“One Piece”, serie que adapta con actores el manga más vendido de la historia y su anime homónimo, desembarca mañana en Netflix con la misión no solo de hacerle honor al material original amado por legiones de fanáticos, sino de conquistar nuevos públicos.
(Por Nicolás Biederman) “Queremos reescribir la historia de las adaptaciones ‘live action’. Tenemos dos objetivos. No traicionar a los fans. Y que el programa sea amado por aquellos que todavía no conocen ‘One Piece’”. Estas palabras, compartidas hace unos días por la plataforma, formaban parte de una misiva que los responsables de la serie le enviaban a Eiichiro Oda, creador de este universo narrativo que sigue las desmesuradas aventuras de Monkey D. Luffy, un para nada típico pirata con cuerpo de goma y su colorida tripulación.
Es que el historial de la transposición de otros títulos del manga y del anime al audiovisual con actores “de carne y hueso”, y mucho más cuando se hace en Occidente, tiene más fracasos que éxitos.
Los filmes “Dragon Ball Evolución” (2009) y la reciente “Los caballeros del zodíaco” (2023) o la serie, también de Netflix, “Cowboy Bebop” (2021), están entre los ejemplos más dolorosos, especialmente por la popularidad de las obras en las que se basaban.
“El tono lo es todo en este programa: si lo hacés demasiado excéntrico, demasiado ridículo, entonces simplemente se vuelve tonto; si no lo hacés lo suficientemente excéntrico o ridículo entonces también parece tonto, así que tenés que encontrar la línea correcta entre las dos”, graficó en conversación con Télam el realizador británico Marc Jobst, sobre la espinosa búsqueda de ese punto indicado en que la serie podría funcionar.
Jobst, experimentado director de series que pasó por títulos como “The Witcher”, “Daredevil” o “The Punisher”, tuvo a su cargo la realización de los primeros dos de los ocho episodios que componen la temporada inaugural de “One Piece”; aquellos que marcan la pauta estilística, de ritmo y acento de una producción de la pequeña pantalla.
La primera tanda de episodios, que traduce en unas ocho horas las tramas de los primeros 100 números del manga, tiene la aprobación del propio Oda, quien hasta acompañó la actividad promocional previa al estreno pese a su conocido recelo a mostrar su rostro (de hecho lo hizo con la cara “blurreada”).
Y es que todo parece indicar que la serie dio en el blanco: entre los primeros capítulos a los que accedió esta agencia se aprecian varios aciertos. El tono, disparatado y juguetón, que abraza el estilo de animación oriental sin que resulte forzado, es uno de ellos.
Otro es la escala de producción, con gigantescos sets y efectos de tipo práctico -que por supuesto acompañan a lo digital-, las coreográficas escenas de acción y los vestuarios dan en la tecla y honran el despliegue del manga y el anime (el primero se publica desde 1997, y el segundo se emite desde 1999).
Pero un aspecto fundamental es sin dudas el casting, con la elección de actores y actrices de gran parecido al de los personajes dibujados, liderados por el mexicano Iñaki Godoy como Luffy.
“Cuando empezamos a ensayar nunca había trabajado con un chico de 17 años que escucha tanto como Iñaki. Tiene un espíritu muy raro y contagioso, y lo trajo al set y al elenco”, recordó Jobst sobre Godoy y cómo pudo capturar la esencia de Luffy, un joven de optimismo arrollador y buen corazón que sueña con encontrar el “One Piece”, el tesoro que lo convertiría en el “rey de los piratas”.
Junto con Zoro, Nami, Usopp y Sanji, los amigos que irá haciendo en cada parada de su aventura ultramarina, y que irán incorporándose a su pequeña tripulación, intentará eludir a la Marina que quiere apresarlos y a los peligrosos rivales que se crucen en el camino.
Télam: ¿Cuánto sabías sobre este universo antes de meterte en el proyecto?
Marc Jobst: Sabía que existía, pero no puedo decir que fuera un fan. Pero cuando Matt y Steve (Owens y Maeda, co-showrunners de la serie) me enviaron los guiones para ver si estaría interesado en dirigirlos, me encantaron. Pensé que eran épicos, que estaban llenos de aventuras, tenían montones de acción. Me encantó la creación de todo ese mundo, pero más que nada me encantó el hecho de que se trataba de personajes reales.
A pesar de que uno tuviera el poder de estirarse como la goma y otro el cuerpo que podía cortarse en muchos pedazos, se sentían reales y, por ello, había momentos de verdadera intimidad entre ellos. Se sentía que había una verdad y una comprensión de las relaciones de las personas. Comencé a sumergirme profundamente en el mundo de “One Piece”, que es extraordinario y de ahí en adelante estuve dentro.
T: ¿Dirías que por el manga y el anime han sido tan populares durante tanto tiempo?
MJ: Creo que lo que los fans entendieron desde el principio es que esta no era solo una gran historia con personajes fantásticos en escenarios increíbles. Era una historia que realmente significaba algo para la gente, y los actores me decían “esto me ha ayudado a superar momentos realmente oscuros”. Así que fue muy importante para mí como director entender por qué pasaba eso.
Y, por supuesto, es porque Luffy es realmente optimista, tiene muchas esperanzas y es inspirador. Tiene habilidades especiales, pero su mayor poder es su capacidad de inspirar a las personas a creer en sí mismas, a creer en sus sueños, a convertirse en ellos mismos, a atreverse a ser quienes son y a ser leales a las amistades. Creo que por estos valores es que significa tanto para la gente, y por eso mismo espero que esta serie sea interesante para los que no son fanáticos y llegan por primera vez.
T: ¿Cómo fueron tus primeras conversaciones para encontrar el tono adecuado para esta adaptación?
MJ: El tono lo es todo en este programa: si lo hacés demasiado excéntrico, demasiado ridículo, entonces simplemente se vuelve tonto; si no lo hacés lo suficientemente excéntrico o ridículo entonces también parece tonto, así que tenés que encontrar la línea correcta entre las dos, tenés que permitir la oscuridad y tenés que permitir la alegría. Es divertida y alegre, hay una energía de cielo azul, sol, alta mar, viento y aventura, y eso es muy diferente a muchos programas, pero necesitábamos encontrar el tono adecuado para la acción.
He filmado mucha acción para Marvel Studios y para “The Witcher”, y eso era áspero, oscuro, sucio, sudoroso y sangriento y eran golpes en cámara lenta. Todo ese tipo de cosas no me parecían el tono “One Piece”. Como la acción es una parte tan importante, quería encontrar un nuevo lenguaje en el cual rodarla y por eso desarrollamos unos lentes especiales para filmar la serie, para que tuviera su propia apariencia.
Se ve muy diferente, y quería elegir actores que fueran físicos, que estuvieran en forma, que pudieran hacer sus propias escenas de acción, que pudieran realizar una coreografía para que yo pudiera filmar en estos grandes planos largos y fluidos, una suerte de “baile” desde una persona a la otra.
T: Los fanáticos incondicionales pueden ser los mayores aliados de una producción, pero también los críticos más duros. ¿Cómo lidiás con eso?
MJ: Si intentás complacer a todo el mundo, vas a hacer una serie aburrida. Tenés que tomar una decisión sobre lo que querés hacer y creer en eso no solo porque pensás que es genial sino porque respeta el material original, y luego tenés que ir con eso. Queríamos que todos sintieran confianza en lo que estábamos haciendo para que todos dieran más de lo que jamás pensaron. Para mí, como director, es muy importante que lleguemos a una visión y la sigamos. Si te preocupás demasiado por lo que piensen los demás, vas a terminar yendo a lo seguro; jugar a lo seguro nunca funciona en el cine, pero jugar a lo seguro en “One Piece” sería un desastre.