Cada 1º de agosto se conmemora el Día de la Pachamama y se comienza a percibir el aroma a sahumerios e incienso celebrando la vida, al tiempo que se agradece por buenas cosechas y fecundidad para los rebaños.
La provincia de Jujuy es una de las que mayor atención concita para esta fecha y La Quiaca, la ciudad más norteña del país, adquiere una gran relevancia. Allí el ritual es compartido por habitantes y turistas que llegan desde todo el mundo. A 1775 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, sus bellísimos paisajes, el colorido de sus cerros, la gastronomía y la fuerte identidad que se refleja incluso en las vestimentas, son atractivos merecedores de ser apreciados en toda su dimensión.
La fiesta de la Pachamama es una ceremonia que refuerza y restablece el vínculo de reciprocidad entre la humanidad y la madre tierra. Se trata también de un ritual que intenta borrar las fronteras entre la Argentina, Chile, Bolivia, Ecuador, Colombia y Perú, en un vínculo sagrado y ancestral que remite a nuestras culturas originarias andinas.
Según la cosmovisión andina del Qollasuyu, en el mes de los vientos, el 1º de agosto la tierra se despierta, lo mueve todo y ahí estamos sus hijos e hijas para celebrar con cantos y alimentos el Sumaj Kawsay, el buen vivir.
La celebración recorre nuestra historia y hoy encuentra a las comunidades indígenas habitando diversos territorios, algunos lejanos de sus primitivas Pachas, pero en cada nuevo sitio continúan manteniendo viva la práctica de las ceremonias y cantos ancestrales.
La Pachamama o Madre Tierra, es una deidad venerada por ser generadora de la vida, símbolo de fecundidad por su capacidad para producir y proteger plantas, animales, alimentos y otros medios de subsistencia del ser humano.
En un pozo, que representa la boca de la Madre Tierra, se entregan las ofrendas, acompañadas de agradecimientos, rezos y pedidos para todo el año.
La ofrenda es una manera simbólica en la cual el hombre devuelve a la Pachamama lo que ha tomado de ella, con el fin de restablecer la reciprocidad entre el ser humano y la naturaleza.
Desde el primer día de agosto en toda la provincia se comienza a percibir el aroma a sahumerios e incienso celebrando la vida, sahumando y limpiando de energías negativas.
La Quebrada de Humahuaca es, sin duda, un escenario donde se puede vivenciar con gusto esta tradición.
En la Histórica Posta de Hornillos, ubicada a 73 km de la capital jujeña, año a año se realiza esta celebración, abierta a todo el público.
Es la más popular de las creencias mitológicas del ámbito incaico que aún sobrevive con fuerza en algunas regiones de la provincia.
En Jujuy, la gente de la montaña que profesa intensamente la fe católica continúa venerando a la Pachamama, como siglos atrás lo hacían sus antecesores.
Dar de comer y beber a la tierra
El ritual central de la Pachamama o fiesta de la Madre Tierra es la challa o pago, que implica un acto de reciprocidad. Aunque se ha popularizado el primer día del mes de agosto como día principal para su realización, de hecho se lo practica durante todo el mes, y en muchos lugares también el primer viernes de cada mes. Las ceremonias están a cargo de personas ancianas o de mayor autoridad moral dentro de cada comunidad.
El ritual más importante es el “Challaco”, una deformación de los vocablos quechuas ch’allay y ch’allakuy, que se refieren a la acción de ‘rociar insistentemente’, ‘aspergar’; en el lenguaje corriente de los campesinos del sur de los Andes Centrales, la palabra challar se usa como sinónimo de ‘dar de comer y beber a la tierra’. El challaco, tal como se practica en la zona estudiada, abarca una compleja serie de pasos rituales que comienzan en las viviendas familiares la noche de la víspera, durante la cual se cocina una comida especial, la tijtincha, y que culminan en un ojo de agua o la toma de una acequia donde se realiza el ritual principal a la Pachamama, con una serie de ofrendas que incluyen comida, bebida, hojas de coca y cigarros.
Diosa totémica de los Incas
Pachamama (Madre Tierra) o Mama Pacha es una diosa totémica de los Incas representada por el planeta Tierra, a la que se brindaban presentes. La ofrenda era con ella en las ceremonias agrícolas y ganaderas; las que aún se estilan, actualmente, en el mundo andino. Es el núcleo del sistema de creencias de actuación ecológico-social entre los pueblos indígenas de los Andes Centrales de América del Sur, incluida nuestra provincia de Salta.
La divinidad de la Pachamama (la Madre Tierra) representa a la Tierra, pero no sólo el suelo o la tierra geológica, así como tampoco solamente la naturaleza; es todo ello en su conjunto. No está localizada en un lugar específico, pero se concentra en ciertos lugares como manantiales, vertientes o apachetas. Es una deidad inmediata y cotidiana que actúa directamente por presencia y con la cual se dialoga permanentemente, ya sea pidiéndose sustento o disculpándose por alguna falta cometida en contra de la tierra y por todo lo que nos provee.
El pueblo ofrenda a la Pacha parte de lo que recibe, no solo en los momentos y sitios predeterminados por el ritual sino, particularmente, en todos los acontecimientos culturalmente significativos, configurándose así una suerte de reciprocidad.