Jesús Molina había firmado para Huracán, de Comodoro Rivadavia. Con la pandemia todo se derrumbó. Ahora, para darle de comer a su familia ayuda a un amigo a levantar paredes.
RIO GRANDE.- Como tantos otros jugadores de fútbol que están en las antípodas de las grandes ligas, Jesús Molina debió buscar otros horizontes para poder seguir adelante. La pandemia que generó el coronavirus lo privó de ejercer su pasión, que es la de jugar al fútbol y vivir de ello. Pasó por varios equipos del Ascenso (CAI, Cipolletti. Pacífico de Neuquén) hasta que en 2020 volvió a Comodoro Rivadavia para integrarse al plantel de Huracán que jugaría el Torneo Regional. Pero la ilusión duró poco. Y el parate obligado lo hizo cambiar de horizonte: ahora es peón de albañil y ayuda a un amigo -que también es yesero- con quien está tremendamente agradecido: “Gracias a él puedo darle de comer a mi familia”, asegura.
Y explicó: “Afectó mucho la pandemia. No tenía otro ingreso que no sea el del fútbol y me mató. Gracias a Dios la estoy peleando con un amigo, Carlos Romero, que me está dando una mano terrible. Soy su ayudante y estoy contento. Y la familia de Micaela, mi señora, siempre nos apoya. Vivimos en su casa con nuestra hijita y no nos piden nada”. Tras el parate de la competencia a mediados de marzo, el jugador de 25 años relató las condiciones que tuvo que vivir durante la cuarentena, donde hasta tuvo que vender los muebles que le habían quedado en Neuquén.
De todas maneras no baja los brazos. La pasión puede más que la realidad. Y aunque ya anunció que no seguirá en Huracán (quedará libre) cuando todo se normalice, el sanjuanino (pero formado futbolísticamente en la CAI) buscará otros horizontes.
“Tuve que vender los muebles que tenía en Neuquén para poder sobrevivir un tiempo. Siempre fue consciente que el fútbol de Ascenso, y sobre todo en las Ligas del Interior, sufre mucho en lo económico. Pero creo que este fue el golpe de gracia”.
Durante el Regional 2020, el sanjuanino anotó dos goles jugando para “El “Globo de Comodoro”. El primero ante Banfield, de Puerto Deseado, en la victoria de Huracán -como visitante- por 4-0 , en la segunda jornada del certamen. El segundo tanto, nada más y nada menos fue en la igualdad 1-1 en el clásico ante Jorge Newbery, por la cuarta fecha, según registra el sitio Pasta de Campeón.
“Cuando salió la oportunidad de Huracán, cerraba por todos lados porque mis suegros viven acá. Gracias a Dios iba bien, lástima que con la pandemia se cayó todo”, detalló el delantero que por el parate por el coronavirus tuvo que arrancar de cero y reinventarse como ayudante de albañil para paliar las urgencias económicas.
Por eso, agradece a su amigo Carlos que le dio una mano en lo laboral. “Él hace paredes de yeso o cielorraso. Y la verdad es que yo no sabía nada. En mi vida había laburado, siempre jugué al fútbol.
Pero cobré la mitad de marzo en el club y se cortó. Tuve que vender muchas cosas que tenía en Neuquén y las liquidé todas para sobrevivir. Fue triste, pero así es la vida y hay que seguir”, detalló Molina con la perseverancia que lo ayuda a seguir adelante por él y su familia.
“En estos momentos malos es donde se ve la gente buena, aquella que vale la pena. La familia de mi señora, la mía, mi compadre Lucas Reynoso, Carlos -que para tirarme unos pesos por semana- me lleva al laburo. Él capaz podría hacerlo solo o contratar a otro que tenga más experiencia. Por lo menos, no estoy parado”. Así es la vida del jugador del Ascenso. Y más en el interior del país. Pero Jesús no bajó los brazos. Al contrario: los levantó muy alto para seguir viviendo con dignidad y continuar soñando con su gran pasión. Sabe que algún día volverá a la canchas, a jugar al fútbol y a hacer paredes y goles…