Carlos Alberto Cuello: “Me siento orgulloso de ser canillita”

Ante la lamentable partida de Carlos Cuello, Carlitos para nosotros, “El Canillita” para la comunidad de Río Grande,  publicamos una nota donde en primera persona él contaba su vida, cuánto hacía que trabajaba en diario El Sureño repartiendo  ejemplares y cómo era su vida en nuestra provincia.

RIO GRANDE.- En el Día del Canillita, el Diario El Sureño trae a colación la historia de uno de sus tantos colaboradores que hacen que los ejemplares lleguen a muchos hogares. Carlos Alberto Cuello, nacido en el distrito Río Cuarto, (provincia de Córdoba) de 51 años, quien llegó a la Isla en el año 1988.

Carlos, (Carlitos, como lo llama el común de la gente), se instaló en Ushuaia  y trabajó en una constructora durante casi dos años hasta que la empresa cerró. Luego se fue a Tolhuin a trabajar en el campo hasta el ’91, año en que se trasladó a Río Grande.

Cuando aún estaba en Tolhuin, le dijeron que en Río Grande se iba a abrir un diario  “así que me vine y hablé con Fayanás y con González (responsables del diario El Sureño)”, contó. Inmediatamente le dieron trabajo pero no sabían qué lugar darle adentro del matutino, así que estuvo divagando dentro de las instalaciones. Carlos colaboraba en todo lo que podía, hacía limpieza, pintaba, y hasta cebaba mates. Un día le dieron la labor de contar los diarios y entregárselos a los canillitas.

“Mi relación con El Sureño data desde el primer número que fue el 14 de junio, yo en ese momento era empleado de la firma. Ya en octubre comencé a vender diarios en la calle mientras aún trabajaba como empleado del mismo medio. Luego renuncié al diario y me dediqué enteramente a vender en la calle por cuenta propia” recordó.

Carlos Cuello, frente a la confitería Roca, donde solía concurrir  todos los días. Dos íconos, cada uno en su actividad.

A pesar de que está en la actividad desde hace varios años, asegura que no es el primer canillita que tuvo el diario “pero debo ser uno de los únicos que queda desde aquella época porque la mayoría ha renunciado a esta actividad”, explicó.

Carlitos, en la charla que mantuvo con El Sureño aseguró tener muchas cosas para contar. “Soy canillita desde hace 20 años He repartido el diario bajo la lluvia, la nieve, contra el viento, he estado enfermo o con algunas dolencias y, sin embargo, nunca falté a trabajar y nunca dejé de repartir el diario, además, nunca me tomé vacaciones en estos 20 años y creo que la gente te lo reconoce y te lo retribuye con calidez y con respeto” dijo emocionado.

“A la venta de diarios la he tomado con mucho cariño desde el primer día, aunque al principio, como a todos, una labor nueva me parecía rara, extraña, me parecía que todo el mundo me miraba, pero después te acostumbrás. Igualmente la calle te deja muchas experiencias, buenas y malas, pero a mí me dejó siempre de las buenas”.

Con relación a la venta dijo tener más de 90 clientes fijos “pero hubo un tiempo en que El Sureño tuvo si época de oro que fue entre los años 92 hasta el 95 aproximadamente y nosotros, como canillitas, tuvimos nuestra parte ya que se vendían muchos números. Yo alcanzaba los 130 a 150 diarios por día. Hoy, yo mismo me reduje y vendo un poco más de 90 de manera cotidiana.

Mientras yo pueda hacerlo, que el físico me lo permita, voy a ser canillita, y le voy a llevar el diario a la gente que me lo pida, lo hago con amor y estoy orgulloso de hacerlo” aseguró.

Carlitos explicó que uno de los mayores inconvenientes con que se han encontrados en los últimos años es la tecnología porque, según aseguró, “va desplazando puestos laborales. Fijate que desde hace unos años que la venta ha caído. Pero no es por otra cosa que la intervención del internet. La red ha hecho que muchos de mis clientes dejen de comprar el diario de papel” .

Una moto, una historia

El reconocimiento que le dio a Carlos gente anónima merece un capítulo aparte. Así lo relató el  propio protagonista.

“En estos 20 años pasé por distintas etapas. Al comienzo, cuando ya habían pasado unos 10 meses de reparto, me compré mi primera bicicleta que luego cambié y así sucesivamente hasta el año ´95 momento en que logré comprar mi primer ciclomotor y luego la cambié por otro y así pasé por 6 motos hasta que la última (un ciclomotor 50 cc dos tiempos) se rompió, y no pude arreglarla porque me costaba más el arreglo que comprar una nueva. Así que me prestaron una bicicleta que al final terminaron regalándomela. Con esa bicicleta hacía el reparto aunque tardaba muchísimo tiempo. Me demandaba de entre 5 y 6 horas de pedaleo por día. Así pasaron unos 10 u 11 meses” comenzó la historia.

Un día, la gente de la Confitería Roca, comenzó a preocuparse por esta situación y, sin que Carlos supiera, iniciaron con una colecta juntando dinero pidiéndoles a los clientes, amigos y a conocidos, hasta que reunieron la suma necesaria para comprar una moto nueva.

Una mañana, Lucho (encargado de la Confitería Roca), le dijo a Carlos: -Venite cerca de las 18:00  para la confitería porque necesito que me hagas un trámite. “Yo vine sin saber nada -continuó Carlos entre lágrimas- porque acá yo normalmente les hago trámites, mandados, les traigo cambio, pago facturas, etc. Entonces vine, dejé la bicicleta afuera y cuando entré, todos empezaron a gritar, aplaudían me sacaban fotos, así me dieron la moto, la verdad no lo podía creer. Me dieron no sólo una moto, sino que me dieron una sorpresa enorme. Igualmente ese día me dieron la moto, pero todos los días me dan cariño, amor, respeto y eso se los voy a agradecer eternamente”.

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