Con la espada y la palabra

Una investigadora del CONICET estudia las proclamas y arengas de Manuel Belgrano, el creador de la Bandera y otros jefes militares. Examina cómo lograban el consenso entre sus tropas, la evolución de conceptos como Patria y la importancia del factor religioso para la causa.

Manuel Belgrano afirmó que “sin ejército, no habrá jamás patria”.

BUENOS AIRES (Agencia CTyS-UNLaM).- Corre la década de 1810. La Revolución de Mayo aún está fresca y las tropas realistas se aprestan a dar batalla. ¿Cómo convencer y motivar a cientos de soldados a entregar la vida por un proyecto político diferente y con un futuro incierto? ¿Qué significaba, por ese entonces, conceptos tan abstractos como “Patria” o “Revolución” para sus protagonistas?
“Los estudios marcan que el proceso iniciado a partir de 1810 estuvo sostenido por una guerra de armas, pero también de opinión, llevada a cabo por las autoridades políticas y militares de ambos bandos enfrentados”, aseguró la investigadora Marisa Davio, doctora en Ciencias Sociales e investigadora adjunta del CONICET a la Agencia CTyS-UNLaM.
Davio, del Instituto Superior de Estudios Sociales (CONICET- UNT), estudia las proclamas, arengas y cartas de los jefes militares de aquella época para entender cómo evolucionaron conceptos claves en sus discursos y la manera en que estos fueron resignificándose a través del tiempo.
Parte de los trabajos de la investigadora se centran en la figura de Manuel Belgrano, uno de los actores protagonistas de los hechos y quien, pese a no contar con una formación militar específica, fue designado jefe del Ejército Auxiliar del Perú en dos oportunidades.
“Si bien Belgrano se formó como abogado en Europa, comenzó a tomar iniciativas militares desde las invasiones inglesas, para luego abocarse con mayor énfasis a esta actividad militar y hacer frente a las batallas libradas una vez iniciada la Revolución”, explicó Davio, cuyas líneas de investigación incluyen a realistas y revolucionarios en el espacio sur-andino, en la época de la Independencia.
El caso del prócer, quien estuvo al mando de este ejército en 1812-14 y 1816-19, es un buen ejemplo de cómo ciertos conceptos se van resignificando en pocos años, a raíz de los procesos políticos.
“Para Belgrano, al igual que para muchos actores contemporáneos que vivieron en este período concebido como una verdadera guerra civil entre americanos, al principio la patria tenía que ver con el lugar de origen y con la lucha en nombre de la ‘madre Patria’, por España y el Rey Fernando VII. Pero, con el correr de los años y la continuidad de la guerra, comienza a asociarse con el concepto de ‘Revolución’: la patria está asociada a la causa política a defender, es decir a las cuestiones revolucionarias alejadas ya de la figura real”, detalló Davio.

Marisa Davio, doctora en Ciencias Sociales e investigadora adjunta del CONICET.


Estos cambios en la concepción de Belgrano pueden observarse por ejemplo, en sus proclamas dirigidas a los “pueblos del Perú”, luego del triunfo en Tucumán en 1812, donde el prócer habla sobre luchar contra “opresores de la libertad” y terminar con la “esclavitud y la guerra civil”. “Incluso, la afirmación de que ‘no hay España y el Rey Fernando jamás volverá’, ponía en relieve los destinatarios de la guerra y la resignificación de su propio discurso”, remarcó la académica.
En cartas posteriores, Belgrano afirmará que “sin ejército, no habrá jamás patria. La fuerza en orden, disciplina y subordinación es la única que puede asegurarnos interior y exteriormente”. “Se hacía Patria y Revolución, entonces, participando en el ejército y las milicias, y la misma iban ampliándose de acuerdo con los triunfos y ocupaciones del ejército en el territorio”, resaltó Davio.

Consenso y negociación
Claro que lograr el consenso y la negociación entre jefes militares y tropas no resultó una tarea nada fácil, sobre todo porque gran parte de las tropas pertenecientes al ejército de línea y de las milicias estaban integradas por grupos de sectores populares, sin una formación militar que impusiera orden y obediencia.
Al respecto, la investigadora del CONICET remarcó que “el convencimiento y la identificación de las tropas con la causa a defender resultaba esencial, aunque evidentemente existía el reclutamiento forzoso y estaba latente la posibilidad de la fuga o la deserción o las licencias peticionadas por los soldados que permitían exonerarse de tales servicios. Todo el proceso de formación de tropas fue clave, porque sus integrantes no seguían ciegamente a sus jefes”.
Así, el sentido de pertenencia no se generaba sólo con la bandera y la escarapela, sino también con la evocación de vocablos como “la perseverancia, el coraje, la valentía, la constancia, o la unión en la lucha”. En los discursos y arengas, Belgrano y otros jefes también dejaban en claro incentivos y premios derivados de su participación.
“En las proclamas, era usual el empleo de palabras enérgicas, se especificaba hacia dónde y a quiénes estaba dirigida la guerra, la razón de la lucha, cómo debía ser el enfrentamiento y qué tipo de recompensas se alcanzarían luego de la participación en las batallas”, detalló la especialista.
Otro factor clave que adoptó Belgrano en sus convocatorias fue la asociación con la religión a la causa de la lucha, cuestión que no había sido tomada en cuenta por los anteriores jefes de la primera expedición al Alto Perú, como fue el caso de Juan José Castelli. En este sentido, la investigadora afirmó que “es muy fuerte la identificación católica en toda esa población perteneciente a todo el espacio que hoy forma parte del actual noroeste argentino y de lo que hoy es Bolivia. Al sumar el factor religioso, se lograba una mayor adhesión entre la población local”.
Este proceso se reflejó, por ejemplo, en el nombramiento de la virgen de la Merced como Generala del Ejército Patriota. “Justo el día que se triunfa en la Batalla de Tucumán, el 24 de septiembre de 1812, era la fiesta de la virgen y la asociación con el triunfo de la batalla tuvo una significación aún más fuerte. Hay que tener en cuenta que ambos bandos enfrentados adoptaron la estrategia de apelar a lo religioso: así, se afirmaba que la causa era apoyada por Dios y su triunfo era resultante de un designio divino”, aclaró Davio.
Para la investigadora, estudiar estos procesos teniendo en cuenta la visión de sus propios protagonistas es fundamental a la hora de comprender la complejidad del proceso y no pensarlos como hechos lineales. “Debemos analizar los hechos desde la perspectiva de esa época, cuando la incertidumbre era la protagonista y la guerra y los sucesos políticos se iban definiendo paso a paso. Así se puede entender ciertos cambios y resignificaciones de líderes y revolucionarios”, concluyó.