Autoridades chilenas asistieron al funeral de quien fuera matriarca y líder de la comunidad yagan de Puerto Williams, considerada además Tesoro Humano de Chile. Su pueblo le brindó una tradicional ceremonia de despedida frente al canal Beagle.
PUERTO WILLIAMS (Chile).- El viernes arribaron a esta ciudad los restos mortales de la matriarca yagan Cristina Calderón Harban, fallecida el jueves en Punta Arenas a los 93 años. Cerca de las 16:00 fue recibida por autoridades como la ministra de Desarrollo Social Karla Rubilar, la delegada presidencial Jenniffer Rojas, el delegado provincial Nelson Cárcamo y el gobernador Jorge Flies.
Acompañaban el féretro los familiares, encabezados por su hija, la convencional constituyente Lidia González.
En el aeródromo Guardiamarina Zañartu, la ministra Rubilar entregó a uno de sus hijos, Daniel Zárraga, la medalla que estaba destinada a la abuela Cristina y luego, los presentes en caravana se dirigieron hasta Villa Ukika y se detuvieron en la casa donde vivía. Posteriormente, el cortejo emprendió rumbo hasta el gimnasio multipropósito de Williams, donde se realizó una ceremonia religiosa en la que se exhibieron imágenes de su vida.
Al finalizar el responso, unos cuarenta vehículos acompañaron el féretro hasta el cementerio de los yaganes, ubicado en bahía Mejillones, a unos treinta kilómetros de Puerto Williams.
Allí fue recibida por tres grandes fogatas, como parte de una ceremonia especial de despedida, donde todos los presentes se ubicaron en círculos. A nombre de la comunidad yagan habló María Luisa Muñoz: “es un día muy triste y la familia está muy adolorida. Pero sí recordar a la abuela Cristina como una gran mujer, con una tremenda fortaleza, que trabajó arduamente con la comunidad, con su familia y tenemos que mantener ese legado que ella ha dejado. Era una persona muy especial, que no tenía problemas en decir lo que sentía, una mujer muy notable y valiosa para nosotros, como matriarca y líder de la comunidad, y deja un legado tremendo y que las nuevas generaciones tienen la responsabilidad de mantenerlo”.
En esa línea, resaltó que “no solamente pierde a alguien el pueblo yagan y la comunidad local, sino que la humanidad perdió a una gran persona, reconocida a nivel local e internacional. Pero también reconocer que entregó todo lo que podía dar y ella se mantendrá siempre en su territorio; hoy ya se encuentra con los suyos”.
Por su parte, Lidia González, quien portaba una imagen de su madre, expresó: “Estamos reunidos alrededor de estas tres fogatas como es tradición en nuestro pueblo, que ahora instauramos para información importante, comunicados y que hoy hacemos en honor a mi madre. Para mí, mi madre fue lo mejor de la vida, una mujer cariñosa, sociable, embajadora de la cultura, de la política y del amor. Ella no supo de partidos políticos, ella respetó a toda la gente por igual y por eso, como familia, quisimos que estuviesen todos juntos. Ella está feliz con esta despedida que se le está haciendo, donde se va a quedar el cuerpo, pero ella vive en nosotros, para todos nosotros. Estoy contenta del legado que deja, me siento responsable de aquello, pero no soy la única; acá hay un pueblo, mujeres, familias, nietas, cuñadas. Cristina yo sé que está feliz, sé que ella está presente observando todo lo que está pasando aquí. Ella siempre fue orgullosa de su sangre indígena, por eso, nosotros jamás vamos a echar un pie atrás en cómo nos educó y cómo tenemos que seguir adelante en esta vida. Esta tradición es la que a ella le gustaba y por eso estamos celebrando su navegación al cielo a juntarse con todos nuestros ancestros. Es un día de tristeza, pero debemos tomarlo de otra forma, porque sé que mi madre vivió 93 años felices, también con algunas penas, pero por sobre todo, era tan grande mi madre, que ella lo único que quería era ser feliz y estar feliz con su entorno”.
Desde Alemania, su nieta, Cristina Zárraga, envió un texto para que fuera leído en la ceremonia. “El viento sopla aquí desde temprano, aun estando tan lejos, tu espíritu se manifiesta en los cielos con tanta fuerza. Has partido al mundo de las almas, aunque en un principio no lo concebía. Recordé el último tiempo en mis sueños, frecuentemente te veía acompañada por Teodocio, en otra ocasión de la tía Ursula y otra vez por la abuela Candelaria, tus compañeros que antes ya partieron; era un aviso que seguro ya sabías, siempre sabías antes, presentías, intuías y en tu silencio lo podía ver. Agradecida, contenta contigo por ese encuentro que era parte del destino, allá, bajo Watauinewa. Hoy celebramos el Loima, ese que viviste tantas veces al ver a los tuyos partir, hoy toda tu descendencia te vemos partir. Te acompañamos, te lloramos al sentir este desgarro por tu ausencia, hasta que pase la tormenta”.