Aníbal Noro, coordinador de Club Observadores de Aves (COA), se encontró con un playerito rojizo (Calidris canatus) en costas entrerrianas. Se trata de una especie migratoria, que todos los años realizan ese viaje cuando se acerca el otoño en el hemisferio norte.
ENTRE RIOS (El Miércoles Digital).- Si una persona realizara una travesía desde Alaska a Tierra del fuego y se detuviera a descansar en Concepción del Uruguay sin dudas muchos vecinos se acercarían a conocerla, a escuchar sus experiencias sus aventuras.
Algo parecido sucedió esta semana, pero quien realizaba la travesía no era una persona si no que un grupo de aves. Se trata de una especie migratoria, que todos los años realizan ese viaje cuando se acerca el otoño en el hemisferio norte.
Se trata del playerito rojizo (Calidris canatus). El afortunado de encontrarlos fue Aníbal Noro, coordinador de Club Observadores de Aves (COA) “Güirá Pirá” de Concepción del Uruguay, fotógrafo de naturaleza, naturalista y kayakista.
“El jueves temprano de la tarde salí remando hacia la punta norte de la Isla Cambacuá para tomar unos mates en la playa y de paso observar si había rayadores (Rynchops niger), aves que venimos monitoreando desde hace un par de años y para la cual estamos llevando a cabo la campaña de concientización y protección denominada ‘Rayadores del Río Uruguay'”, señaló Aníbal para luego seguir con su relato “desde el bote pude observar una pequeña bandada de estas aves que ya había visto unos días antes, junto también había atí, algunas gaviotas capucho gris, algunos teritos reales y un poco más lejos un tero”.
“Cuando me acerque a la costa para desembarcar, un poco más alejado de la bandada para no molestarlas,-prosiguió- me llamó la atención que vi en la costa al borde del agua una bandada de otras aves más pequeñas que a simple vista no podía identificar, pensé que podían ser chorlitos de collar que también es común verlos ahí, aunque se movían distinto y eran ligeramente más grandes”.
Sin dejar de remarcar su asombro, continuó el relato: “Cuando pude enfocar con la cámara me di cuenta que esos pequeños eran ejemplares de playerito unicolor, recordé que años anteriores había visto algunos de esos, aunque ni recordaba el nombre en ese momento me di cuenta que estamos en la época que las aves que realizan las grandes migraciones están en plena época de desplazamiento”.
“Aproveche a hacerles fotos tratando de acercarme sin molestarlas, y me di cuenta que junto a esa pequeña bandada había otras aves un poquito más grandes, alcancé a observar que tenían una coloración rojiza en el pecho, se movían también bastante rápido por el borde del agua como alimentándose, estaba seguro que de esa no tenía registro, estaba seguro que nunca la había visto, ahí mismo le mande una foto a mis compañeros del COA, ellos tenían las guías a mano para consultar, primero me dieron una pista pero después de observar bien la foto llegaron a la conclusión que efectivamente era un playerito rojizo”, contó Noro.
“Estaban eufóricos y realmente en ese momento tomé conciencia de la importancia de este registro, estaba observando una ave que está en serio peligro de extinción, que viaja unos 30.000 km por año y que en nuestra provincia solo existía un registro de su paso de hace 30 años”, detallo el fotógrafo.
Es un ave playera rechoncha con pico y patas cortas y gruesas. Plumaje reproductivo único con partes inferiores totalmente salmón anaranjado y alas grises nacaradas.
Se reproduce en el alto Ártico e inverna principalmente en Suramérica. Los individuos en plumaje no reproductivo y juveniles son gris claro con barras en los costados y una ceja pálida difusa. Patas verdosas.
Se alimenta de una variedad de pequeños invertebrados. Las poblaciones del Atlántico dependen de los huevos de cangrejo de herradura durante la migración de primavera. Más común en las playas y marismas.
A menudo se la observa en bandadas mixtas con otras aves playeras. Tienen un promedio de vida de unos 13 años.
Estas aves atraviesan todo el continente, visitando muchos países y culturas, de allí es que obtienen un sin número de nombres distintos: “Red knot” en el norte del continente, “Macarico de papo vermelho” en Brasil, “Playero ártico” en Chile, “Chorlito rojo” en Perú, “Correlindo gordo” en Venezuela y Colombia, en todos lados los observan y los esperan.
Coleccionan tantos nombres en sus viajes por la fascinación que despiertan, ya que, siendo aves pequeñas, de 25 y 15 cm y pesando unos pocos gramos, realizan fantásticas travesías continentales.
La migración
Aproximadamente la mitad de todas las especies conocidas de aves realizan desplazamientos migratorios, que son movimientos estacionales entre los lugares en que nidifican y se reproducen, en el verano, y aquellos en que pasan el invierno.
En el caso del playerito rojizo algunos ejemplares de esta especie pasan el invierno en las costas del sur de los Estados Unidos, y muchas otras se dirigen hacia el sur de Sudamérica.
Las poblaciones que más distancia recorren durante su migración inviernan al extremo sur de Sudamérica (sobre todo en la provincia de Tierra del Fuego).
Esta subespecie se encuentra en el sur de América del Sur (Calidris canutus rufa) migra largas distancias, desde el ártico a Tierra del Fuego, haciendo algunas paradas en su viaje hacia el sur.
Estos extensos desplazamientos, que incluyen unos 30.000 km anuales en el caso de la población de Tierra del Fuego, implican elevados requerimientos energéticos y para poder llevarlos a cabo utilizan como paradas de abastecimiento y descanso un limitado número de humedales distribuidos a lo largo de su ruta migratoria.
La rareza de este hallazgo es que su ruta migratoria más cercana es en la costa marítima de la República Oriental del Uruguay, posiblemente alguna cuestión climática los desvió de su ruta, o tal vez también se desplazan buscando mejores condiciones y alimento que en su ruta habitual no encuentran.