Buenos Aires es una ciudad cuya identidad se construyó en base al contacto con el otro y a la capacidad transformadora del intercambio de experiencias y sensibilidades. Es decir, en la interacción como una capacidad integradora.
BUENOS AIRES. (Por Gonzalo Robredo – Presidente del Ente de Turismo de la Ciudad de Buenos Aires).- Esta ciudad es relativamente nueva, su historia es reciente y se constituye por la llegada de los inmigrantes que se fusionan con los criollos que la habitaban: primero los europeos, luego las migraciones internas, más tarde los de los demás países de América Latina. Nuestra ciudad ha sido siempre abierta a la diversidad, cosmopolita.
Buenos Aires tiene una capacidad activa para recibir al viajero. El otro entra en contacto con el porteño para ir generando una nueva identidad en la ciudad que se transforma y se nutre de ese diálogo, de esa interacción. La interacción es ante todo una experiencia, una fuerza sinérgica que nos transforma. Con los visitantes intercambiamos experiencias, emociones y eso incluye todo un campo de acciones: lo culinario, lo cultural, la lengua, incluso la economía. Funciona como un prisma, convive la mezcla de lo mediterráneo con la tradición latinoamericana. De esta manera, conviven todas las tradiciones. Buenos Aires es un mosaico de diversidad cruzada por un hilo conductor: el estilo apasionado de los porteños.
Y tenemos también la capacidad de adaptarnos a los cambios, al presente. Los porteños somos partícipes de la aparición de un nuevo tipo de viajero que representa un nuevo tipo de construcción identitaria, la cual se actualiza precisamente en cada viaje. La identidad no es algo fijo sino que se transforma, que se pone en juego en cada experiencia, en cada visita. Buenos Aires reúne las condiciones para ser fértil a ese nuevo tipo de viajero, a ese nuevo tipo de sensibilidad.
Eso mismo ocurre en cada barrio: cada uno tiene su identidad, producto de la historia, de los cambios y progresos que acontecieron. Nada más lejos de la realidad que el estereotipo del barrio detenido en el tiempo, el que se conserva siempre idéntico a sí mismo. Los barrios cambian, avanzan, se modifican positivamente. Entonces las identidades de los 48 barrios que forman Buenos Aires pueden ser vividos como una constelación, como una experiencia que se va abriendo de barrio en barrio hasta alcanzar la totalidad de la ciudad como una ola expansiva.
Las identidades entonces se abren ante el hecho turístico: se ponen en juego y se actualizan en el acto de recibir al nuevo viajero. En el intercambio de experiencias y sensibilidades. La relación con el visitante es primero del orden del encuentro con el otro, y luego ocurre la transacción turística. Es en esa dimensión de intercambio identitario, en el recibir e interactuar, en esa dimensión antropológica que cada barrio vuelca al hecho turístico propio de Buenos Aires.
El encuentro con el otro es una buena frase para definir el hecho turístico, y también a la historia de Buenos Aires. Qué mejor que pensarlas en conjunto.