La mayoría de las personas experimentamos frustración en algún momento. ¿Por qué nos sentimos así? En general, porque anhelamos lograr algo o perseguimos un sueño y las cosas no salen como lo esperábamos. Es posible frustrarse en cualquier área de la vida, ya sea financiera, familiar, afectiva o física.
Dos son las emociones que predominan cuando uno se siente frustrado:
- La ira (hacia uno mismo y hacia otros)
- La resignación que nos conduce a la tristeza y el aislamiento.
Hay gente que grita, insulta, pelea, llora y se lamenta cuando se frustra. Pero, por supuesto, existen otras maneras más sanas de reaccionar. Por mucho que nos duela una situación, aun así, conservamos la libertad de escoger voluntariamente enfrentarla, superarla y seguir adelante con la lección aprendida.
Lo más importante cuando uno se frustra es no quedarnos en una actitud pasiva, sino movernos para generar respuestas positivas. Está bien sentirnos mal de vez en cuando, pero, para avanzar, es fundamental aprender a sobreponernos a la adversidad.
“Bernardo, pero vos no tenés idea de los problemas que yo tengo”, me han comentado en más de una oportunidad. El primer paso para salir de la frustración permanente es cambiar nuestra percepción de los problemas. En lugar de darles vueltas y vueltas en la mente, hay que redefinirlos.
¿Qué quiere decir redefinir un problema? Observarlo desde un ángulo diferente. Solamente cuando nos animamos a modificar la visión que tenemos de las dificultades, podemos “redireccionar” nuestras emociones negativas, como la frustración y todo lo que esta trae aparejada.
Necesitamos tener claro que las circunstancias externas pueden detenernos por un tiempo, pero es uno mismo quien decide no volver a ponerse en movimiento. Por esta razón, cuando te sientas frustrado, frustrada, no te quedes quieto, no “cuelgues los guantes” antes de tiempo. ¡Largo camino te resta!
Tal vez estés pensando que es más fácil decirlo que hacerlo, y estoy de acuerdo. Los tiempos de crisis nos suelen llenar de frustración. Pero, para empezar a salir de ese estado, el primer escalón es determinarnos a no darnos por vencidos jamás. En este sentido, la fe, en nosotros mismos y en algo superior, puede resultarnos muy útil y es un recurso que no deberíamos descartar. La fe es la convicción interna de que lo que esperamos, tarde o temprano, ocurrirá.
Cabe mencionar que un sueño de cualquier índole debe atravesar tres estadios:
- Origen: cuando perseguimos un objetivo con gran entusiasmo.
- Muerte: cuando, en algún punto, creemos que es imposible lograrlo y experimentamos frustración.
- Resurrección: cuando nos atrevemos a retomar el sueño, a pesar de que las circunstancias no sean las ideales, y tenemos más entusiasmo que antes.
Si hoy sentís frustración, te animo a transformar esta emoción en combustible para avanzar y volverte imparable.