El homenaje a Freddie Mercury: Slash y sus pantalones bajos, tensión entre Axl Rose y Elton John y el olvido de Plant

Hace 30 años, el 20 de abril de 1992, un seleccionado de grandes figuras de la música acompañó a Queen en el concierto en tributo a Freddie Mercury. Hubo una venta récord de entradas, protestas por los comentarios homofóbicos de Axl Rose, grandes actuaciones, emoción y un yerro histórico.

Todavía no habían pasado los cinco meses de la muerte de Freddie Mercury cuando Queen, con el elenco más impresionante de figuras invitadas de la historia para el recital de una banda, se presentó en el estadio de Wembley. Fue treinta años atrás.

El 24 de noviembre de 1991, el día de la muerte de Freddie, sus compañeros decidieron que antes de pensar cómo seguir adelante, le harían una despedida a su altura: majestuosa. Y tenía que ser sobre un escenario. Supieron en ese mismo momento que para reemplazarlo debían convocar decenas de grandes cantantes, que nadie podía hacerlo por sí solo.

En febrero de 1992, en la entrega de los Brits Awards, los tres miembros sobrevivientes de Queen anunciaron que darían un concierto tributo a su cantante. Lo recaudado se destinaría a la investigación para la lucha contra el Sida.

Las 72.000 entradas disponibles se agotaron en unas pocas horas a pesar de que no se sabía quiénes participarían. El recital se había anunciado como Queen y figuras invitadas.

Mientras la ansiedad del público crecía, en privado a la banda le llegaban decenas de ofrecimientos. Parecía que todas las estrellas de la música querían estar presentes, ser parte del homenaje, ponerse al menos por un rato la corona de Freddie. Desde el Live Aid, desde la actuación de Queen en el Live Aid para ser más precisos, los músicos se habían dado cuenta que una buena actuación en este tipo de eventos podía ser consagratoria. Ya nadie desdeñaba los shows masivos ni las audiencias de cientos de millones de espectadores.

Los medios especulaban sobre cómo podía ser el show y sobre quiénes estarían presentes. Se habló de Madonna, de Michael Jackson, Monserrat Caballé y de muchos más.

Brian May, Roger Taylor y John Deacon se sentaron con un lápiz y un papel y garabatearon la lista soñada por ellos. Discutieron bastante hasta dar con los nombres definitivos.

El criterio que utilizaron fue la afinidad de los diferentes cantantes con Freddie o lo que podían aportarle de energía a la banda. Agradecieron con amabilidad cada ofrecimiento y salieron a buscar el elenco ideal. Casi todos los que fueron invitados aceptaron el convite. Algunos no pudieron por problemas de agenda, por estar girando por otra parte del mundo o terminando un álbum.

John Deacon, Brian May y Roger Taylor armaron la lista de invitados y tuvieron que rechazar decenas de ofrecimientos. Obligaron a los invitados a ensayar concienzudamente (Photo by Mick Hutson/Redferns)

No sólo había que coordinar agendas, los que vinieran debían estar dispuestos a ensayar. Los músicos de Queen no soportarían la menor improvisación, no se podían permitir un show desprolijo.

De a poco se fueron conociendo los nombres. Las más grandes bandas del momento: Metallica y Guns N’ Roses, Def Leppard, David Bowie, Annie Lennox, George Michael, Elton John, Lisa Stanfield, Extreme, Paul Young, Roger Daltrey y muchos más. También estaría Liz Taylor por su permanente aporte a la causa del Sida.

El primer problema surgió con la presencia de Guns N’ Roses. Grupos de defensa de los derechos homosexuales se opusieron a que Axl Rose cantara esa noche. Amenazaron con un boicot. Recordaban que Axl había proferido comentarios homofóbicos. Como Axl no hablaba con los medios, fueron los miembros de Queen los que tuvieron que salir a apaciguar la situación.

May, Deacon y Taylor se debatían entre las presiones de la organización, la obligación de ser buenos anfitriones, los nervios por el nuevo formato y el dolor de la ausencia de su amigo.

Slash y Brian May se enfrentan en un duelo de guitarras en el primer tema que tocó Queen esa noche, Tie Your Mother Down (Photo by Michael Putland/Getty Images)

Temprano, todavía en la tarde del 20 de abril de 1992, los tres integrantes de Queen ingresaron al escenario. Hablaron con el público (¡hasta John Deacon lo hizo!), agradecieron la presencia y presentaron al grupo que iniciaría el show. Metallica fue la primera banda. Enter Sandman levantó a Wembley por primera vez en la jornada. Luego llegó Extreme que en esos días sonaba por todos lados con More Than Words. Hicieron además de su hit, un medley de temas de Queen. Siguieron pasando los invitados. Bob Geldof (omnipresente en este tipo de eventos; un reconocimiento para el organizador del Live Aid, evento en el que Queen llegó a la cima del mundo del rock cinco años antes), Def Leppard, U2 desde California, Guns N’ Roses y hasta Spinal Tap. Esa primera parte finalizó con una intervención de Elizabeth Taylor sobre la importancia de apoyar las investigaciones científicas sobre el Sida y sobre la difusión de las medidas de prevención. El público se descolocó un poco con el ingreso de la actriz. Querían seguir saltando con las canciones, estaban ansiosos por la aparición de Queen y se escucharon algunos silbidos. Pero ella con aplomo y un manejo escénico único pidió ser escuchada. Su discurso fue directo y contundente. Dijo que Freddie se había ido demasiado pronto, que no permitieran que eso siguiera sucediendo. Habló con naturalidad de sexo heterosexual, homosexual y bisexual e instó a todos a utilizar preservativas. Se despidió con una ovación.

La segunda parte del show estaba por comenzar. Como intermedio, un video compilando interacciones de Freddie con el público en sus recitales. Tras un apagón comenzó lo que todos esperaban: Queen estaba sobre el escenario. Con célebres cantantes invitados.

Cada espectador puede tener sus interpretaciones favoritas de esa noche. Algunos descollaron de manera irrefutable como George Michael o el dueto Bowie-Lennox, otros pudieron emocionarse con la impensada unión entre Elton y Axl, alguno habrá disfrutado del número colectivo final. Pero lo sorprendente de cada interpretación fue su solidez, lo conectados que los cantantes estaban con la banda. En este tipo de conciertos tributo, con un desfile de figuras, se valora más el crossover, la sola presencia en el escenario de estrellas que no se habían cruzado antes, que la calidad interpretativa. Pero la ética de trabajo de Queen, la solidez de sus intérpretes y los ensayos que le impusieron a los invitados hicieron que las performances fueran, en el mayor de los casos, ajustadas y sólidas. No existieron esos desniveles o el aire de viaje de egresados que suele dominar estos eventos. Tal vez el único traspié mayor fue el de Robert Plant y el embrollo que se hizo con la letra de Innuendo, tema que hicieron porque Freddie lo había compuesto inspirado por Led Zeppelin. Plant estuvo semanas trabajando con el tema pero nunca pudo memorizar sus versos. Como resguardo, le pegaron en el piso del escenario una gran cartulina con la letra pero no sirvió; en medio de la interpretación se perdió. En las reediciones que tuvo el concierto siempre se salteó Innuendo de la lista de temas.

Para empezar a la banda se les sumaron Slash y Joe Elliot de Def Leppard en Tie Your Mother Down. La primera estrofa la cantó Brian May como un símbolo, como un guiño a su ex compañero. Después vinieron Roger Daltrey, Tommy Iommi, James Hetfield y Zucchero.

Wembley se estremeció cuando Robert Plant pisó el escenario. Más allá del traspié de Innuendo, hicieron una gran versión de Crazy Little Thing Called Love.

Después les tocó a Lisa Stansfield, Seal (hermosa versión de Who Wants To Live Forever) y Paul Young remedando pálidamente el ida y vuelta con el público que era una marca registrada en Freddie.

En los camarines el clima era el mejor. Todos cedieron, nadie impuso su ego. Aceptaron las limitaciones en la cantidad de temas y el lugar en la grilla que Queen les había asignado. Había conversaciones, encuentros amistosos, bromas, alguno en peor estado como Duff McKagan y algunas situaciones cómicas: Slash se quiso cambiar la camisa poco antes de entrar a escena pero esta se trabó con el cierre de su pantalón. En la difícil operación por liberarse, apremiado por el tiempo, quedó en cueros con el pantalón por los tobillos. En ese estado, casi desnudo y luchando con la camisa, sintió que alguien le tocaba la espalda. Cuando giró vio que Liz Taylor, con una sonrisa pícara, lo saludaba. Otro momento que fluctuó entre lo emocionante y lo bizarro fue la plegaria que Bowie improvisó de rodillas en el escenario al terminar sus tres temas.

Todavía faltaban los grandes momentos. David Bowie paseó su gracia y genio por el escenario con un repertorio ecléctico e invencible. All The Young Dudes, clásico glam de Mott The Hopple (con la última actuación en vivo de Mick Ronson), Under Pressure y una versión conmovedora –como todas las de esa canción- de Héroes.

David Bowie, tras terminar la interpretación de Heroes, se puso de rodillas y elevó una plegaria en honor a Freddie Mercury (Photo by Kevin Mazur Archive/WireImage)

Cuando parecía que Bowie se quedaba fuera de la ola pop que dominaba los ochenta llegó (antes de China Girl y Let´s Dance) la colaboración con Queen. Under Pressure es uno de los grandes temas pop de todos los tiempos. “La canción pop perfecta”, dijo Thom Yorke. Una colaboración vocal única entre Freddie Mercury y Bowie. En este recital Bowie cantó el tema con Annie Lennox. La actuación es electrizante (es extraordinario como en medio de esa tensión, ante la grandilocuencia de los dos intérpretes y sus juegos de seducción, John Deacon parece un bancario aplicado, casi aburrido, tocando una de las grandes líneas de bajo de la historia). Annie Lennox tienen un vestido fastuoso, el pelo peinado a la gomina y un antifaz negro pintado alrededor de los ojos. Bowie, como siempre, es el epítome de lo cool. Lleva un traje verde que sólo le queda espléndido a él. Hasta chasquea los dedos con onda. Pero del dúo hay un momento registrado todavía más maravilloso: el video de uno de los ensayos, con David con un cigarrillo en la mano, cantando con soltura casi sin esfuerzo; a un costado George Michael los mira con atención, mientras en voz baja canta Under Pressure.

El gran vencedor de la noche fue George Michael. Con su saco rojo ochentoso, el aro en la oreja y esa barba que parecía sombreada por un grueso lápiz negro, cantó 39, These Are The Day Our Lives (con Lisa Stansfield) y una versión cercana a la gloria de Somebody To Love acompañado por un coro góspel.

Después el dúo más inesperado. Elton John al piano dio comienzo a una versión sosegada de Bohemian Rhapsody. En la sección operística las pantallas se llenaron con el video de la canción y la grabación original con la voz de Freddie. Para la tercera parte, ingresó como una fuerza de la naturaleza Axl Rose. Arrollador y concentrado hizo una gran interpretación. Los versos finales, los cantaron Elton y Axl abrazados en la boca del escenario. Para terminar con los rumores por las declaraciones de Axl. Pero más allá de lo que hubiera dicho Rose, la relación se había tensado unos momentos antes. Elton había llegado temprano a Wembley, estaba entusiasmado. Fue hasta el camarín de los Guns y preguntó por Axl. Un asistente le dijo que estaba durmiendo. Elton pidió que lo despertaran: “Tenemos que hacer un dueto en tres horas” argumentó. Se rieron de él. Cuando intentó ingresar, un patovica le cerró el paso, le dio un pequeño empujón y le cerró la puerta en la cara. Elton estuvo largos minutos quejándose en el backstage ante quien quisiera escucharlo. Hasta que los integrantes de Def Leppard lo cobijaron y le ofrecieron un té. Una pequeña escena surrealista.

Cuando se veía que ya quedaba poco, Axl Rose se sumó al trío histórico de Queen para un potente We Will Rock You.

El final fue con todos los invitados sobre el escenario bajo el comando de Liza Minelli, muy admirada por Freddie, y una versión populosa de We Are The Champions.

El show fue visto en 76 países. Se calcula que la audiencia alrededor del mundo rozó los mil millones de personas.

En el backstage la sensación era ambigua. Estaban la camaradería entre figuras que se consideraban pares, el entusiasmo por aportar a una buena causa, la sensación de ser parte de un momento histórico, la adrenalina de las más de setenta mil personas en el estadio. Todo eso convivía con el dolor por la ausencia de Freddie Mercury, por el aire de pérdida que sobrevolaba Wembley: cada gran actuación en vez de hacer olvidar a Freddie, sólo puso en primer plano su muerte. Brian May, John Deacon y Roger Taylor se dieron cuenta durante esa noche gloriosa, como nunca antes, que ya nada sería lo mismo, que Queen ya no existía más.

Este tributo fue una especial de memorial, de gran monumento fúnebre, construido por sus tres compañeros en homenaje a Freddie Mercury.

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