En las canciones de Brian Millanahuel, las palabras en mapudungun se trenzan con beats agresivos y con fragmentos de otros discursos que se cuelan para amplificar el sentido de las letras. «Ahora que tengo la oportunidad de darlo a conocer lo voy a hacer porque estoy orgulloso de ser nacido y criado acá», dice desde su estudio de Cushamen.
“Quebrado”; “lugar desértico” o “lugar desolado”, son los posibles significados etimológicos de Cushamen, la comuna rural enclavada en Chubut en la que vive Brian Millanahuel. Cushamen aparece de fondo en sus videos, en sus letras, remeras y en la portada de sus redes sociales. Es una zona en la que la firma Benetton —la empresa extranjera con más tierras en el país— pisa fuerte sobre el territorio ancestral de la comunidad mapuche, de la que descienden casi todos los habitantes del pueblo y cuya identidad Millanahuel levanta como bandera en el ritmo de un rap en resistencia.
Brian empezó con la música a los trece años, primero con una guitarra y después con un teclado que andaban “dando vueltas” por el albergue en el que se alojaba con sus compañeros de la escuela agrotécnica en la que cursó la secundaria. “La escuela no tenía nada que ver con la música, pero en el albergue la mayoría de los chicos eran del campo o de otros pueblos y sabían tocar así que me fueron enseñando”, recordó el joven de 22 años.
De a poco, Brian fue armando un estudio casero en el que grabó los tres sencillos que circulan en sus canales: “Manifiesto”, “Estamo’ acá” y “Salvemos la Patagonia”, en los que palabras en mapudungun se trenzan con beats agresivos y con fragmentos de otros discursos que se cuelan en la canción para ser discutidos o para amplificar el sentido de las letras.
«No quedó un indio en pie. Habrá quedado alguno, sí, pero bueno…» sentencia el audio de un medio de comunicación con el que arranca “Estamo’ acá”. Millanahuel responde en los primeros versos: “Quedamos miles, con el kimün de los kuifikeche que nos define”; la poética de Brian tiene como núcleo esa resistencia, la de un pueblo que elige existir defendiendo un saber ancestral de transmisión oral y práctica entre generaciones.
Cushamen, en ese universo poético, tiene un lugar central: “Es mi tierra, por eso lo defiendo tanto. Es el lugar donde yo nací, donde nacieron mis padres, mis abuelos y ahí está mi gente. Siempre fue muy atacado, muy olvidado e invisibilizado. Ahora que tengo la oportunidad de darlo a conocer lo voy a hacer porque estoy orgulloso de ser nacido y criado acá”, explicó Millanahuel.
En el pueblo la mayoría tiene ascendencia mapuche. La discriminación, según Brian, se siente afuera, en las ciudades, donde “no sólo por ser mapuche, sino también por ser de campo o por las formas en las que te vestís o hablás” la mirada ajena tiene otro vigor. Ese estigma, sumado a la “extinción académica” que decretó la Historia sobre los pueblos originarios post campaña del desierto, desemboca en que muchos miembros de las comunidades aún renieguen de su identidad. A ellos apunta la música de Millanahuel, a “sus paisanos”.
“La negación pasa muchas veces por parte de nuestra misma gente, que por factores ajenos a ellos no se quieren reconocer y eso los lleva a invisibilizar su identidad, dejando de lado las enseñanzas de sus abuelos”, detalló el músico.
Los versos de Millanahuel ponen el acento en ese vínculo con las generaciones antiguas, que funcionan como fuente de una sabiduría escurridiza para la educación formal pero constitutiva de su identidad. “Por más que pasaron lo que pasaron, nuestros abuelos siempre nos dejaron ese mensaje de sentirnos orgullosos de lo que somos y de no renegar de nuestra identidad”, ahondó Brian.
Al margen del proyecto Millanahuel, Brian trabaja en el Área de Producción de la comuna de Cushamen, en tareas vinculadas a actividades rurales como control de plagas y cuidado de los cultivos. Escribe y produce cuando le sale y cuando las condiciones se lo permiten. Ahora, por ejemplo, a pesar de haber ganado una enorme visibilidad en las últimas semanas, puso el pie en el freno: hace demasiado frío en el estudio de grabación donde compone. “Estoy un par de horas, pero llega un momento en que me gana. Se pone muy helado y no tengo calefacción”, señaló.
El relativo éxito de los últimos meses pasa casi desapercibido en la comuna. Brian es “uno más”. Como saben que desde hace algún tiempo incursiona en la música, quienes se enteraron lo felicitan, pero los comentarios no pasan de una invitación a que siga produciendo. Afuera de Cushamen, la historia es otra. “Impactó mucho más. Creo que es porque la gente no conoce y lo ve todo nuevo”, explicó Brian.
En una de las notas en la que se contaba su historia, un usuario criticó que Millanahuel eligiese el rap para dar a conocer sus letras, por ser un género de origen norteamericano. Para él, que también forma parte de grupos de cumbia y otros géneros, el rap y la protesta son como uña y carne; sus letras se acomodaron bien a ese estilo y tomaron fuerza. “Se daban rápido”, reconoció Brian y agregó que “ese tono agresivo hace que muchas veces impacten más”.
Desde su estudio casero en la meseta patagónica, Millanahuel se encarga de todas las dimensiones del proyecto: beats, letras, videos y difusión. Trabaja solo pero su voz se nutre de las muchas con las que conversa día a día. “Cuando compongo voy poniendo lo que me sale y lo que veo, siempre con el objetivo de que pueda llegar a generar alguna pregunta o abrir una discusión”, concluyó.