Científicos españoles tomaron muestras al norte de la península antártica donde se concentra el turismo en el verano y hallaron nicotina, cafeína, toliltriazol, y varios fármacos, entre ellos, antidepresivos, antibióticos y antihipertensivos.
USHUAIA.- En la Antártida, turistas y científicos dejan una huella química que está afectando al medio acuático, según alerta un estudio liderado por Miren López de Alda, investigadora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) en Barcelona, y Cristina Postigo, investigadora de la Universidad de Granada. Han publicado sus resultados en la revista Journal of Hazardous Materials.
El estudio, difundido por el medio español La Vanguardia, revela la presencia de sustancias químicas en muestras de agua tomadas al norte de la península Antártica, en dos islas del archipiélago Shetland del Sur, la isla Livingston y la isla Decepción. Las muestras se tomaron en zonas turísticas, de investigación, campamentos itinerantes y algunos espacios donde en teoría no había actividad humana. Se recogieron en aguas superficiales, riachuelos, zonas heladas, lagos, aguas residuales en bases y campamentos y zonas costeras adonde van a parar aguas residuales.
En las muestras que comprobó la presencia de nicotina, cafeína, una sustancia anticorrosiva, el toliltriazol, y varios fármacos, entre ellos, antidepresivos, antibióticos y antihipertensivos. Después vendrían contaminantes relacionados con la cosmética, como la benzofenona-1, un filtro solar.
Las investigadoras destacaron que “muchos de estos contaminantes son persistentes, tóxicos y bioacumulables. Se introducen en la cadena trófica. Otros estudios han detectado algunos de ellos en el fitoplancton, que se encuentra en la base de la cadena alimentaria de la Antártida”.
En cuanto al hallazgo de estos productos en las muestras, reconocieron su sorpresa. “No esperábamos encontrar estos niveles de contaminantes. La mayoría no se habían estudiado antes en la Antártida porque siempre se ha presupuesto que es un área prístina donde no debía haber este tipo de contaminantes porque la actividad, en principio, está limitada y se toman precauciones. Pero está claro que la presencia humana actual contamina, ya que en su mayoría son compuestos que no se transportan a largas distancias, es decir, que se liberan a nivel local.
Al referirse a la incidencia de estas sustancias en ambiente antártico, Cristina Postigo afirmó que “la mayoría de estas sustancias, como los fármacos, la cafeína y la nicotina, son bioactivas, están diseñadas para producir un efecto. Por ejemplo, en el caso de los antidepresivos, como la venlafaxina, se han observado alteraciones en el comportamiento de los peces. Disminuye su estado de alerta y su rapidez para reaccionar ante el peligro. En el caso de antibióticos como la claritromicina, modifican la microbiota del mar”.
“En estas zonas de deshielo es donde se concentra la mayoría de la biodiversidad de la Antártida, en su mayoría especies que no existen en otra parte del planeta, hay que tenerlo en cuenta. La alteración de este tipo de ecosistemas por la contaminación química puede suponer una pérdida de biodiversidad. Esto daría lugar no solo a desequilibrios ecológicos, sino también a una pérdida de servicios del ecosistema, lo que implica entre otras cosas una pérdida de recursos y oportunidades. Por ejemplo, tras las excepcionales bacterias que se pueden encontrar en la Antártida hay propiedades únicas, que podrían suponer la clave para luchar contra enfermedades agrícolas e incluso humanas, y el desarrollo de nuevas biotecnologías”.