El secreto de la sabiduría consiste en entrar en el círculo del crecimiento. Si anhelamos aprender y avanzar hasta el último día de nuestro tránsito por este mundo, tenemos que atrevernos a decir “no sé”. De esa manera, reconocemos nuestra ignorancia, aceptamos que no sabemos algo. Esto es algo que deberíamos hacer sin temor al ridículo. Después de todo, nadie posee todo el conocimiento.
Por ejemplo, si yo quiero hacer un curso de cocina, lo primero que tengo que hacer para lograr aprender es decir “no sé cocinar”. En segundo lugar, tengo que ser consciente de que me voy a sentir torpe al cortar las verduras, preparar la comida, etc. Voy a sentir que no manejo todavía las herramientas. Hasta que, con la teoría y la práctica, sabré cocinar.
¿Qué le sucede al experto? Alguna vez, él también fue un ignorante que dijo “no sé”. Luego fue consciente de su propia torpeza, hasta que, con constancia y perseverancia, finalmente aprendió y ahora puede decir que tiene experticia en un tema determinado. ¿Y si quiere aprender en otra área u otro campo? Tiene que volver a reconocer que no sabe y a sentirse torpe.
En una oportunidad, me encontraba en México y un médico amigo me describió el gráfico en la portada de un libro de fisiología. Me explicó que lo primero que ocurre, cuando uno empieza a estudiar, es que se da cuenta de que no sabe nada. Con el tiempo, es capaz de decir: “Sé algo”. Continúa estudiando y, más adelante, expresa: “Ahora sé mucho”. Pero cuando uno estudia mucho y expresa: “Sé demasiado”, se da cuenta de que, en realidad, no sabe.
Como la famosa máxima: “Solo sé que no sé nada”. En eso consiste precisamente la humildad. No es ser pobre materialmente, como algunos creen, sino reconocer que uno no sabe y necesita aprender. Es decir, ser enseñable, dejarse enseñar y transformar el conocimiento en aprendizaje. Tal actitud, durante toda la vida, nos asegura el crecimiento continuo.
¿Disfrutás aprender cosas nuevas? ¿O estás entre los que piensan que ya lo saben todo? Un adulto que se niega a aprender está manteniendo cerrada la puerta que nos conduce a la mejora continua. Entonces, resumiendo todo lo anterior, para lograr aprender, precisamos adoptar dos posturas fundamentales:
- Admitir que no sé
- Permitirme la torpeza
Cuando una persona es consciente de que no sabe, tiene la opción de preguntar, de pedir ayuda. Este reconocimiento la libera del temor. Aun, cuando no nos demos cuenta, siempre estamos aprendiendo algo. Como dicen los sabios judíos, todos podemos aprender de todo y de todos, todo el tiempo. El orgullo del “eso ya lo sé” solo nos aleja de las mejores oportunidades.
Y es importante respetar los propios ritmos de cada uno para incorporar el nuevo conocimiento. Los grandes genios, cuyas obras admiramos, no tenían problema en tirar a la basura su trabajo, si no los satisfacía del todo, y volver a empezar. No le tenían miedo al ridículo porque buscaban siempre superarse a sí mismos.
¿Estás dispuesto a pasar por el proceso de aprendizaje para ingresar en el círculo de la sabiduría?