacheco primer marqués de Villena y III señor de Belmonte en 1456, fue el hombre de confianza del rey Enrique IV de Castilla y el señor más poderoso del reino en su época.
¿Qué ver en Belmonte?
Belmonte se constituye como un destino excepcional para escapar de la rutina y retroceder quinientos años en el tiempo. Y, si bien se puede visitar en un día desde ciudades como Madrid (150 km), Cuenca (95 km) o Toledo (155 km), no está de más quedarse a dormir y aprovechar la estancia lo mayor posible. Tanto en la propia villa de Belmonte como en localidades cercanas tales como Mota del Cuervo (apenas a un cuarto de hora), El Toboso o Campo de Criptana y así enlazarlo con la ruta de Don Quijote de La Mancha y darle un nuevo toque a un viaje muy especial. De ese modo lo hice yo, llegando desde Madrid y haciendo previamente Mota del Cuervo y la Laguna de Manjavacas con el objetivo de seguir las huellas del caballero de la triste figura, protagonista de la obra literaria más universal de cuantas se han escrito en lengua castellana.
Visita el castillo gótico-mudéjar de Belmonte
El gran protagonista de toda escapada belmontina que se precie es su característico castillo de estilo gótico-mudéjar sostenido por los siglos en el cerro de San Cristóbal. Si no accedes a él para subirte a sus murallas y conocer su interior completamente musealizado no deberías atreverte tachar Belmonte de tu lista. Una planta completa está dedicada a la época medieval y, más concretamente, a la de su nacimiento bajo la batuta de Juan Pacheco, del que se conserva su dormitorio con un artesonado en el techo capaz de trasladarte a las mil y una noches. Más arriba son los dominios decimonónicos que nos llevan a otra de sus moradoras ilustres, la Emperatriz Eugenia de Montijo. Conviene aclarar que muchos de los muebles y obras de arte expuestos, sobre todo los de la zona «Pacheco» no formaron parte nunca del castillo y fueron traídos tras la reapertura al público tras una larga restauración en 2010.
Asómbrate con la Colegiata de San Bartolomé
Belmonte no tiene catedral propiamente dicha pero nadie duda de que su Colegiata del siglo XV lo tiene todo para serlo. Don Juan Pacheco la mandó erigir sobre los restos de un templo visigodo junto al Palacio del Infante y con unas vistas privilegiadas al castillo. La religiosidad convertida en arte sacro permite descubrir numerosas obras entre las que se encuentra incluso la firma de Salzillo. También cuenta con los sepulcros en alabastro de los padres y abuelos de Pacheco, iniciadores de una poderosa y larga saga familiar y, por supuesto, la joya de la corona, un fabuloso coro historiado en madera de Hanequín de Bruselas y Egas Cueman. La forma de narrar episodios religiosos a través de la madera de los asientos del coro es soberbia. En el templo además se conserva la pila en la que fue bautizado Fray Luis de León. No cabe duda que son muchas y buenas las razones por las que entrar a la Colegiata de San Bartolomé se ha convertido en uno de los esenciales de Belmonte.
Palacio del Infante Don Juan Manuel
Come como un marqués y duerme como un monje en el Palacio del Infante Don Juan Manuel, el viejo alcázar del siglo XIV mandado erigir por el infante Don Juan Manuel fue el lugar de nacimiento de Juan Pacheco. Todavía se pueden visitar interesantes restos arqueológicos entre los que destacan los restos de un convento de monjas dominicas que se levantó in situ en el siglo XV. Ahora el alcázar es un hotel de cuatro estrellas (Palacio del Infante Don Juan Manuel Hotel Spa) con un claustro magnífico y alma de Parador, aunque no lo sea. En realidad esta transformación en alojamiento se debió a un proyecto de creación de «Ventas de la Ruta de Don Quijote» que comenzó y terminó precisamente en este hotel belmontino.
Recorre la muralla medieval
Poco después de la Reconquista comenzó a construirse una muralla para proteger la ciudad, algo que continuó en tiempos del Infante Don Juan Manuel rematándose con la construcción del castillo de los Pacheco ya bien metidos en el siglo XV. El cinturón defensivo que bordeaba la ciudad contaba con cinco puertas que se abrían y se cerraban cada día, tres de las cuales continúan utilizándose como acceso a la villa y que son:
La Puerta del Almudí: Junto al viejo pósito (era un depósito de grano con el que contaba la villa en la que se hacían préstamos en condiciones favorables a los vecinos más pobres). Allí estuvo situada la picota o rollo, de ahí que otro de los nombres por los que fue conocida es «la puerta del rollo». Guarda un Cristo relativamente reciente (mediados del s. XX).
La Puerta de la estrella: Hace referencia a la existencia de una antigua judería fuera de la muralla a la que eran obligados a vivir a los judíos. Sobre la misma se encuentra una estatua de «la Virgen de la Estrella».
La Puerta de Chinchilla: La más monumental de todas con dos torreones almenados. Por ella entrarían los Reyes Católicos en 1488 cuando se dirigían al castillo.
En realidad hay otra puerta más situada al norte de la villa como es la de San Juan, aunque se conserva apenas un fragmento de la misma (un pequeño torreón y una jamba). Al oeste se encontraba la «Puerta Nueva» pero que el nombre no lleve a engaño, porque de la misma no queda absolutamente nada.
Casco viejo de Belmonte
Belmonte guarda muchos secretos intramuros. Para ello te recomiendo que te dejes llevar (o te lleven) por las callejuelas del casco histórico y disfrutes de una armonía urbana que cada vez se hace más complicado encontrar hoy día. A través de grandes fachadas con ventanales protegidos por rejas uno puede presenciar la huella de los mejores años de Belmonte. O, por ejemplo, buscar la casa natal de uno de los hijos más ilustres de la villa, Fray Luis de León, relativamente cerca de la Colegiata. También las ruinas del Hospital de San Andrés que mandara construir para los pobres a principios del siglo XV Juan Fernández Pacheco, el abuelo de Don Juan Pacheco, aunque su estado de conservación actual resulta del todo preocupante. O la hermosa plaza que antes era uno de los patios del convento de los jesuitas (edificio destinado a diferentes propósitos), sin olvidarnos del convento de los Trinitarios en la calle Lucas Parra. Aunque te aseguro que lo mejor es perderte y disfrutar de su laberinto de casas blancas.
Llama a las puertas del siglo XV
En el número 20 de la calle Lucas Parra hay una casa convertida en una auténtica máquina del tiempo. Pues en la Casa Bellomonte se puede cumplir de manera literal. Con todo detalle se ha recreado una casa real de esta época a través de muebles y objetos que se utilizaban en los tiempos en los que Juan Pacheco mandó construir su gran castillo. Acompañado por «personajes» anónimos de época (un armero, una boticaria, etc.) es posible comprender cómo era la vida cotidiana de un burgués de la época. La cocina (con cueva), el telar, la armería (con réplicas de armas del S. XV) o las habitaciones de la segunda planta son parte de la visita, aunque lo mejor está en la pasión que le ponen los «dueños de la casa» para mostrarte cómo es (y no era) su vida al final de la Edad Media, que es donde te llevan sin que te des apenas cuenta. Es una actividad que lleva a cabo una asociación cultural que pretende difundir su conocimiento a través de un sistema puramente experiencial y tangible.
Asiste a un combate medieval
Belmonte se ha convertido en la capital española de la lucha medieval. Desde hace años ha sido sede del Torneo Nacional de Combate Medieval así como del Campeonato Mundial. Para la ocasión la villa es una representación histórica en sí misma y se pueden ver justas a caballo o peleas de espadachines. El realismo con el que se llevan a cabo las muchas disciplinas relacionadas con el combate medieval se ha convertido en uno de los grandes atractivos de la localidad conquense, que multiplica su población durante los fines de semana en que se celebran los campeonatos. Fuente: www.turismobelmonte.es