La cantante revisa la épica pop del dúo que forma con Ale Sergi y que ganó el Gardel de Oro por un disco compartido con nuevos valores. También habla de “Maquillada en la cama”, su primer movimiento como solista. ¿Como es maternar en una industria tan demandante?
Miranda! visita Córdoba con frecuencia, ya sea para actualizar su irresistible obra pop en un show propio o para exponerla en versión resumida en el marco de una fiesta temática.
Por eso resulta natural una presentación sobre el cierre del año, que como las citadas anteriores tendrá al Quality Arena como espacio. En este caso, el dúo de Ale Sergi y Juliana Gattas convoca para el 29 de noviembre, a las 21.
“Bueno, no sé, es más cerca que otras ciudades (risas). Y hay un buen lugar donde tocar. Y un muy buen público, un público fiel, un público que ya nos conoce, que sabe de qué se trata el show, al que se le da muy bien la fiesta. Digamos que no le cuesta ponerse en clima o desinhibirse, eso. Y pesa la inquietud de contratarnos”, responde Gattas en contacto vía Zoom con La Voz y a la pregunta de a qué le atribuimos semejante preferencia por nosotros.
La cantante responde sentada en su living luminoso, a rostro lavado y transmitiendo una envidiable sensación de plenitud en todos los órdenes.
En suma, las condiciones son ideales para hablar de lo que pinte en relación con una carrera de 20 años y plagada de hits, que en la última edición de los premios Gardel fue ungida con el Oro.
La paz y seguridad de Gattas, además, setean la posibilidad de que la charla se extienda a Maquillada en la cama, su primer disco solista producido por el chileno Álex Anwandter.
–Vivimos un presente muy desprejuiciado en cuanto a consumos culturales. Todo vale, el gusto es diverso, y tengo la impresión de que ustedes hicieron mucho al respecto. ¿Exagero?
–No sé si exagerás, pero es una cosa que hicimos sin premeditación. Ale y yo compartíamos este modo de que no nos importe el qué dirán por lo que nos gustaba. Esa cosa era mucho más marcada en los ‘90 y en los 2000, época en la que nos conocimos. Había que mantener bien cool lo que nos gustaba y más si no era del gusto del resto. Ahora no existe más lo que hicimos, que fue exagerar los consumos diversos, ¿no? Como que estuviera recontrabién, y que al mismo tiempo sea muy pintoresco y divertido, que nos guste Sonic Youth, Pixies, Pimpinela, Cristian Castro y Luis Miguel.
–Eva Longoria dijo que admira a Jennifer López porque ella derribó puertas a patadas para las latinas en Hollywood. Llevo esa imagen al caso de la música argentina y se me aparece el nombre de Miranda!
–No fue premeditado, insisto. Era una cosa que teníamos en común como amigos, no solo entre Ale y yo, sino entre los compañeros de grupo y otros músicos. Y era algo que nos influenció de otros artistas que íbamos a ver, como el caso de Sergio Pángaro; artistas más desprejuiciados e influenciados por lo kitsch. Como sentimos que ese lenguaje fue bien interpretado, seguimos con eso y lo llevamos a otros planos, como el de ser una banda pop medio indie y de culto que va a lo de Mirtha Legrand. Molestar un poquito con esos consumos, porque a la larga también son eso. O muestras de las diferentes posibilidades que hay de hacer lo que uno quiere. En definitiva, lo que hacíamos era mostrar exactamente lo que se nos antojaba. Los mismos personajes que tocaban en la Brandon Gay o en El Dorado se plantaban en la mesa de Mirtha Legrand. No era que nos vestíamos de otra cosa o nos careteábamos (sic), era meternos donde no nos correspondía estar.
Miranda!, referencia insoslayable para las nuevas generaciones de artistas
–¿Y contrastaron que se habían convertido en referencia para los nuevos artistas cuando se contactaron con ellos para hacer (el disco) “Hotel Miranda!”?
–Sí, con algunos ya teníamos cierta amistad y sabíamos lo que representamos para ellos. Con Ca7riel, por ejemplo: él terminó haciendo una versión de Don, pero venía diciéndome hace un montón que tenía una versión en la mente de Yo te diré. Me la mandaba en audios, de hecho. Pasaron cosas así con artistas con los que ya tenía cierta amistad. Después, a los que conocimos por primera vez en estudio, como Emilia o María Becerra, nos llamaron la atención porque pensamos que íbamos a tener que hacer una introducción más extensa de lo que éramos y de lo que necesitábamos para la propuesta. Resultó que nos decían “Pero a este tema lo re-escucho, lo re-tengo”. Tampoco nos parecía mal estar dispuestos a explicar porque son chicos que nacieron después de que publicamos cierta música. Nos pasó eso y también contrastamos que respetan las canciones. Les decíamos: “Podés hacer lo que quieras, cambiarla”, pero nos planteaban: “No, es un hitazo, lo quiero cantar así, lo voy a dejar así como está”. Eso nos dio como vergüencita y nos sentimos muy halagados.
–Ya que nombraste a Emilia y a María Becerra, ¿encontraste paralelismos entre tu historia y las de ellas? Te lo pregunto porque todas son cantantes técnicas que se están inventando un mundo para expandir su expresión y demás. ¿Las considerás pares?
–Sí, considero que nos dedicamos a lo mismo y nuestras vidas se parecen un poco: hacemos videoclips, fotos y shows. Pero no considero que nos hayamos formado de la misma manera. Ni siquiera entre ellas tienen un camino en común. Emilia sí es más cantante de toda la vida, mientras que María Becerra se inventó a sí misma. Se empezó a filmar y a hacer chistes; es actriz, muy multifacética, y se inventó una forma de cantar. Creo que llegan al momento del escenario mucho más desinhibidas en esta era porque… porque, eso, se filman, se conocen. Para escucharme cantar las primeras veces, yo tenía que estar en un estudio y acompañada. Entonces, ayuda este ejercicio del autoconocimiento que llevan adelante en la nueva generación. Suma filmarse, verse en modo selfie y conocerse los perfiles o el tono de voz. Me apasiona mucho que se inventen un superhéroe o un personaje para cantar. Y una canta así, otra canta de otra manera, Trueno tiene este gesto, Dillom otro. Me parece increíble porque es muchísima autogestión expresiva. Son todos muy originales y lúcidos, desde María a Dillom, cada uno con su luminosidad o su cosa oscura, cada uno con su parte. Soy muy fan de los artistas de esta generación.
–A propósito de la invención de personajes, ¿te has inventado uno para tu primer solista? Álex Andwandter me tiró una idea de que sí, de que había pensado en uno para vos.
–¿Alex te dio una nota?
–Sí, me dio una nota y habló mucho sobre tu disco, que tiene un tema que me da pie para consultarte si efectivamente te inventaste un personaje y de quién sos emocionalmente.
–¿Tuya? (risas) En verdad, el personaje que sobrevuela en todas las canciones de Maquillada en la cama, que es el disco al que te referís, que produjo y compuso Alex, ya existía en los comienzos de Miranda! o en mi espectáculo de canciones de jazz. Cuando cantaba jazz como solista sin tener música original, el personaje estético que había creado era una diva decadente. Porque yo era muy fan del cine del viejo Hollywood y de Fellini; también de Billie Holiday. Iba comprando cosas de ferias y qué sé yo, hacía ese show en restaurantes. Siento que para el disco lo recuperé y fue brotando. Después, todas las frases surgieron de la amistad que tengo con Álex, del ida y vuelta que mantengo con él. Maquillada en la cama es algo que le dije un día, Borracha en baño ajeno también. Son como cosas que surgieron de intercambios delirantes y que hicieron que a él se le encendieran lamparitas y dijera: “Esto puede convertirse en un temazo”. Álex Anwandter es un genio sin igual. Al ser su amiga, no se me aplaca el fanatismo que tengo por él. Todo lo que hace me parece una genialidad, pero el personaje es casi siempre esta especie de diva decadente, pero con muchos más años incorporados. Hay en ella una especie de contradicción entre orgullo por su fulgor y lamento por su soledad.
Juliana Gattas, copada o mala onda, según el caso
–Más allá de que la construcción de este personaje es en los términos de diva decadente, te pregunto ahora: ¿vos te autopercibís diva a secas? ¿O sos la piba copada que canta en Miranda!, y punto?
–No me considero ni diva ni copada, ninguna de las dos cosas. Soy la de Miranda!, y lo de diva es una construcción que me apasiona. Me encanta la escenografía, me encanta el vestuario, me encanta el maquillaje. Entonces todo eso me permite armarme como diva. Que puede tener un montón de cosas: a veces está más glamorosa, más on point; y otras, toda trasheada. Lo de diva siempre me sirvió para montarme, para ponerme a jugar con todos estos elementos que me apasionan desde chica. Y lo de copada… no sé, depende de con quién. Con vos soy recopada, pero si me atiende uno medio mala onda, me puedo poner mala onda.
–¿Qué podés decir del hecho de maternar en una industria tan voraz como la del entretenimiento? ¿Pudiste desarrollarlo sin que te dieras cuenta?
–Sin que me diera cuenta, no. Porque tuve momentos complicados y duros. Te diría que me busqué la manera de poder hacerlo porque quería que convivieran dos amores. Me apasiona mucho lo que hago, me encanta la vocación artística, le respondo desde que tengo uso de razón y podría haber cambiado por otra cosa, pero justo se empezaron a dar oportunidades y posibilidades escénicas varias. Busqué la manera de hacerlo. El máximo respaldo que sentí fue el de mi propia hija, que se la bancaba y no se quejaba. Segundo, el de mi familia; y tercero, el de Ale. Ale me rebancó en esa. Y después, la industria… no sé. La industria no es mi jefe.
–¿Qué entidad le das al Gardel de Oro?
–Le di mucho valor emocional a esa noche en particular, que es lo que recuerdo más que el premio en sí. Fue muy loco y excitante haberse reunidos con colegas luego de llegar de una gira muy agotadora. Porque nos bajamos del avión y fuimos a tocar en la ceremonia con Paco y Ca7riel, a vestirnos, a no sé qué… y todo terminó saliendo por una fístula de escape que fue el Gardel de Oro. Si bien se enfocó en el disco de versiones, decidimos adjudicárselo a toda nuestra carrera.
–¿Por qué?
–Porque Hotel Miranda! es un disco que celebra nuestra carrera y que tiene canciones de diferentes épocas. Entonces, en vez de sentir que fue un premio a ese disco, sentimos que nos lo dieron por todos los escenarios en los que tocamos, por todos los esfuerzos que hicimos, por las giras. Qué sé yo, todo, viajar, ser madre… Ahí fue que sentí una concentración emotiva fuerte y quedé superagradecida. Todos en Miranda! quedamos así, como diciendo: “Gracias (al público, a la prensa) por estar siempre expectantes de lo que hacemos”. En definitiva, ese es el premio: darte cuenta de que tenés dos décadas de gente esperando que hagas algo para que su vida sea mejor.
Para ir
Miranda! toca el viernes 29 a las 21 en Quality Arena. Entradas en qualityespacio.com a los siguientes valores: Campo de pie $50.000 + $7500; Celeste $70.000 + $10.500; Azul $60.000 + $9000; Gris $55.000 + $8250.