Esta especie de nutria, que habita el ecosistema marino de Tierra del Fuego, se encuentra en peligro crítico de extinción y es estudiada por un equipo de científicos que apuntan a poder lograr, mediante el conocimiento, su conservación.
La defensa de los derechos del animal fue la gran causa que defendió el abogado cordobés Ignacio Albarracín, a quien se homenajea cada 29 de abril, por ser el día de su muerte en 1926. Desde entonces, ha quedado instalada en Argentina como el Día del Animal, una fecha emblema para tener presente la protección y cuidado de todos los animales.
El huillín, una especie de nutria que habita las costas de la Patagonia, no tuvo la suerte de contar con quién lo defendiera de la caza indiscriminada, y entre finales del siglo XIX y mediados del XX, fue perseguido —debido a su hermoso pelaje— por la industria peletera hasta llegar casi a su extinción.
Aunque hoy su caza se encuentra prohibida, sus poblaciones no han logrado recuperarse y continúa en peligro crítico de extinción, contando -en Tierra del Fuego, uno de los lugares donde habita en Argentina- nada más que con 50 individuos, aproximadamente. Pero algo ha cambiado entre aquellos años de la caza furtiva y la actualidad: además de la tarea que llevó adelante Albarracín para visibilizar los derechos de los animales, hoy se trabaja incansablemente para que esta especie en particular no desaparezca, realizando expediciones e investigaciones científicas.
El Proyecto Huillín Tierra del Fuego tiene como objetivo la conservación de esta especie
Alfredo Claverie es biólogo y becario doctoral de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego y CONICET y tiene al huillín como objeto de estudio. El cuidado de esta nutria patagónica es de suma importancia, y Alfredo lo explica con un ejemplo muy claro: “En Norteamérica desapareció la nutria marina, lo que hizo proliferar a los erizos —que eran parte de su dieta— lo que llevó a que comenzaran a desaparecer los bosques de macroalgas. Esta situación trae consigo una gran pérdida para la biodiversidad marina y eso mismo podría ocurrir en Tierra del Fuego, si se extinguiera el huillín”, alerta el investigador.
El huillín —explica Claverie— es lo que se llama un depredador tope, lo que le otorga la tarea de regular las redes tróficas: “Al consumir sus presas, el huillín evita desbalances en la red alimentaria, tanto en los sistemas marinos (en Tierra del Fuego), como en la población de agua dulce que existe en el norte, en el Parque Nahuel Huapi”. Esta regulación “de arriba hacia abajo”, es clave para entender por qué es tan importante proteger a esta especie amenazada: “para conservar al ecosistema en general y a todas las especies que engloba, a las que rodean al huillín y que él mismo, siendo predador tope, controla”.
Desde hace cinco años, Alfredo es parte de un equipo en la UNTDF que trabaja en Península Mitre con el proyecto “Huillín Tierra del Fuego”: “Hemos podido detectar actividad en Bahía Sloggett, Aguirre, Valentín y en Bahía Buen Suceso. Además, hemos colocado cámaras trampa, lo que nos ayuda a monitorear sus patrones de actividad y solapamientos con otros carnívoros nativos (como el zorro colorado) y exóticos (zorro gris, visón americano o perros asilvestrados)”.
Debido a que el huillín es especialmente difícil de observar, la tarea representa un gran desafío logístico. Las pistas que el huillín va dejando son observadas por este equipo de investigadores, que busca y analiza sus huellas, madrigueras, fecas o restos de alimento, realizando monitoreos de manera indirecta, para no interferir en su comportamiento cotidiano. “Actualmente, estoy realizando mi doctorado que se basa en un abordaje socio-ecológico para la conservación del huillín en el archipiélago fueguino, que es donde me desempeño como biólogo. Lo que estamos estudiando son factores ecológicos tales como su dieta, su distribución, su hábitat y patrones de actividad”.
Los ambientes preferidos por el huillín son aquellos de alta cobertura vegetal: es en los bosques de macroalgas en donde encuentra su alimento, basado principalmente en peces y crustáceos,“funcionan como reservorios de biodiversidad”, dice Claverie. “Funcionan como fuentes de oxígeno en general, además de ser uno de los sitios de mayor fijación de carbono a nivel mundial. Hay que pensarlos como los bosques terrestres, ya que reservan una gran cantidad de fauna, parte de la cual conforma la dieta del huillín”.
Los ambientes preferidos por el huillín son aquellos de alta cobertura vegetal: es en los bosques de macroalgas en donde encuentra su alimento, basado principalmente en peces y crustáceos
“Para que esta nutria pueda seguir habitando las costas y cumpliendo su rol ecológico tanto como el resto de las especies, es necesario preservar los bosques de macroalgas”, asegura Alfredo. “Es importante considerar medidas de conservación que involucren tanto la protección del huillín como de su entorno, para que esta especie emblemática pueda seguir estando presente en las costas patagónicas, así como en nuestros lagos y ríos. Por eso las áreas protegidas son importantes, como la que se creó recientemente en Península Mitre”
El Proyecto Huillín Tierra del Fuego tiene como objetivo la conservación de esta especie (abordada desde un enfoque interdisciplinario) contando con más de 20 años de investigaciones al respecto. Principalmente, se dedica a monitorear a las poblaciones de huillines a través de signos de su presencia y el equipo participa, además, de distintas actividades relacionadas con su conservación. La dirección del proyecto se realiza desde el ICPA-UNTDF en conjunto con investigadores del CADIC-CONICET y otros profesionales locales e internacionales.