La aparente paradoja de que Borges se interesara tanto por sus antepasados en sus cuentos y poemas y no por su descendencia es coherente con la desprolijidad que hoy vive la herencia de sus millonarios derechos de autor y bienes, incluyendo una valiosa biblioteca, lo que no solo puede entenderse como una manifestación de su concepción del tiempo y su visión filosófica y literaria del mundo.
TELAM (Por Carlos Aletto).- Borges, a lo largo de su obra, exploró con insistencia el tema del tiempo y la temporalidad. En este sentido, su obsesión por sus antepasados puede entenderse como una manifestación de su interés por el pasado como un elemento vivo y presente en su obra, que trasciende la noción tradicional de tiempo lineal, dice el escritor e investigador Marín Hadis, estudioso de la obra del autor de “El Aleph”.
Borges consideraba que había heredado dos tradiciones: una militar y otra literaria. Su árbol genealógico lo conecta con ilustres familias argentinas de ascendencia criolla, anglosajona, española y portuguesa. Entre sus antepasados hay destacados militares como su abuelo paterno, Francisco
Borges Lafinur, un coronel uruguayo; su bisabuelo paterno, Edward Young Haslam, un poeta romántico que editó uno de los primeros periódicos ingleses del Río de la Plata, el Southern Cross; su bisabuelo materno, Manuel Isidoro Suárez, un coronel de las guerras de la Independencia; su tío abuelo paterno, Juan Crisóstomo Lafinur, un poeta argentino autor de composiciones románticas y patrióticas, así como profesor de Filosofía; y su abuelo materno, Isidoro de Acevedo Laprida.
Los estudios del especialista Martín Hadis son cruciales para su investigación sobre la obra de Jorge Luis Borges y sus antepasados. Sus conocimientos múltiples de literaturas e idiomas le permiten tener una perspectiva multidisciplinaria en su análisis, enriqueciendo su trabajo y contribuyendo a una mejor comprensión de la obra de Borges y su contexto histórico y cultural.
Hadis ha dedicado gran parte de su carrera al estudio de la obra de Jorge Luis Borges y sus antepasados. Su obra “Literatos y Excéntricos: los ancestros ingleses de Borges” es un ejemplo de ello, ya que en ella profundiza en la vida y obra de los ancestros del autor argentino.
Para realizar su investigación, Hadis aplicó sus conocimientos en diversas áreas de las humanidades, incluyendo el estudio de literaturas germánicas medievales y religiones comparadas en la Universidad de Harvard, y una maestría en Antropología Cultural por la Universidad de North Texas.
Además, su aprendizaje de varios idiomas, como alemán, japonés, finlandés, francés, latín, galés, hebreo, inglés antiguo y antiguo nórdico, le permite tener una visión multidisciplinaria y enriquecedora en su investigación.
En su libro “Siete guerreros nortumbrios”, examina la vertiente anglosajona de la literatura borgeana a partir del estudio de las figuras e inscripciones en inglés antiguo que aparecen en su lápida. De esta manera, demuestra que el conocimiento de las literaturas germánicas medievales es crucial para entender las influencias y fuentes de inspiración de Borges.
“Es cierto que la obra de Borges está claramente orientada hacia el pasado, dice Hadis a Télam y agrega: “La literatura de Borges es en varios aspectos un intento de buscar el origen de las cosas y de darle un sentido a la historia y al universo. Claro que ese intento jamás prospera, pero la trama de esa búsqueda es, precisamente, lo que Borges convierte en literatura.
– Télam: ¿En ese sentido, el relato de “Funes el memorioso” es en cierto modo autobiográfico?
– Martín Hadis: Puede vérselo así. Al igual que Funes, Borges necesita volver al pasado para reordenarlo y reinterpretarlo, una y otra vez, desde distintas perspectivas. En uno de los diálogos de “El misterio esencia”, Borges afirma: “Creo que deberíamos estar agradecidos con todo el pasado, con la historia de la humanidad, con todos los libros, todos los recuerdos”. Y luego agrega: “El pasado es para nosotros un tesoro. Es lo único que realmente poseemos y que está a nuestra entera disposición. Podemos cambiarlo y modificar incluso a los personajes de la historia”.
– T: ¿Borges mencionaba el futuro en sus conversaciones?
– M.H: Acerca del futuro, Borges decía varias cosas muy contradictorias: afirmaba, para empezar, que la gente suele imaginar al futuro en términos de su propia época y que eso es un error, porque las cosas que ahora consideramos importantes serán frívolas e irrelevantes en el porvenir.
– T: ¿Y en su literatura hace referencia al futuro?
– M.H: De todos sus cuentos, el único que está ambientado en el futuro es terriblemente pesimista. Se llama “Utopía de un hombre que está cansado”.
Es un futuro angustiante, difuso y totalmente desanclado de su propio pasado, cuyo protagonista afirma: “Queremos olvidar el ayer… No hay conmemoraciones ni centenarios ni efigies”. La única pincelada simpática de ese futuro brumoso pertenece, curiosamente, al pasado de Borges: a las cosas que su padre, anarquista, le anticipó que ocurrirían y que no se cumplieron durante su vida: el hecho de que en el futuro dejaría de haber gobiernos. Hay también un diálogo que con algo de humor trae algo de alivio al texto. Borges le pregunta a un habitante del porvenir: “¿Qué sucedió con los gobiernos?” Y el hombre le contesta: “Según la tradición, fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos”.
Borges también solía decir que el mundo del futuro será muy distinto al mundo de hoy y que además habrá muchos futuros diferentes. Y se preguntaba: “¿Por qué hablar de un único futuro? No tiene el menor sentido.”
– T: ¿Y qué pensaría Borges acerca del futuro de sus obras?
– M.H: No creo que pensara demasiado en eso. Para empezar, no creo que pensara demasiado acerca de su propio impacto en el mundo y en la literatura. La modestia de Borges no era fingida. Por ejemplo, su madre solía acompañarlo a sus viajes. Cuando terminaba de dar una conferencia y la gente lo aplaudía, Borges le decía sorprendido a su madre: “¡Caramba! Me toman en serio”. De modo que no creo que pensara que el mundo fuera demasiado diferente sin su presencia. De hecho, solía afirmar que solamente aceptaría la inmortalidad personal si le garantizaran no recordar nada de lo que fue su vida. “Yo no quiero seguir siendo Borges” -decía- “estoy harto de él”.
En el texto “Borges y yo”, por ejemplo, afirma: “Nada me cuesta confesar que [Borges] ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición”. Es decir: pensaba que a la larga, solo se salvarán unos pocos textos suyos, y que el mejor destino de esos textos sería que pasen a integrar un patrimonio cultural común sin que nadie sepa siquiera quién los escribió, que su autoría se olvide y que nadie recuerde quién fue Jorge Luis Borges.
Y cuando se le preguntaba cuál era el mensaje de su obra, solía responder: “Yo no tengo ningún mensaje -los mensajes son propios de los ángeles, ya que ángel significa mensajero en griego- y yo ciertamente no soy un ángel”.
Además, quería dejar libre la interpretación de sus obras a los lectores, que -según él- la enriquecían con sus lecturas.
A la hora de escuchar las respuestas de Hadis, queda claro que para Borges el futuro implicaba múltiples escenarios, una gama de opciones con final abierto. Esta cosmovisión sirva quizá para entender las circunstancias que hoy atraviesa su legado, tanto los derechos de autor como los bienes de Borges, incluyendo su valiosa biblioteca.