Por Oscar Domingo Gutiérrez, uno de sus “gauchines”. Con el cura gaucho compartimos el afecto que él sabía despertar desde los días en que fue mi catequista. En algún momento dejé testimonios escritos sobre su capacitad como moralizador en “El hombre que me enseñó a volar”, y al educador en “Cálculos mentales”.
Con el cura gaucho compartimos el afecto que él sabía despertar desde los días en que fue mi catequista. En algún momento dejé testimonios escritos sobre su capacitad como moralizador en “El hombre que me enseñó a volar”, y al educador en “Cálculos mentales”. De haber sido alumno suyo en la Misión tal vez habría aprendido de él a calar con sierra, situación artesanal que contagió a muchos jóvenes, aunque no he conseguido rescatar algunos de sus productos.
Ordenado Sacerdote, este pampeano de Alpachiri, llegó a su destino fueguino por 1956 para desempeñarse como prefecto en la Escuela Agronómica que funcionaba como continuidad de la Misión de Nuestra Señora de la Candelaria. Por entonces estaba más ligado a lo rural que lo urbano, no obstante ello, alguna aparición hacía por el pueblo: la foto más antigua de él entre nosotros lo muestra en una misa celebrada en un aniversario de la Revolución Libertadora.
A mitad de camino entre la escuela y la población estaban los petroleros, con los cuales los religiosos sostenían una buena relación:
“Los encargados de YPF, los ingenieros, eran casi siempre gente venida del norte y encontraban en la escuela algo que los alentaba. El campamento era muy cerca de la Misión y recuerdo que en aquella época venían los días de fiesta para las misas, para los cantos de los muchachos. Se solía cantar muy frecuentemente a dos voces. Cualquier acontecimiento, bendición de pozos, era una razón para venir a la Misión. YPF cooperaba mucho al darnos hasta donde podían combustibles. A veces enviaban sus técnicos para hacer arreglos… ¡Cuántas veces nos proporcionaban caños! Los caños de acero para los pozos tienen una época de vencimiento y ya no se pueden usar más para eso, pero para otras cosas sirven. Siempre hubo esa relación de amistad y de mutua cooperación. ¡Nosotros le hablábamos de las cosas de Dios y ellos nos daban las cosas de Dios! ¡Qué era lo que nosotros precisábamos!” –Le contó a María Luisa Bou y Elida Repetto, coordinadoras del libro “A hacha cuña y golpe”.
Por los años 60 tendría un pasar por el colegio del pueblo, el Ceferino Namuncurá. Allí prepararía las grandes olladas de mate cocido, dirigiría los cánticos con todo el alumnado esperando a las maestras cada tarde; mientras que los sábados hacía de peluquero para quien tuviera el coraje de someterse a su aprendizaje. Se armaban en la espera grandes partidas de truco, donde el cura siempre perdía, porque los curas no podían mentir.
Así se descubrió su pasión riverplatense.
A su regreso a la Misión no faltaban los boquenses que festejaban las derrotas de los millonarios organizando caravanas hasta la Misión para reírse con el que ya era identificado como el Cura Gaucho.
Pero la gran aparición pública del Padre José fue para 1973, cuando participó de una carrera cuadrera contra el intendente Ferrer. “¡A ver si imaginan como terminó la competencia!”.
La gente que se acercaba al colegio, cosa que no era fácil porque por su estado el camino tenía características selenitas, ya lo incluía en su itinerario. Zink todavía no tenía oficina y un día desapareció. ¿Qué pasó? Un día para alegría de muchos regresó: volvía de cuatro meses de capacitación en catequesis.
Supliendo al padre Romeo Pastore, a quien se le encomendó tareas de perfeccionamiento didáctico, quedó a cargo de la parroquia en la localidad. El padre Víctor Benutti asumiría las tareas eclesiásticas de puertas adentro, el Padre Zink de puertas afuera con lo que era común verlo bendiciendo casas, a cambio de algunos amargos, asistiendo a enfermos que vegetaban en sus domicilios –allí más de una vez me tocó ser su monaguillo- cuando todavía se usaba el latín en la liturgia o en el ceremonial de buenos deseos para varios establecimientos comerciales: Majestic, Pinguino (una tejeduría), Cocochos, Mariana en nuevo local (ex Minigrand), Maricarlo, Quiosco Granny.
Por aquellos días fueron noticias los ataques de perros vagos en la zona rural, 60 lanares muertos en el último ataque, 78 en el anterior. Principal establecimiento afectado: la Misión. El Padre Zink comenzó a preparar el 22.
Un enorme gentío concurrió al Gimnasio del Colegio cuando se cumplieron los 26 años de su ordenación sacerdotal, esta vez la caravana no fue burlona; ese día incluyó en sus plegarias una invocación para el futuro de la industria frigorífica en la Tierra del Fuego; a esa misma hora se remataban en Buenos Aires –Banco de La Plata- diversos materiales del Frigorífico CAP de Río Grande. A veces sus plegarias no eran infalibles.
Entonces Zink era una figura frecuente los sábados por la tarde en el Hospital, donde no era raro verlo conversar con algún pastor evangélico. Allí una noche de San Cayetano fue la última visita que recibió mi padre.
Entonces vino su traslado a Ushuaia. ¿Se acostumbraría nuestro cura a la capital fueguina? Hasta se llevó la Picaza, su yegüita. Entonces en cada viaje nos reservábamos un momento para saludarlo en la Capilla de la Merced o el colegio San Benito.
Y un día se dijo que se le apareció María Auxiliadora.
Al poco tiempo volvía para este lado.
Y ahí lo tuvimos como Párroco Rural, sucediendo al Padre Manuel González. En beneficio a todo lo que encaraba desde lo humano una suscripción pública le compró una camioneta F 100, en lo de Sevillano, para su mejor andar. Vehículo que años más tarde sería reemplazado por un Land Rover, que lo acompañaría hasta su trágica muerte.
Ya para entonces celebraba año a año la misa del Día del Ovejero, cuya comisión integraba, desempatando –cuando era preciso- en los fallos del jurado en la competencia de perros de trabajo.
Y un día recibió la visita de otros sacerdotes salesianos con los que se había ordenado a un mismo tiempo: Aurelio Muñoz, Francisco Jordán, Jorge Welh, César Campo, Víctor Ventuti, Juan Esteban Belza y José Zink. Juntos todos, estos viejos amigos, parecían niños.
Entonces se suceden incidentes violentos, como resultaron ser los derivados por la muerte de un perro que habría atacado ovejas en la Misión, el arquitecto César Mainetto, propietario del can, habría hecho uso de arma de fuego frente a un alumno –Albino Velásquez- estando en lo actuado presente el Padre José Zink. Se disparó contra los vidrios de la escuela.
Hubo trabajo de expedientes sobre “el cura pistolero”, en un tema que ocupó al diario Noticias.
Pero después hubo manifestaciones a su favor, entre ellas cuando se lo declaró ciudadano ilustre junto a Segundo Arteaga, selknam que vivió en la antigua Misión; mientras que en el mismo acto en la Casa de la Cultura se reconocía Persona Ilustre a Virginia Choquintel, mujer selknam –hija de padre y madre de la misma etnia- que había sido repatriada un tiempo antes.
Entonces nuestro padre comenzó a mostrarse más en la ciudad. Al inaugurar Casa Tía su local de Piedra Buena y San Martín recibió donativos de la firma dirigidos a la EAS, a la vez que la hermana Carla Riva lo hacía en representación de Cáritas.
Ya estábamos en los años 90, entonces Zuleta Puceiro realizó una encuesta que colocó como el político más bueno a Jorge Colazo (17,3%) muy lejos de la figura del Padre Zink con el (64,6%). Se cuenta que alguien conversó con el cura para ver si se jugaba en las urnas.
Hasta que se produjo el conflicto entre el joven Gobierno provincial y los colegios privados, por la falta de continuidad de aportes. Entones se produce el Tractorazo Salesiano con el Padre Zink ecuestre a la cabeza en protesta por el decreto 48/99, y pidiendo por el pago que tiene el Estado con la institución. Una decisión salesiana no da curso a demandas de padres para la continuidad de las clases.
“Nosotros cuando vimos toda esta movilización, dijimos no hay mal que por bien no venga” reflexionó el Padre Zink tras las críticas del gobernador por su participación en las marchas de protesta. Todo esto terminaría con el denominado Acuerdo Zink – Martinelli acerca de soluciones al conflicto del Ministerio de Educación con los salesianos. El gobierno reconoció la deuda.
El Padre Zink celebró la misa en la carpa salesiana de la glorieta de la Plaza Almirante Brown.
Ya para entonces LRA 24 transmitía semanalmente la misa del Cura, desde la Misión, con la pacienciosa tarea del doctor Adrián Bitsch.
Fue entonces cuando el presidente Menem le entrega al Padre Zink el premio Fe 1999.
Fue entonces cuando se llegó a celebrar las Bodas de Oro sacerdotales de nuestro recordado sacerdote. Fue con una misa concelebrada en la Rural, con una concurrencia inferior a la esperada, tal vez por las condiciones meteorológicas previas.
Ya para entonces el payador oriental Nieves Cabrera –residente en Tolhuin- cantaba a “ese gaucho con sotana que se llama José Zink”.
Zink participaba en diversas ceremonias riograndenses, lo que lo llevó a tener conflictos con el párroco local que consideraba invasión de jurisdicción.
Al tiempo se fue extinguiendo la Parroquia Rural.
Y un día nos fuimos enterando de que se encontraba alojado en el Hospital, luego una larga operación. La señora de Eloy Vidal se encargaba del lavado de sus ropas y otras formas de asistencia directa, y entonces se enteró Ana Laura Colazo, la esposa del intendente, y le proporcionaron personal de enfermería exclusivo para su recuperación.
Faltaba poco para el trágico día en que saliendo en auxilio espiritual perdió la vida en un accidente automovilístico.
Hubo tres días de duelo provincial y sentidos funerales. Hasta su posterior inhumación en el Mausoleo de la cruz, en lo alto del cerro misional.
Entonces comenzó el tiempo de los recuerdos, de su eternización.
Estuvo en el silencio de la Cena de Antiguos Pobladores, en el primer desfile de carrozas apareció un muñeco de gigantescas proporciones que lo representaba, era al mismo tiempo que se presentaba a Whasi como mascota municipal.
Se inaugura en San Sebastián la oficina de Información Pública y la plaza que lleva el nombre del Padre Zink, mientras tanto sus oficinas son conservadas como museo.
Se bautiza al CGP de Pellegrini y Viedma con su nombre, Horacio Gervasutti dona el busto que engalana este espacio.
Entonces la Ruta 3, en su tramo fueguino, recibe el nombre del padre, en reconocimiento de demorada implementación (Ley 26797).
Luego vendrá la denominación Padre José Zink a la escuela de nivel secundario número 8, y se inaugura un tríptico recordatorio del Padre José Zink, a diez años de su muerte.
Julio 3. Jornada de homenajes al Padre Zink con actividades en el Gimnasio Miguel Bounicelli y acto frente al nuevo monumento al cura gaucho.
El Padre tiene dos monumentos: el primero construido sobre la avenida San Martín, por el presupuesto participativo, otra instalada por el intendente Melella frente al edificio comunal.
Para entonces el padre Jorge Langus -que no lo había conocido- escribió un libro sobre el cura gaucho, su impresión saldría de la voluntad del intendente; era los días en que este pasó a la gobernación, y el autor fue trasladado a Bernal por razones de mejor atención a su salud. La fatalidad lo afectó al autor que murió atropellado por un tren. Entonces iniciamos diversas gestiones para dar con ese libro que alguna vez leímos y corregimos, un poco.
Y llegó el tiempo de las estrellas amarillas, hay una pintada en su nombre en el lugar de su muerte.
Y un día el trabajo de dos exalumnos de la Misión: Omar Hirsig y Federico Rodríguez dieron vida a un libro de historietas titulado “Zink City”, donde el personaje central es el cura, a caballo, pistola en mano.
Ya para entonces alguien había robado la bombilla del monumento en San Martín y los anteojos y la placa recordatoria en Elcano.
Un hombre singular quien instaló a la vuelta de nuestros corazones una vida que nos permite afirmar que hay dos tipos de riograndenses: los que lo conocieron, y los que no llegaron a conocerlo…